La secuencia se está cumpliendo milimétricamente. A horas de que comience el Mundial de fútbol más polémico de todos los tiempos, la atención está puesta en lo insólito y desagradable, en el dato evidente de que Qatar es una monarquía autoritaria en la que suceden cosas impropias de una democracia. Dentro de un par de días, con el comienzo del torneo, la atención se centrará en los partidos, aunque de tanto en tanto surgirán escándalos ventilados principalmente por la prensa anglosajona. Y, al final de todo, cuando el 18 de diciembre se haya jugado la final, la Caja de Pandora que es Qatar 2022 estará abierta al completo. Quién sabe todo lo que habrá salido de allí hasta entonces.
Al día de hoy, algo está claro: el pequeño emirato, uno de los países más ricos del mundo, no está acostumbrado a lidiar con la prensa, mucho menos con una prensa libre. Así, los incidentes en los que tomar una foto con el celular se convierte en un asunto policial se están multiplicando. Ni la credencial de acreditado por la FIFA, que llevan todos los periodistas que cubren el Mundial, es un salvoconducto seguro: bien pueden decirlo los enviados de la televisión danesa TV2, maltratados mientras salían en vivo desde la calle. La Asociación Internacional de la Prensa Deportiva (AIPS), lo describió en detalle.
"La cámara del colega Rasmus Tantholdt de la televisión danesa TV2 fue bloqueada repentinamente por matones de la seguridad privada mientras estaba en directo, informando desde la zona de Katara a su estudio en Copenhague (...). Al equipo danés se le dijo sin rodeos que si no dejaban de filmar sus cámaras serían destruidas. A pesar de que el equipo de TV2 ha obtenido las acreditaciones correctas y ha informado desde un lugar público".
Aunque es cierto que el gobierno qatarí se disculpó a través del "Comité Supremo de Entrega y Legado de Qatar", que es el responsable directo del Mundial, la AIPS y los periodistas en en lugar creen que el "error aleatorio" puede convertirse en habitual.
"Se nos ha informado de que se ha pedido a otros colegas acompañados de camarógrafos que no filmen en el metro y en el zoco, imágenes que habrían sido positivas. Imágenes que cualquiera puede filmar con teléfonos móviles sin ser bloqueado. ¿Cuál es el sentido de estas intervenciones".
Reclamar sentido a una monarquía hereditaria asentada sobre una de las mayores reservas de gas del planeta es probable y paradójicamente, algo sin demasiado sentido.
Qatar es un país en el que la mujer tiene menos derechos que los hombres y está subordinada a él, un país donde la mayor fuente de ley es la familia reinante, un país en el que si se pertenece a la comunidad LGTBIQ+ (y no se es millonario) la vida puede ser muy difícil, por decirlo suavemente.
Un país en el que hay una estadística aún en discusión: ¿cuánta gente murió en la construcción de los fabulosos estadios que por 29 días saturarán miles y miles de pantallas en todo el mundo? La cifra conservadora es 6.500. La real, dicen las organizaciones de Derechos Humanos que siguen desde hace años el tema, mucho mayor.
Ir a Qatar a encontrarse con otra cosa es engañarse a uno mismo. Al menos desde diciembre de 2010, cuando la FIFA le dio la sede del Mundial a dos países no democráticos -Rusia y Qatar-, estaba bien claro qué se encontraría en las arenas del Golfo Pérsico.
En Qatar (es mejor decir en Doha, el país es básicamente una ciudad Estado) habrá estadios como nunca antes se vieron en una Copa del Mundo, autopistas perfectas e iluminadas, edificios de un futuro al que la gran mayoría de las ciudades aún no llegaron. Una ciudad servida por el mejor aeropuerto del mundo y que desde hace años busca desesperadamente eso, parecerse a una ciudad.
Hasta semanas antes del Mundial, caminar por Doha era entre imposible e inconveniente. La ciudad, de nueva planta y desarrollada a partir de un núcleo muy pequeño, está hecha para los automóviles. El nuevo paseo marítimo, al estilo de La Corniche de Abu Dhabi, apunta a conectar a la ciudad con el Mar Arábigo, que está ahí pero se aprovecha muy poco, y a darle a los residentes y visitantes la posibilidad de caminar varios kilómetros sin ser molestados por los autos. En los extremos y a la vera de ese paseo, fabulosos museos que son subsidiarias de renombrados e históricos museos europeos.
Cultura, deporte y tecnología es el tridente de un país que sabe que en 2050 comenzarán a acabarse las reservas de gas y que el futuro se construirá ya no sobre lo que hay bajo tierra, sino sobre lo que haya nacido sobre ella.
"Qatar 2022 es la mayor campaña de imagen de la historia", escribió recientemente el diario español "El País".
En eso y es más: el Mundial es el mayor hito de la corta vida de Qatar como nación independiente. Nunca, en esos 51 años, el país se sometió a un escrutinio del volumen que implica el Mundial. Y, cuando hay tanta gente mirando, inevitablemente aparecen cosas que no se conocían o imaginaban. Ni más ni menos que una Caja de Pandora.