Un paseo familiar por Escocia, en 2017, le voló la teja. En su tour por el páramo escocés, por las mejores destilerías del mundo como The Macallan, Glenfiddich, Dalmore, alzó la mano y preguntó: ¿Por qué su whisky es tan reconocido?. La respuesta fue muy simple: agua. Su líquido vital es de gran pureza, la que combinada con los otros tres ingredientes básicos del whisky (levadura, cebada y roble), permite hacer la magia. El agua andina obviamente es mejor que la escocesa, se dijo para sí mismo Santiago Sosa. Iluminado, y obsesionado, regresó al país. Para entonces trabajaba en la Casa de Valores Accival, ahora Atlántida, donde ganaba experiencia tras estudiar Negocios Internacionales y Marketing en la Universidad de Loyola, Nueva Orleans, EE.UU.
Nuestra familia tiene una propiedad por el volcán Pasochoa, donde hay un montón de vertientes naturales, que empiezan y terminan en la propiedad. Hicimos estudios de laboratorio a cinco de las 11 vertientes que encontramos y una salió sensacional, una calidad de agua fantástica, con un caudal bastante grande. Cuando regresé del viaje, me entró una especie de obsesión. Y aunque yo no era ni maestro destilador ni ingeniero químico ni ingeniero de alimentos ni nada de eso que tenga que ver con licores, me puse a investigar día y noche sobre el asunto del whisky y empecé a trabajar en un prototipo.
La aventura empezó en 2018 con US$ 3.000 de inversión inicial. Compró tres barricas en Estados Unidos y, junto a amigos que lo apoyaron en Ecuador, pasó de la teoría a la práctica. Se sumó Juan José Acosta como socio y, entre pruebas y errores, llegaron finalmente a la fórmula de su whisky. Entre ambos lanzaron y formalizaron Murco. El nombre se asemeja a lo que hacen los escoceses, es una denominación de origen. Representa el lugar donde está nuestra hacienda, dentro de la comunidad de Murco, que es en el Pasochoa. Hay una conexión fuerte con nuestro ingrediente más importante, que es el agua.
La producción de la bebida la maquilaban. El uso de la tecnología ha sido fundamental para desarrollar el producto. Tratamos de sacudir un poquito los cimientos de esta industria tan tradicional, tan antigua. Con la tecnología aceleramos el añejamiento, que es un problema. En Estados Unidos habían hecho ya unos prototipos de aceleramiento, que expone el roble a ultrasonido. Así, la interacción entre el whisky y el roble es un poco más intensa, acortando el tiempo de añejamiento.
Después de un tiempo, la aceptación y demanda del whisky superó sus expectativas. Compraron 12 barricas más y, luego, otras tres más a Dos Hemisferios. Hoy, en total cuentan con 30 barricas. Hemos crecido firmemente, tanto que solo hasta julio de 2022 ya cerramos las ventas de lo que fue todo 2021. El año pasado, siendo una empresa pequeña, vendimos más o menos US$ 23.000. Todavía no han llegado los meses más fuertes de las ventas, estamos con optimismo. Nuestra meta es vender más o menos US$ 80.000 este año y, con el inventario y barricas que ya tenemos para los próximos dos años, ya podríamos registrar ventas de aproximadamente US$ 400.000.
Pero Sosa sueña en grande, más allá de las fronteras ecuatorianas. Está seguro que la bendita agua del Pasochoa hace la diferencia para su producto premium. Yo quiero hacer el mejor whisky del mundo, quiero ganar el premio de hacer el mejor whisky del mundo. Yo no estoy aquí para decir que quiero hacer el mejor whisky de la región, el mejor whisky de América Latina, yo tengo la mira muy, muy alta. Trato de tomar las decisiones correctas con mucha paciencia, planificando a muy largo plazo para posicionarme en el mundo como uno de los mejores whiskys del mundo, si no es el mejor. Hay el whisky escocés, el americano, el japonés, que se puso de moda, ¿por qué no uno ecuatoriano?. (I)