Wilmer Morales sabía que su destino profesional estaba en la Contabilidad, aunque reconoce que no le encontraba mucho sentido. El punto de quiebre lo vivió en su adolescencia, cuando una profesora en cuarto curso del colegio Andino lo sentenció a volverse un ´doctor de las empresas´.
Esta frase caló tanto en sus venas que obtuvo su título universitario como Ingeniero en Contabilidad y Auditor Público Autorizado. Empezó a trabajar a los 18 años como mensajero en una firma de contabilidad y rápidamente ascendió a asistente contable. Las puertas se le abrieron en Human Development (una reclutadora de personal) y también en una empresa de auditoría. En menos de lo que se imaginaba ya estaba en Ernst & Young (EY), considerada una de las big four en el sector de la consultoría y auditoría.
Morales cuenta que se sentía como un Superman ecuatoriano y que todo lo podía resolver con un chasquido de sus dedos. “Dejé EY para apostarle a un negocio propio con uno de mis hermanos. Pero reconozco que en esa época tenía una actitud un poco arrogante, tenía mi ego por las nubes y carecía de empatía. La sociedad se rompió un año después”. Las puertas enseguida se le abrieron en una compañía de turismo como Contralor y tuvo un paso fugaz por el Ministerio de Turismo, al que califica como la peor de sus experiencias. Morales creía que el mundo estaba a sus pies, pero tuvo que darse contra el planeta para recapacitar.
“Me di con la piedra en los dientes, literalmente me quedé sin pan ni pedazo. Pasé ocho meses sin trabajo. Entonces decidí emprender, abrí un local de hamburguesas, cuyo principal ingrediente era la tripa mishqui, pero quebré. Con la autoestima por los pies, tomé un avión y me fui a visitar a una amiga en Nueva Jersey, EE.UU. El mes que pasé allá me abrió una nueva perspectiva de vida, volví con otros bríos y una actitud diferente frente a la vida y a las personas”.
En 2016 volvió a hablar con su hermano y se reactivó la posibilidad de realizar auditorías a empresas del sector público. “Manejamos una cartera de US$ 900.000 de empresas como Petroamazonas, Municipio de Quito, Emaseo, Farmasol EP, entre otras". También reabrió Mishky burguer con un local en la Vicentina y otro en el sur de Quito. Morales pensaba que, si México tenía sus burritos, Ecuador debía tener su hamburguesa de tripa. Con una nueva visión de las cosas, en 2017 se contactó con su ahora socia Diana Cazorla y en una oficina prestada abrieron Audit & Co. Latam (ACL), dedicada a auditorías y consultorías financieras.
“Ese primer año tuvimos honorarios por US$ 6.800. Decidí tomar un curso en Harvard en donde aprendí las estrategias y el modelo de negocio win/win. Al regresar lo implementé al pie de la letra”. En 2018 cerraron con 20 clientes y una facturación de US$ 85.000. Cuando llegó la pandemia, cerró su negocio gastronómico para darle a ACL con todo. Abrió oficinas en Colombia con dos clientes, pero su consolidación se dio en 2022 de la mano de Speedcast, un proveedor de comunicaciones satelitales y servicios de TI. Ese año logró una facturación de US$ 345.000. En 2023 el turno fue para EE.UU. Ahora tiene 100 clientes, 22 colaboradores y ventas por medio millón de dólares.
Casado y padre de dos hijos, practica golf los fines de semana por ser un deporte de networking y estrategia. Mientras me contaba sobre su participación fallida en un torneo junto a la selección cristiana de fútbol (quedaron últimos) soltó una carcajada. Tras su reconciliación con el mundo, este ejecutivo de 42 años sigue soñando en grande.
En 2025 abrirá oficinas en Perú y está 'craneando' la venta de membresías para el resto de Latinoamérica. “Tengo interesados en México y Bolivia. Mi intención es ser un líder desde Ecuador y demostrar que sí podemos”. Mientras este sueño se cocina, Morales pone a punto el Hueca Fest de este año, una feria de gastronomía nacional que organiza desde 2022. En su escaso tiempo libre maneja hacia Nono, en el noroccidente de la capital, para sentir la naturaleza y retomar fuerzas. (I)