Tenía un blog de recetas con una amiga, pero no pensó que su vida derivaría en una cocina. La italiana Francesca Poli nació en Le Merche, una ciudad pequeña de 20.000 habitantes. Allí aprendió en familia a sentir el sabor de la verdadera cocina italiana, a preparar la pasta desde cero y a preparar salsas de tomates maduros y jugosos.
Estudió Literatura en la Universidad de Bolonia. En su camino un día se cruzó un ecuatoriano, Cristóbal Jarrín, quien estudiaba Relaciones Internacionales. Recuerda que sus miradas se encontraron en la biblioteca. “Fue chistoso, nos miramos, él estaba siempre solo, entonces con una amiga decidimos acercarnos y nos hicimos amigos. Él se regresó a Ecuador y perdimos contacto”.
Dos años después se encontraron en Facebook, empezaron a chatear esporádicamente, luego todos los meses, cada semana y, finalmente, a diario, pese a la diferencia de horario. En marzo de 2015 Jarrín le invitó a conocer Ecuador. Ella no dudó, aunque poco o nada sabía de Sudamérica. “Al principio fue horrible, cuando nos encontramos en la salida internacional fue raro, él estaba muy nervioso, casi no me habló. Me quedé tres semanas, conocí las playas de Manabí y la selva, fuimos a Misahuallí y al Puyo. Cuando volví a Italia sentía que mi vida estaba en la mitad del mundo”.
No pasaron ni tres meses y esta europea estaba de regreso en Ecuador. “Mi familia se preocupó por lo lejos que me iba. La vida en Italia estaba muy complicada. Mi instinto me decía que Cristóbal era mi futuro, me conquistaron sus detalles. Siete años después puedo asegurar que no me equivoqué. Ecuador me ha abierto muchas puertas, difícilmente en Europa podría vivir como vivo aquí”. Para ella, Europa vive momentos difíciles por la guerra entre Rusia y Ucrania.
Hace siete años, en 2016, esta pareja decidió emprender en un negocio propio. Con una inversión de US$ 10.000 abrieron la Trattoria Da Francesca. El lugar original era pequeño, apenas contaba con cuatro mesas; ella cocinaba y Jarrín atendía a los clientes. “El primer año salimos a pérdida porque pusimos precios muy baratos”.
El boca a boca fue trascendental en el crecimiento del negocio. En 2021 se mudaron a un lugar más amplio, en un sector exclusivo de Cumbayá. Entre risas dice que se triplicaron los clientes, pero también el trabajo. A sus 41 años asegura que Cristóbal Jarrín es el socio perfecto en el amor y los negocios.
Hoy la Trattoria Da Francesca es un punto de referencia ´della verdadera cusina italiana´. El precio promedio de un plato pasa los US$ 20, trabajan 12 personas y en 2022 las ventas llegaron a US$ 200.000.
Ella habla inglés, francés, italiano y español, aunque no ha perdido su acento nativo. Al preguntarle como define al Ecuador no dudó en responder: “Es el futuro, mucha posibilidad de trabajo, si tienes una mentalidad innovadora, puedes ser muy exitoso. En Europa la realidad es muy dura. Los ecuatorianos no valoran lo que tienen. Este país me ha regalado esperanza”.
Se declara amante de los mariscos y los ceviches, con un poco de culpa reconoce que no ha intentado aprender a preparar comida ecuatoriana. “Un plato que me encanta es la fanesca, especialmente por lo que encierra su preparación. Un ritual muy parecido al que se practica en la mayoría de las familias italianas. En la casa de mi suegra todos tenemos un rol que cumplir mientras disfrutamos de una buena conversación. A veces me ha tocado pelar granos”.
Tener hijos no está en sus planes. Dos gatos le esperan en su casa luego de una dura jornada laboral de 10 horas. ¿Cómo se ve en 10 años? “Jubilada, con mi esposo en una isla griega o en el sur de España”. Con una pícara sonrisa dice que hasta entonces seguirá aprovechando las oportunidades que este país le ofrece. (I)