Trabajó de sol a sol para resucitar a la empresa familiar
A Carlos Silva, los sacudones de la vida le templaron el carácter. En 2015, cuando tenía 25 años, dejó de estudiar para dedicarse de lleno a tratar de salvar al negocio de sus padres, tras la quiebra. Viajó por el país, golpeando puertas para vender las sales minerales para ganadería y para caballos que hasta ese momento producían, pero que después maquilaban. Hoy, la firma tiene 15 empleados y factura más de US$ 1,5 millones anuales.