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Sin el escudo de Francisco, la economía vaticana se debilita: por qué el próximo Papa enfrentará serios desafíos financieros

Gerald Posner

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Durante una década, Francisco impulsó auditorías externas, cerró miles de cuentas opacas y buscó mayor control sobre las donaciones. Pero las reformas se estancaron, el déficit creciente y la presión interna, el próximo pontífice heredará una estructura que sigue lejos de la transparencia.

24 Abril de 2025 13.51

Elegir al sucesor del papa Francisco representa un momento clave para la Iglesia Católica. Más allá de las divisiones teológicas evidentes —como si se debería permitir que los curas se casen, o qué postura tomar frente a los derechos LGBT+ y el divorcio—, dentro del Vaticano aseguran que en el próximo cónclave papal no se van a discutir solo cuestiones religiosas. También preocupa la capacidad de gestión. Algunos cardenales buscan a alguien que pueda funcionar como un verdadero CEO del Vaticano.

Puede sonar extraño si pensás en la Santa Sede únicamente como la casa espiritual de los 1.400 millones de católicos en el mundo. Pero el Vaticano también es un Estado soberano con relaciones diplomáticas con 183 países. Por eso, el próximo Papa necesita ser tanto un estudioso de la religión como un comunicador eficaz, y además un líder con capacidad ejecutiva. Tal vez más que nunca en casi 2.000 años de historia de la Iglesia. Como dijo el columnista Thomas Reese en National Catholic Reporter hace 12 años, cuando eligieron a Francisco: "En otras palabras, quieren a Jesucristo con un MBA".

El Papa, en definitiva, es un líder vitalicio que accede al cargo sin herencia y concentra más poder ejecutivo que cualquier CEO del planeta: no le rinde cuentas ni a un directorio ni a accionistas. Francisco fue quien más impulsó la modernización de las finanzas vaticanas y quiso poner fin a una tradición de opacidad marcada por la falta de controles y balances. 

Sin embargo, su ambición reformista chocó con las internas del Vaticano, donde algunos burócratas maniobraron para sabotearlo. Los sectores tradicionalistas que buscan deshacer sus reformas solo necesitan un nuevo pontífice que no valore lo logrado. Un Papa sin perfil de gestor podría arrastrar al Vaticano de nuevo a sus peores épocas.

Papa Francisco
 

En 2012, un año antes de la elección de Francisco, el Comité de Expertos en Evaluación de Medidas contra el Lavado de Dinero y la Financiación del Terrorismo (Moneyval) publicó un informe demoledor sobre el Instituto para las Obras de Religión (IOR), más conocido como el Banco Vaticano. 

Por primera vez en la historia, se podía ver desde afuera cómo funcionaban las finanzas de la Santa Sede. En ese momento, el IOR tenía más de 8.000 millones de dólares repartidos en 33.000 cuentas. Estuvo en el centro de escándalos desde su creación en 1942: desde lucrar con los nazis hasta facilitar lavado de dinero. Incluso así, no llegaba a ser un banco mediano según estándares estadounidenses.

 

Al poco tiempo de asumir, Francisco declaró: "¡Oh, cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!".

 

El informe de Moneyval revelaba que el Vaticano no cumplía con la mitad de las 45 recomendaciones en materia de transparencia y lucha contra el lavado de dinero. Entre ellas, había 16 consideradas "clave y centrales", necesarias para ingresar a la codiciada lista blanca de la OCDE —el grupo de países y jurisdicciones que aplican estándares internacionales en ese terreno—. El Vaticano fallaba en siete de esas 16. Incluso la AIF, el organismo encargado de supervisar al IOR (el banco del Vaticano), también obtuvo una calificación reprobatoria.

Vaticano Moneyval
 

Cuando Francisco asumió en marzo de 2013, la Iglesia ya perdía fieles en América Latina y África, sobre todo en manos de los pentecostales. En esos primeros años, varias diócesis de Estados Unidos quebraron por las demandas judiciales vinculadas a abusos sexuales. Jesuita, argentino y crítico del capitalismo, Francisco —que eligió su nombre por San Francisco de Asís, símbolo de austeridad— prometió sanear las cuentas del Vaticano con un nivel de transparencia nunca visto. "¡Cómo quisiera una Iglesia pobre y para los pobres!", repitió.

Heredó un sistema burocrático y opaco que se arrastraba desde los años '60. Las finanzas estaban bajo el control informal de la Secretaría de Estado, mientras que la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) operaba como una suerte de banco central y manejaba más de 5.000 propiedades en Italia, Francia, Suiza y el Reino Unido. 

El portafolio incluía desde edificios estilo Beaux-Arts en París hasta un local de Bulgari en el exclusivo barrio londinense de Mayfair. También figuraban tesoros arquitectónicos, como la basílica de San Antonio de Padua, construida en el siglo XIV, que la Iglesia valora simbólicamente en 1 euro por su importancia histórica.

Al mismo tiempo, la Prefectura para los Asuntos Económicos se encargaba de manejar los presupuestos y balances. Por su parte, el IOR funcionaba de manera independiente. Además, el Estado de la Ciudad del Vaticano generaba ingresos propios a través de la venta de entradas a los Museos Vaticanos, estampillas, monedas y souvenirs.

Vaticano George Pell
 

El informe de Moneyval podía haber servido como hoja de ruta para reformar el IOR, pero Francisco sorprendió al advertir que, si no había cambios profundos, lo cerraría. Menos de un año después, creó la Secretaría para la Economía, con amplios poderes para centralizar las finanzas vaticanas. Puso al frente al cardenal George Pell, su asesor de confianza, que solo respondía ante él y tres nuevos órganos fiscalizadores, encargados de auditar áreas que hasta entonces funcionaban sin ningún control.

Con el respaldo directo del Papa, Pell ordenó que todos los fondos externos recibidos por el Vaticano se incluyeran en los balances oficiales. Así puso fin a la práctica de esconder donaciones que buscaban influir en las decisiones internas de la Iglesia. Por primera vez en la historia, Francisco contrató una auditora externa: PricewaterhouseCoopers revisó cuentas y presupuestos.

Al mismo tiempo decidió no cerrar el IOR, como había amenazado, sino reestructurarlo. Separó su unidad de inversiones (para que no tenga doble función de banco y fondo de inversión) y puso nuevos directivos con experiencia internacional.

Instituto para las Obras de Religión (IOR)
 

Cuando el IOR publicó su balance de 2013 trascendió que: se cerraron unas 3.500 cuentas, muchas de ellas de millonarios italianos y figuras políticas. El banco quedó como prestador de servicios para ONG católicas, órdenes religiosas y empleados vaticanos. Ya no podía operar con acciones ni propiedades.

 

"El objetivo es ser un modelo de buena gestión financiera", dijo Pell. "Y no por eso vamos a recaudar menos para las obras de la Iglesia."

 

En una rueda de prensa, Pell insistió: "La ambición es ser exitosos, pero sin llamar la atención. Queremos salir de las páginas de chimentos y ser ejemplo de buena administración."

Vaticano George Pell
 

Francisco sabía que los cambios no iban a caer bien. Algunas resistencias se hicieron públicas, como en 2016, cuando el vice secretario de Estado intentó cancelar la auditoría externa de PwC. Otras se movieron por debajo del radar. 

Como Francisco era muy popular, los ataques se enfocaron en Pell: filtraron recibos falsos que lo mostraban con gastos extravagantes, justo cuando él recortaba presupuestos. El Vaticano calificó esas filtraciones como "ficción total". Más tarde, lo vincularon a acusaciones de encubrimiento de abusos en Australia. En 2017, Pell regresó a su país y fue condenado por abusos sexuales, aunque fue absuelto en 2020. Sin él, las reformas perdieron impulso.

La línea conservadora aprovechó el momento para defender que, como Estado soberano, el Vaticano debía mantener cierto nivel de confidencialidad en sus presupuestos. Poco después, estalló otro escándalo: una fallida operación inmobiliaria en Londres por 350 millones de euros derivó en el juicio penal más grande de la historia vaticana. En 2023, el cardenal Angelo Becciu fue condenado por malversación, y varios de los acusados llegaron a acuerdos judiciales.

Pero no todo fue negativo. En 2023, Moneyval reconoció avances significativos en la lucha contra el lavado de dinero y el financiamiento del terrorismo. Destacó las mejoras en los controles financieros del Vaticano y anunció que no realizará nuevas auditorías hasta 2028.

Papa Francisco
 

El mes pasado, mientras Francisco estaba internado por una neumonía, el Vaticano creó la Comisión para las Donaciones, con el objetivo de recaudar más fondos frente al creciente costo operativo.

Sin embargo, apoyarse en el turismo y la caridad no es lo más sólido para mantener un Estado. Subieron las entradas a los Museos Vaticanos a 20 euros y recibieron a 6,8 millones de visitantes. Aun así, lo que más ayudó fue la simpatía de Francisco: las donaciones a "Óbolo de San Pedro" pasaron de 53 a 57 millones de dólares. Pero se gastaron 121 millones, cubiertos con fondos patrimoniales. El 90% fue a gastos operativos.

El próximo Papa va a enfrentar grandes desafíos. Las reformas quedaron a mitad de camino. Las finanzas no son del todo transparentes. En 2023, la Secretaría para la Economía registró un déficit de 75 millones y sus activos netos cayeron a 4.600 millones. El 65% proviene de APSA. A pesar de sus propiedades, todavía dependen en un 45% de donaciones externas y apenas reciben algo del Estado vaticano, que no publica balances ni tiene PBI declarado.

Pietro Parolin
 

El IOR, por su parte, administra hoy 6.000 millones para entidades religiosas, la Curia, diócesis y empleados. En 2023, tuvo una ganancia de 34 millones. Invierte siguiendo criterios éticos católicos: en 2023 puso 2.300 millones en bonos y apenas 55 millones en acciones.

Otra preocupación es el fondo de jubilaciones del Vaticano, sostenido por aportes de empleados. Francisco ordenó la primera auditoría en 2014: tenía un déficit de 1.500 millones de euros. En 2022, seguía en rojo por 631 millones. En septiembre, les pidió a los cardenales "hacer esfuerzos reales para que el 'déficit cero' no sea solo un ideal".

Todo puede cambiar con el próximo Papa. En lo doctrinal, los cardenales se dividen entre progresistas y conservadores. Pero en lo financiero, las posturas no son tan claras. Administrar una diócesis no es lo mismo que llevar adelante un Estado religioso.

peter turkson vaticano
 

Hasta que se elija al nuevo pontífice, el camarlengo es el cardenal Kevin Farrell, irlandés nacionalizado estadounidense, conocido como el "arreglador" financiero del Vaticano. Tiene perfil ejecutivo, pero sin chances reales de ser Papa. Tampoco hay entusiasmo por elegir a un estadounidense.

En la lista de posibles sucesores figuran desde el conservador Peter Turkson, de Ghana, hasta el progresista Luis Antonio Tagle, de Filipinas. Muchos creen que es momento de elegir a un Papa africano o asiático. El favorito, según las primeras apuestas, es el italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado.

Pero los que siguen la política vaticana saben que en un cónclave, nada es previsible. La elección de Francisco lo demostró. Su papado dejó claro que el carisma y la voluntad de reforma son importantes, pero también lo es tener firmeza ante la resistencia interna. El próximo Papa no solo deberá mirar al cielo. También va a tener que cuidar los números.

—Con aporte de Giacomo Tognini.

 

Nota publicada en Forbes US.

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