Finalizadas las elecciones presidenciales de Estados Unidos y declarado vencedor Donald Trump, quien asumirá nuevamente el control del país, el foco ahora es cómo repercutirá este resultado en la industria automotriz.
El republicano se convertirá en el 47º presidente de Estados Unidos cuando preste juramento el 20 de enero de 2025. Su victoria y su estrecha asociación con Elon Musk dieron lugar a muchas especulaciones sobre el futuro del sector automovilístico estadounidense.
Aumento de los aranceles a China
En 2016, cuando Trump ocupaba la Casa Blanca en su anterior mandato, se impusieron una serie de aranceles sobre las piezas de automóviles y los vehículos importados de China: un 25% sobre los vehículos fabricados en el país asiático, incluidos autos, camiones y piezas de importadas a Estados Unidos.
En marzo de 2018, esto se amplió para incluir también las importaciones de acero y aluminio (25% sobre el acero y 10% sobre el aluminio). Los aranceles afectaron a todas las industrias, incluida la automovilística. Si nos desplazamos hasta 2024, éstos no sólo se mantuvieron sin cambios, sino que a partir de 2024, la administración Biden anunció planes para aumentar el arancel sobre los vehículos eléctricos importados de China del 25% al 100%.
La decisión forma parte de una estrategia más amplia para proteger las industrias estadounidenses y promover la fabricación de ese país. También es una respuesta a las amplias subvenciones y prácticas no comerciales de China, que contribuyeron a un crecimiento del 70% de las exportaciones chinas de vehículos eléctricos entre 2022 y 2023.
El lema de campaña de Trump para "volver a hacer grande a Estados Unidos" lleva a pensar que su administración mantendrá la actual propuesta de arancel del 100% sobre los vehículos eléctricos fabricados en China.
El rol fundamental de los semiconductores
La administración Biden también está actualmente comprometida con la mejora de la producción local de semiconductores y el fortalecimiento de la cadena de suministro a través de la Ley CHIPS y de Ciencia. Esta ley representa una inversión de 53.000 millones de dólares para reforzar las capacidades de fabricación de semiconductores estadounidenses, fomentar la investigación y la innovación y desarrollar un personal cualificado.
La Ley CHIPS y Ciencia asigna 39.000 millones de dólares en incentivos directos para construir, modernizar y ampliar las instalaciones de fabricación de semiconductores. También ofrece un crédito fiscal a la inversión del 25% para las empresas de semiconductores, fomentando así una mayor inversión en la producción nacional.
Para garantizar que estas inversiones sean sostenibles, Biden planea elevar la tasa arancelaria sobre los semiconductores del 25% al 50% para 2025, lo que se considera un paso crucial para promover la viabilidad a largo plazo de estas iniciativas. Al aumentar el arancel, el actual presidente planea proteger a los productores nacionales y garantizar que las inversiones en la fabricación de semiconductores reporten beneficios sustanciales a la economía estadounidense.
Sin embargo, Trump, basándose en sus continuas críticas a la Ley CHIPS que tachó de ineficaz y perjudicial para los intereses estadounidenses, podría considerar reducir o incluso eliminar la inversión de 53.000 millones de dólares asignada, optando en su lugar por aumentar el arancel propuesto del 50% sobre los semiconductores.
La agenda de Trump prioriza la fabricación estadounidense y suaviza las regulaciones comerciales, lo que beneficia a la industria automovilística. Su postura comercial de "Estados Unidos primero" incluye el aumento de los aranceles a la importación para animar a las empresas extranjeras de semiconductores a establecer fábricas en Estados Unidos.
Aunque la Ley CHIPS se enfrenta a desafíos en su ejecución, existe la preocupación de que Trump 2.0 pueda deshacer los esfuerzos para establecer plantas de semiconductores y puestos de trabajo en el país, poniendo potencialmente en peligro años de progreso.
Elon Musk: ¿Un jugador clave en la próxima administración de Trump?
"Nació una estrella: Elon", fue una frase del discurso de victoria de Trump. Palabras bienvenidas, sin duda, teniendo en cuenta que Elon Musk se gastó más de 120 millones de dólares haciendo campaña a favor del candidato.
La victoria de Trump coloca a Elon Musk en el lugar adecuado en el momento oportuno, convirtiéndolo en la primera opción para múltiples puestos influyentes dentro de la próxima administración y dándole potencialmente la capacidad para dar forma a políticas clave en varios sectores.
Un puesto probable del que se habla es el de asesor tecnológico, que le permitiría centrarse en iniciativas de ciencia y tecnología. Ese papel permitiría a Musk aprovechar su amplia experiencia en la industria tecnológica para orientar las políticas gubernamentales que promuevan la innovación y el avance tecnológico.
También se habla de la posibilidad de que Musk sea considerado para los puestos de Secretario de Transporte o Secretario de Energía, donde podrá impulsar su agenda relacionada con la energía solar y el almacenamiento de energía, en línea con su compromiso con las soluciones de energías renovables.
La política espacial es otra área potencial de implicación para el dueño de SpaceX, donde su liderazgo podría aportar valiosos conocimientos sobre las iniciativas espaciales nacionales.
La experiencia de Musk también podría utilizarse como asesor económico del gobierno, donde se centraría en estrategias para reducir el gasto federal. Con su audaz afirmación de que es capaz de recortar al menos 2 billones de dólares del presupuesto federal demostró su ambicioso enfoque de la eficiencia gubernamental, las molestias y regulaciones asociadas con un puesto gubernamental a tiempo completo definitivamente harían de su trabajo uno interesante de observar. Queda por saber si esta vez se lanzará.
Independientemente del cargo que asuma, creo que podemos esperar que Musk impulse un par de agendas, la mayor de las cuales es la aprobación federal de los vehículos totalmente autónomos frente a la aprobación estatal. Lleva detrás de esto desde 2018, y ahora parece el momento perfecto para crear una nueva política.
Si consigue poner en marcha esta iniciativa, abrirá interesantes conflictos con California: un estado que no quiere suavizar sus requisitos para los autos sin conductor.
Una segunda área que Musk querrá capitalizar será su negocio de energía solar y almacenamiento de energía, que ayudará a desplazar el foco de las ventas relacionadas con los vehículos. Sin embargo, dado que la mayor parte de su riqueza procede de Tesla, conseguir una legislación para la aprobación federal de los vehículos autónomos es su mejor apuesta, lo que también impulsará su negocio.
En resumen, si juega bien sus cartas, la alineación de Musk con una administración liderada por Trump no sólo podría impulsar la ventaja competitiva de Tesla, su facilidad regulatoria y expansión a nuevos mercados, sino que también ayudaría a Starlink a remodelar el escenario de los satélites y la conectividad tanto en EE.UU. como en el resto del mundo.
El futuro de la financiación de autos eléctricos
Trump sostiene que la transición a los vehículos eléctricos debe ser liderada por el sector privado, incluidos los fabricantes de autos y las empresas tecnológicas, en lugar de a través de subsidios gubernamentales. Con este fin, es posible que considere recortar o reorientar la financiación del programa de Infraestructura Nacional de Vehículos Eléctricos (NEVI), argumentando que el gobierno federal no debería financiar las redes de recarga. Será interesante ver cómo evoluciona esto, dada la creciente proximidad de Elon Musk a Trump y el hecho de que Tesla utilizó una parte significativa de la financiación del NEVI para ampliar su red de Supercargadores.
Aunque es probable que Trump dé prioridad a los combustibles fósiles frente a la energía verde, es posible que no elimine el programa NEVI por completo. En cambio, puede que reduzca la financiación federal para las estaciones de recarga, y que los fondos ahorrados se desvíen hacia otros proyectos de infraestructuras, como dar prioridad a las estaciones de gas natural o mejorar las autopistas para los vehículos tradicionales.
Trump cree firmemente que no es tarea del gobierno federal financiar las redes de recarga de vehículos eléctricos, mientras que el sector privado lidera el desarrollo de la tecnología y la infraestructura de los vehículos eléctricos.
Un detalle en el que pensar: si Trump reduce o elimina los incentivos, Tesla será la principal ganadora. Su base de costos y sus plataformas de vehículos le permiten vender autos eléctricos de forma rentable, lo que podría no ser el caso de otros fabricantes estadounidenses y mundiales, que lucharán por igualar los precios de los modelos eléctricos y de los vehículos de combustión interna.
Trump 2.0 y la Ley de Reducción de la Inflación (IRA)
Bajo la administración Trump, es posible que se tomen medidas significativas con respecto a la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), entre ellas:
- Reducción o ausencia de subvenciones para las empresas y los consumidores de energías limpias, en particular en lo relativo a los créditos e incentivos fiscales para los vehículos eléctricos.
- Reducción de las inversiones en infraestructuras de energía verde e investigación relacionada con el clima.
- Reducción de la financiación de proyectos relacionados con la red eléctrica, las soluciones de almacenamiento en baterías y las energías renovables.
- Incertidumbre sobre la financiación de las tecnologías de hidrógeno y de captura y almacenamiento de carbono.
Estas acciones reflejarían un alejamiento del apoyo federal a las energías limpias para dar prioridad a las fuentes de energía tradicionales.
Revitalizar el USMCA: el plan de Trump para reforzar los aranceles con México
La administración Trump planea aplicar varios aranceles a México para reforzar el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA). Este enfoque pretende reforzar las políticas comerciales establecidas durante la presidencia de Trump, garantizando que se prioricen los intereses estadounidenses.
Con la imposición de aranceles, Trump pretende crear un entorno comercial más favorable para los fabricantes estadounidenses y reducir la dependencia de las importaciones. Un área clave en la que se centra es la industria del automóvil, donde el acuerdo obliga a que el 75% de los componentes de un vehículo se produzcan en Norteamérica para poder optar a aranceles cero, un aumento respecto al 62,5% del TLCAN.
Conclusión
Entonces, ¿Qué significará Trump 2.0 para la industria automotriz de Estados Unidos? ¿Un alivio a corto plazo por la relajación de los mandatos y las políticas comerciales proteccionistas? Aunque esto puede ser cierto hasta cierto punto, será a expensas de la competitividad global. Para los consumidores, esto podría significar precios más altos y opciones limitadas. La ventaja de Tesla puede crecer, aunque la resistencia y la adaptabilidad serán cruciales para la supervivencia de la industria.
Nota publicada en Forbes US.