Los astronautas Suni Williams y Butch Wilmore, quienes partieron en la nave Boeing Starliner con destino a la Estación Espacial Internacional (EEI) en junio de 2024, tenían previsto permanecer solo ocho días en órbita. Sin embargo, problemas técnicos impidieron su regreso a la Tierra en la nave y su misión se extendió a nueve meses. El martes 18 de marzo volvieron a la Tierra y así fue su llegada. En su regreso, deberán adaptarse de nuevo a la gravedad terrestre, un proceso desafiante para cualquier astronauta, incluso para aquellos con experiencia como ellos.
Durante más de 50 años, el Programa de Investigación Humana (HRP, por sus siglas en inglés) de la NASA estudia lo que le sucede al cuerpo humano en el espacio. En la Tierra, los humanos estamos protegidos por el campo magnético y la atmósfera del planeta frente a la mayoría de las partículas que componen el entorno de radiación espacial. Aun así, todos estamos expuestos a niveles bajos de radiación diariamente, desde los alimentos que comemos hasta el aire que respiramos. En el espacio, los astronautas están expuestos a niveles variados y aumentados de radiación, diferentes a los de la Tierra.
Según la NASA, la estación espacial orbita a 386.243 kilómetros de la Tierra. La Luna está 1.000 veces más lejos. Y Mrte está a 225 millones de kilómetros de distancia, con un retraso de comunicación de hasta 20 minutos. En la EEI los astronautas deben resolver problemas sin ayuda inmediata de control en Tierra.
La historia de estos astronautas se suma a la de otros que permanecieron largos periodos en el espacio. Por ejemplo, Frank Rubio de la NASA vivió 371 días en la EEI, mientras que el cosmonauta ruso Oleg Kononenko batió el récord de más tiempo acumulado en el espacio con 1.111 días. Aunque estos viajes ofrecen valiosa información sobre la resistencia humana en entornos extremos, también revelan efectos físicos severos, como pérdida de masa muscular y ósea, problemas de visión, y dificultades para adaptarse al regresar.
Según la NASA, la microgravedad afecta de manera importante al cuerpo humano. La masa muscular puede reducirse hasta un 30% en misiones largas, y la masa ósea hasta un 10% en seis meses. Para mitigar estos efectos, los astronautas deben ejercitarse 2.5 horas diarias y tomar suplementos dietéticos. Aun así, algunos estudios indican que estas medidas no siempre son suficientes. Por lo que según los cálculos, tras una misión de nueve meses en el espacio, un astronauta habría perdido apenas un 8.6% de su masa muscular.
Otros efectos incluyen cambios en el cerebro y el sistema inmunológico. Investigaciones muestran alteraciones en la conectividad neuronal, inflamación y cambios en los microorganismos intestinales debido a la dieta y el ambiente espacial. La NASA explica que estos cambios pueden revertirse parcialmente tras el regreso a la Tierra, pero algunos efectos podrían ser permanentes. (I)