Todavía siente que se le acelera el corazón y se le ponen vidriosos los ojos cuando pasa revista a estos meses, que ella considera como un cuento de hadas. Gisella Buendía recibió hace siete meses la oferta de la cadena ESPN para formar parte de su equipo, en un nuevo espacio del noticiero SportsCenter enfocado en Ecuador. Todo ocurrió muy rápido. En cuestión de un mes y medio tuvo que arreglar los pendientes en el país, tomar el avión y presentarse en los estudios de Buenos Aires, Argentina. Los primeros días de mayo de 2022 inició la mayor aventura de su vida… hasta ahora.
¿Ya hiciste tierra?
Ufffff… Han sido muchos cambios. Cuando recibí la oferta para trabajar para ESPN no podía creer lo que me estaba pasando, parecía un cuento de hadas. Lo califico así porque significa muchísimo para mí, es algo que siempre soñé, desde que decidí ser periodista hace más de 14 años. Ya trabajaba para una cadena internacional como GolTV, pero sentía que me faltaba algo más, que todavía tenía mucho por aprender.
Seguro, ni dudaste en dar el sí.
Antes de hablar conmigo, sé que hablaron con mis jefes para preguntarles si podían hacerme la oferta. Tras su aprobación, me contactaron a través de un productor ecuatoriano. Él me preguntó si me gustaría presentar SportsCenter para Ecuador desde Argentina. Y yo le dije: ¿Qué, qué estás diciendo?. O sea, con malas palabras incluidas, que no las voy a decir ahora, pero fue como obvio que sí, mijo. Una semana después me escribieron. Yo estaba como loca mientras leía el mensaje, me temblaban las manos. Me preguntaba si lo estaba soñando o realmente era verdad. Para un periodista deportivo es como estar en las grandes ligas.
¿En el avión fuiste tarareando el jingle de SportsCenter?
(Risas) Más bien estaba muy triste, nunca me había sentido así, nunca me había alejado de mi familia, nunca me había imaginado estar en el aeropuerto y tener que despedirme. Aun en este momento siento que hablo y se me parte un poquito la voz. En el vuelo trataba de escuchar música, de dormirme para calmarme, pasé llorando parte del vuelo, callada, para que nadie me escuchara. Eres la primera persona a la que le cuento esto. Siempre hemos sido una familia muy unida y me costó muchísimo, me cuesta muchísimo todavía estar lejos de ellos, pero es algo que vale la pena.
¿Y cómo te ha recibido Buenos Aires estos meses?
Todo cambió mucho. En mi aspecto laboral, hay cosas que creía que venía haciendo bien, pero que veo que se pueden hacer mucho mejor, desde cómo presentar, cómo mover las manos, los pies. Son detalles que no te enseñan ni en la universidad ni en otros trabajos. Tengo un montón de asesorías en todos los aspectos. Siento que son cosas nuevas. Y, en lo personal, me la jugué, dejé cosas a las que estaba acostumbrada, llegaba a casa y la comida estaba lista, la ropa estaba limpia, ahora, en cambio, vivo sola, nunca había vivido sola. Si no estoy en el departamento —que es muy bonito, en una zona muy bonita— estoy trabajando, esto me mantiene muy activa. Toda la gente en el canal es muy buena persona. No me imaginé que iba a haber una gran relación y un buen ambiente de trabajo, siempre con una sonrisa, todos saludan y eso me gusta. Claro, todavía llegan los domingos y extraño a mi familia, a mi novio, no desayunar con ellos o compartir el almuerzo o ver un partido de fútbol.
¿Ya te dieron la vajilla de ESPN?
(Risas) Nos dan algunos souvenirs. Cada cierto tiempo hay alguna campaña y nos regalan un montón de cosas, así que las tengo ahí en el altar. El sentimiento de trabajar para este medio es único.
¿Desde cuándo te gustó el fútbol?
Desde que empecé a ir un estadio, a los 7 u 8 años, con mi abuelo; él era barcelonista. Me gustaba acompañarlo al Monumental, aunque me ponía a jugar en los pasillos de la suite. Pero ya después me empezó a gustar el fútbol. Tenía 12 años. Después llegaron los momentos en que me enojaba cuando se comían los goles. Con el pasar de los años era yo quien le decía vamos a mi abuelito, él ya no podía manejar y ya no veía bien. Así que me acostumbré, me encantó y empecé con el fútbol. A los 15 años, en el colegio, durante el Mundial de Alemania, hablaba con mis amigas sobre los partidos.
Veías el Mundial por el fútbol o por los jugadores…
Claro, a ver qué guapo había, ¿no? (risas). Siempre me gustó hablar de fútbol. Pero en mi ambiente, por fuera de mi familia, no se podía y, en un colegio de monjas, peor. En el Mundial de Alemania fue la única vez que lloré por fútbol, cuando nos dejaron fuera, en octavos de final, con gol de Beckham.
¿Jugaste fútbol alguna vez?
No, nunca pasó por mi cabeza jugar fútbol. Crecí en un ambiente donde no era común que las niñas jugaran fútbol. En Argentina eso es muy diferente, acá las niñas de cinco o seis años están en una escuela femenina de fútbol, crecen metiendo goles. En Ecuador, no. Ahora, ha cambiado un poco, pero en mi época, hace 20 años, no era así.
¿Hincha de Barcelona?
Le tengo cariño muy especial, definitivamente. Fui al Monumental, mi abuelo era barcelonista, toda mi familia es barcelonista y crecí así. Pero esta profesión me demostró que me gusta el deporte, me gusta el fútbol, me gusta el periodismo deportivo. Para mí no importaba qué equipo jugara, yo lo disfrutaba, me preparaba, me apasionaba el simple hecho de estar ahí en la cancha.
¿Cómo viviste tu primer día de trabajo en ESPN?
Es como llegar a Disney, quieres grabarlo todo, porque todo te parece genial. Hay mucha gente, son estudios muy grandes, es una inmensidad, nunca había visto algo así. Pero lo más grande fue el día del debut. Nos preparamos tanto para eso, tres semanas de pruebas. Mucha gente no sabía que me había venido acá, porque siempre lo traté de mantener en perfil bajo. Te juro, nunca había sentido tantos nervios en mi vida, ni siquiera cuando salí en televisión a los 21 años. Las manos me sudaban, no soy de las personas que se ponen nerviosas frente a una cámara, pero cuando ya faltaban unos 20 minutos para entrar al aire sentía que no iba a poder hablar, que no podía respirar bien, tenía una gran presión. Afortunadamente, nos fue espectacular.
¿Sentías que podías fracasar? ¿Cómo enfrentaste ese miedo que es es común en los seres humanos?
Tenía miedo, un poco, de no representar bien al país, me sentí como los futbolistas cuando tienen esas grandes transferencias, donde todo el mundo espera que la rompan. Mi mamá y mi novio me apoyaron muchísimo, me decían: Anda a hacer lo que sabes hacer y ya está, nada más. Yo sabía que estaba lista, que era el momento que esperaba. Sabía que si ellos me vinieron a buscar es porque les gustaba mi trabajo.
El periodismo deportivo todavía es masculino. ¿Cómo ves este mundo actual para las profesionales?
Creo que ha crecido, pero la presencia del hombre sigue siendo predominante. En un programa deportivo aún son cuatro o cinco hombres y una mujer, no tres hombres y tres mujeres. Pero creo que se debe también a que falta mucha capacidad y preparación en las mujeres, no en todas, claro. Me enojaba ver a mujeres en un programa de televisión, en minifalda, solo para leer mensajes. Crecí viendo eso o escuchando en la radio a las mujeres solo como voces comerciales, nunca como reporteras, comentaristas o analistas. Hay que prepararse y valorarse. Detesto ver a mujeres que solo aprovechan la vitrina de un programa para hacerse famosas o salir con jugadores o, no sé, cualquier cosa. En los últimos años, la mentalidad de muchas mujeres ha cambiado y por eso ha ido creciendo el periodismo deportivo femenino.
¿Qué recomendarías a las jóvenes que quisieran optar por el periodismo deportivo?
Primero que nada, tengan mucha personalidad, confíen en sí mismas. Me gustan los tatuajes y una frase que siempre leo y me la recuerdo cuando dudo, tengo miedo o asumo nuevos retos es Believing you (Cree en ti). Quisiera que la mujer se capacite, valore realmente esta profesión porque nos ha costado muchísimo avanzar. Recuerdo programas en la que la gente llamaba y nos decía no sirves, no sabes nada o qué hablas, eres mujer. Viví momentos muy duros, en los que me sentía muy mal, quería cambiar de profesión, dedicarme a cualquier otra cosa para no estar expuesta. Es superduro y más para una mujer.
¿Cómo te llevas con las redes?
Tienen cosas buenas y malas como todo, pero me llevo bien, me gustan. Subo vídeos, le cuento a la gente lo que hago, comparto momentos especiales. Pero también son un arma de doble filo, la gente puede ser muy mala, sobre todo en Twitter, donde es muy agresiva. Pero a estas alturas ya me da igual, he aguantado demasiado y sé que siempre hay quienes quieren hacer daño y me da pena por ellos.
¿Alguna vez dijiste una mala palabra en vivo?
Soy mal hablada, la verdad. Pero al aire, no, no me ha pasado. De ley, a veces estoy muy enojada y, por ahí, se me sale una mala palabra, pero nada que sea ofensivo. Lo que sí tiendo a ser es muy sincera. Y eso me ha caracterizado y por eso creo que he llegado hasta donde estoy. Soy muy frontal. Y es que no le debo nada a nadie y no doy mi opinión para perjudicar.
¿Cuántos tatuajes tienes?
Tengo 13. Suena mucho, pero son muy pequeños. Tengo unas flores, en la mano y en el brazo. Los otros son mariposas, muy pequeñas, en la espalda. Es cierto lo que dicen de que te haces un tatuaje y después te quieres tatuar todo, entonces hay que manejarlo con pinzas.
¿Por qué mariposas y no balones de fútbol?
(Risas) No, quién se va a tatuar eso, qué feo. Va a sonar muy cursi, pero de pequeña leí que las mariposas pasaban la mayor parte de su vida queriendo ser mariposas y, cuando llegaban a serlo, solo alcanzaban a vivir tres días. Entonces me dije: Qué triste, pasar tanto tiempo queriendo ser eso y que dure tan poco. Entonces, sentí que que esas mariposas tatuadas no se iban a ir nunca.
¿Ya tomas mate o no te gustó?
Había probado hace algunos años, no me gusta. Es chistoso porque hay gente que me dice que hablo como argentina. Eso siempre me ha molestado porque no es así, me encanta hablar como guayaca y quiero seguir hablando como guayaca. (I)