Desde su fundación en 1949, la OTAN ha sido el pilar de la seguridad colectiva de Occidente. Hoy cuenta con 31 miembros y un sistema financiero que combina contribuciones directas e indirectas, con el fin de mantener su estructura operativa y garantizar su capacidad de respuesta ante desafíos de seguridad global.
Este año los fondos comunes de la OTAN ascienden a aproximadamente US$ 5.000 millones, distribuidos en tres presupuestos principales:
- El presupuesto civil: Con US$ 526 millones, este financia el Cuartel General de la OTAN en Bélgica y cubre personal, operaciones y programas esenciales para la consulta y la toma de decisiones de los aliados.
- El presupuesto militar: Con US$ 2.583 millones, sostiene la estructura de mando integrada, las misiones y ejercicios militares, además de sistemas clave como la Fuerza Aerotransportada de Alerta Temprana y Control (NAEW&C).
- El Programa de Inversión en Seguridad de la OTAN (NSIP): Con un límite de US$ 1.878 millones, respalda infraestructura esencial como aeródromos, sistemas de mando y control, y redes de comunicación.
Estas cifras representan apenas el 0,3 % del gasto total de defensa de los aliados, reflejando la dependencia de la financiación indirecta, es decir, los presupuestos nacionales de defensa que cada país dedica a su contribución militar.
Desde 2006, la OTAN exige a sus miembros gastar al menos el 2 % de su PIB en defensa. Este objetivo, considerado un indicador de compromiso político y militar, sigue siendo una asignatura pendiente para varios aliados.
En 2014, solo tres países cumplían con esta directriz. En contraste, para 2024 se esperaba que 23 aliados alcanzaran o superaran el 2 %, un avance significativo impulsado en gran medida por la presión de Estados Unidos y las crecientes tensiones con Rusia.
El gasto combinado de los aliados europeos y Canadá aumentó del 1,43 % del PIB en 2014 al 2,02 % en 2024, totalizando más de US$ 470.000 millones en defensa. Sin embargo, persisten desequilibrios. Estados Unidos aporta dos tercios del gasto total de la Alianza, mientras que los aliados no estadounidenses, a pesar de su riqueza económica, gastan menos de la mitad que Washington.
Durante su primer mandato, Trump fue un crítico feroz de la OTAN. Señaló el desbalance financiero entre Europa y Estados Unidos, llegando a calificar la Alianza como "obsoleta". Su insistencia en que los aliados aumentaran sus presupuestos militares generó tensiones, pero también resultados tangibles.
Trump amenazó con retirar a Estados Unidos de la OTAN y sugirió que permitiría a Rusia avanzar en Europa si los países no incrementaban sus contribuciones. En 2024, Alemania, Francia y Reino Unido concentraron aproximadamente el 50 % del gasto de defensa de los aliados no estadounidenses, pero otros países, como Albania o Montenegro, contribuyen mínimamente.
Por otro lado, Trump propuso aranceles generales del 10 % al 20 % sobre importaciones europeas, lo que podría impactar especialmente a Alemania, cuya economía, dependiente de las exportaciones, ya enfrenta dificultades.
Además de la directriz del 2 %, los aliados deben dedicar al menos el 20 % de su gasto anual en defensa a equipos modernos, incluyendo investigación y desarrollo. Este indicador es crucial para evitar la obsolescencia tecnológica y mejorar la interoperabilidad de las fuerzas armadas.
En 2023, muchos países comenzaron a redoblar esfuerzos. Sin embargo, Europa sigue enfrentando desafíos logísticos y técnicos. Los sistemas de armamento y municiones aún muestran fragmentación y falta de estandarización, lo que limita la efectividad de la Alianza.
La presidencia de Trump plantea dudas sobre la cohesión y la efectividad de la OTAN. La posibilidad de que reduzca el apoyo militar a Ucrania y priorice intereses económicos sobre compromisos estratégicos podría debilitar la Alianza. No obstante, Europa mostró una mayor disposición a asumir más responsabilidades.
La incorporación de Finlandia y Suecia refuerza la capacidad de la OTAN para contrarrestar amenazas en el norte de Europa, mientras que las recientes reformas en los mecanismos de financiación buscan una mayor transparencia y eficiencia.
Para Emmanuel Macron, presidente de Francia, el camino está claro: "Europa debe aprender a ser más autosuficiente. Estados Unidos tiene otras prioridades y debemos asumir nuestra propia defensa."
El futuro de la OTAN dependerá de su capacidad para adaptarse a las nuevas dinámicas de poder global. Si bien Trump forzó a los aliados a gastar más, su retórica agresiva y sus políticas transaccionales pueden erosionar la confianza entre miembros.
La pregunta es si la Alianza podrá consolidar su relevancia o si, como Trump ha insinuado, podría quedar relegada a un capítulo del pasado. La próxima década será clave para definir el destino de esta organización que, con todo y sus desafíos, sigue siendo un baluarte de la seguridad internacional. (I)