Cuando pensaba en ideas para escribir esta historia recordé que durante mi infancia y adolescencia siempre me habían obsequiado una variedad de peluches, que fueron parte de la decoración de mi dormitorio y que, además fueron muy especiales. Aún los tengo guardados, así que decidí revisar sus etiquetas y coincidió que uno de ellos tenía el nombre de Felpel.
Esta empresa fundada por Alejandra Ulloa 'produce' emociones y las lleva, en forma de un peluche, a los rincones más especiales de las personas en sus hogares, incluso en sus trabajos y oficinas. La magia que quería transmitir surgió cuando tenía 17 años.
Hace 12 años, Ulloa se graduó del colegio y en ese periodo conoció a una persona que se convirtió en su mentora y, luego, en su suegra, quien falleció hace un año. “Ella me enseñó todo lo que sé. Ella ya tenía una empresa de peluches, pero me ayudó a empezar la mía. Viajé con ella a China para comprar la materia prima e inicié con todo”.
El rumbo de su vida tenía dos caminos: dejar sus estudios para dedicarse al emprendimiento de los peluches o continuar en la universidad sin saber qué pasaría después en el ámbito profesional. Optó por la primera opción, con el apoyo de unos y el rechazo de otros, pero convencida de que quería trabajar y tener su propio negocio.
La abuela de sus dos hijos fue la garante de su primer crédito. La primera inversión de US$ 5.000 la usó en la compra de telas y algunos materiales. “Yo hacía todo. Cosía y hacía todo el diseño. En un inicio quise únicamente vender la tela pero no se vendía así que decidí comenzar con los muñecos”, recuerda este empresaria.
Su primera línea fue de peluches de diferentes diseños que los distribuía en tiendas de regalos y jugueterías del país, así permaneció por algunos años. La segunda línea de producción que ha marcado su crecimiento es la fabricación de muñecos personalizados para diversas instituciones. “Empresas importantes nos comenzaron a contactar. Hemos hecho peluches para Pronaca, para la Policía Nacional y hemos tenido contratos de hasta 20.000 piezas”.
El primer contrato de esta línea se firmó con una fundación de niños autistas. A partir de ese pedido las llamadas se multiplicaron y Felpel se hizo conocida en este medio. Esta punta del triángulo es la que más le apasiona a Alejandra. Su imaginación y creatividad han logrado grandes resultados y en cada peluche se plasma la estrategia de publicidad de las empresas.
Hay episodios de nuestras vidas que pueden marcar un antes y un después y las decisiones que tomemos pueden determinar la dirección de nuestro futuro. En 2021, Ulloa se divorció y para ella este suceso fue un punto de quiebre en su estabilidad. “Me hice cargo de la empresa, todo el peso cayó sobre mí, fue una situación difícil y luego dejé de trabajar. Olvidé a mi empresa y no había una cabeza. Me quedé en casa con mis hijos”, expresa.
Ulloa tuvo que decidir entre “morir o volver a nacer” y en esta ocasión optó por la segunda. Esta ambateña no se dio por vencida y a pesar de las circunstancias y el duelo que la envolvía decidió ponerse de pie y visitar su fábrica a la que le había dedicado tantos años. “Les dije a mis colaboradores que teníamos que ponernos las pilas y me tuve que despertar”.
En 2022, los cambios iniciaron y su exsuegra, quien la impulsó en sus inicios, se hizo presente nuevamente para ayudarla a independizarse. La estructura interna y externa de la empresa evolucionó. Los canales digitales y las redes sociales de Felpel dieron un giro de 180 grados.
La tercera línea de producción de esta compañía es la exportación. Hace diez meses Felpel exporta a Costa Rica 5.000 peluches, cada 60 días. Para abarcar y cumplir con estos pedidos, Alejandra invirtió US$150.000, para tecnificar su fábrica y aumentar equipos.
El 2022 esta empresa cerró sus ventas en US$ 140.000, en 2023 llegó a US$170.000 y para este año que comienza la meta es superar los US$ 200.000. Para Ulloa, vender una emoción es parte de su motivación y su afán por convertir a sus peluches en un objeto que tenga significado y perdure en el tiempo. Su suegra es parte de su historia. A ella la recuerda como su maestra y la describe como una mujer que acompañó su vida y su crecimiento. (I)