A medida que la situación se complicaba el domingo por la noche en el Hard Rock Stadium en Miami Gardens, Florida, era difícil para aquellas personas de cierta edad no recordar algunos de los momentos más oscuros de la historia de este hermoso juego.
La decisión de permitir el ingreso al estadio de varios miles de aficionados sin entradas para evitar una posible aglomeración en los molinetes se parecía a las desastrosas circunstancias que precedieron al desastre de Hillsbrough de 1989, que se cobró la vida de 97 hinchas del Liverpool como resultado de una aglomeración de espectadores en una semifinal de la Copa FA.
La imagen de muchos de esos mismos fanáticos parados en los pasillos y vestíbulos también podría haber evocado recuerdos de la tragedia menos conocida de 1996 en la ciudad de Guatemala, cuando más de 80 hinchas murieron en un partido de clasificación para la Copa del Mundo entre Guatemala y Costa Rica como resultado de una avalancha de aficionados que cayeron por las escaleras del estadio.
El domingo, tras un retraso de 82 minutos en el saque inicial, se permitió el inicio de la final de la Copa América, en la que Argentina se adjudicó su segundo título consecutivo con unavictoria por 1-0 en el tiempo suplementariossobre Colombia. Y, aunque hubo numerosos informes de lesiones aisladas y algunas personas descompuestas aparentemente a causa del calor, se evitó una tragedia a mayor escala.
Aun así, a medida que se desarrollaba la última noche de un torneo caótico, una de las preguntas más obvias era a quién culpar, entre CONMEBOL, CONCACAF y/o Estados Unidos.
La respuesta, muy probablemente, es una mezcla de todas ellas.
*Publicada originalmente en Forbes US