Este canadiense llegó a Ecuador a cuidar de nuestros océanos. Jeff Le Blanc tiene 37 años y los últimos cinco los ha vivido en nuestro territorio. Es el presidente y fundador de Mare Nostrum, una fundación que tiene presencia en Chile, Colombia y Ecuador; en este último país trabaja en una investigación para reducir la pesca incidental de tortugas marinas, tiburones, rayas, mamíferos marinos y aves marinas.
Es abogado de profesión y tiene una maestría en Derecho Internacional, con especialidad en Derecho de mar. A pesar de que nació en Canadá es un ciudadano del mundo, vivió una temporada en Reino Unido y llegó a Ecuador persiguiendo el amor. “Tenía una novia ecuatoriana que quería estar más cerca de su familia y decidimos venir acá. Comencé a trabajar como asesor de Pablo Campana, en ese entonces ministro de Producción”. Cuando se le pregunta si piensa regresar a Canadá su respuesta es contundente: “no, mi país es muy frío”.
Le Blanc lidera una fundación que creó dos semanas después de pisar Ecuador, con el objetivo de eliminar la sobrepesca y promover la inclusión y el trabajo por el cambio climático. En 2022, junto con The Leatherback Project, ganaron el Ocean Innovation Challenge del Programa de las Naciones Unidas (PNUD), al presentar una propuesta para reducir la pesca incidental con redes de trasmallo, utilizando tecnología innovadora. Durante dos años contarán con el apoyo de esta organización y cerca de US$ 187.000 de financiamiento para realizar ensayos científicos con pescadores artesanales de Manabí.
Le Blanc comenta que la pesca incidental es una de las principales amenazas para los océanos al reducir directamente las poblaciones de megafauna, llevando a la extinción de muchas especies. Por ejemplo, la tortuga laúd —la más grande del planeta— solía florecer en el Pacífico Sur y hoy es víctima de las redes de pesca. En las últimas dos décadas se perdió el 99 % de su población en nuestra región. En los sitios de anidación —donde solían haber miles de estos individuos— ahora solo llegan cinco o seis. Lo mismo pasa, de acuerdo con este experto, con los tiburones zorro-pelágico, que están en peligro de extinción, y más de 100.000 son desembarcados cada año, en las costas, como resultado de la pesca incidental.
Su proyecto es ambicioso y lucha contra el tiempo para salvar la riqueza de nuestros océanos. “Lo que hacemos es aprovechar las capacidades sensoriales de determinadas especies, conectando luces LED de un color específico a las redes de pesca. Algunos estudios han demostrado que las tortugas marinas, los tiburones y otras especies pueden ver determinados colores (verde y morado). Mientras que, el atún, el dorado y otras especies objetivo de las capturas no tienen esta visibilidad y entrarán a la red con normalidad, con lo cual los pescadores no serán interrumpidos en su actividad”.
Utilizarán dos tipos de luces. La primera fue creada por Safety Net Technologies, tiene varios colores y secuencias. La segunda es una luz LED verde simple, que es mucho más asequible que la primera. Sin embargo, cuentan con más aliados que se sumaron a esta investigación, que se espera replicar a mayor escala. “El Departamento de Ingeniería de la University College of Londres (UCL), está trabajando con nosotros para diseñar una luz sencilla, rentable e inagotable, que pueda alimentarse a través del propio océano o mediante energía solar, contribuyendo así a la construcción de un sistema energético sostenible en la lucha contra el cambio climático”.
Si todo sale bien, Ecuador se convertiría en el primer país del mundo en utilizar esta tecnología. En seis meses se podrán conocer los primeros resultados y Le Blanc espera demostrar que el sistema es eficaz, obtener el apoyo de los pescadores y poder implementarlo a gran escala a través de una normativa específica. Están involucradas más de 200 personas, entre investigadores y pescadores.
Su trabajo le permite disfrutar de una de sus actividades favoritas, el buceo. Es un amante de la aventura, de subir montañas y de disfrutar del mar. Está a punto de convertirse en papá y con gran entusiasmo —para terminar— enfatizó que esta idea podría salvar la megadiversidad marítima. (I)