De padre arquitecto y madre diseñadora de modas, Fausto Altamirano se define como “un artista plástico, más amante del arte visual, el cual utilizo para el diseño de moda”. Pero también es un empresario que hace 20 años creó su marca Baccio y con la que se ha abierto mercado en Miami, Europa, América Latina y Asia.
En una entrevista a distancia entre Quito y Miami, Altamirano cuenta que siempre quiso ser un pintor, un artista. “Mi papá me dijo que ser artista es difícil”, pero él no hizo caso y para cumplir esa meta estudió en la Escuela de Bellas Artes de Guayaquil y en la Universidad Internacional de Arte de Miami.
Este ecuatoriano recuerda que llegó a Estados Unidos en 1994, con unos US$ 500 en el bolsillo. Era un adolescente de 17 años, hizo algunos contactos y pudo exhibir algunos cuadros en galerías de Miami Beach. Luego consiguió empleo: “Empecé a trabajar en un local de Harley Davidson, pintando cascos, tanques y otras partes de las motocicletas. Luego pinté baterías para la tienda Guitar Center”. Esas primeras obras de arte 'made in USA' le abrieron puertas.
Pese a todas las adversidades que enfrentan los migrantes, Altamirano no se daba por vencido. Su madre, Nora Garay, con la que siempre ha tenido una conexión especial, trabajaba en una tienda del diseñador italiano Gianni Versace y era testigo de primera línea de la propuesta, los diseños y el lujo alrededor de la marca. “Veía que la moda era un gran mercado y le propuse a mi mamá diseñar y confeccionar vestidos con encajes, le pusimos mucha cristalería Swarovski”.
Esa idea se convirtió en una primera colección de Altamirano, quien lleva el mismo nombre de su padre. Con vestidos en tallas S, M y L en la mano, hijo y madre visitaron diferentes boutiques de Miami Beach. Algunas les abrieron sus vitrinas y otras no. “El trabajo era manual, artesanal y fue muy bien visto. Así algunos de los vestidos se exhibían junto a marcas como Versace o Roberto Cavalli”, recuerda este ecuatoriano que hoy tiene 47 años.
El tiempo pasó y se hacía conocido. En el año 2002 decidió ponerle una marca a sus diseños y así nació Baccio by Altamirano, que significa beso en italiano. “Yo apuntaba a ser una marca conocida, con varias tiendas. Lo estoy haciendo poco a poco, soy el único socio e inversionista y eso es complicado en algunos momentos. Tuve que perder la timidez y salir al medio, a los shows, a las fashion week. La marca se fue fortaleciendo con piezas únicas y de pocas cantidades, lo que generaba un valor agregado”.
Hoy Altamirano tiene tres tiendas en Nueva York, Miami y Las Vegas. Sus trajes, además, llegan a cerca de 50 boutiques de Francia, Países Bajos, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, México, Puerto Rico, República Dominicana, Colombia y otros países. Una de las vitrinas de mayor exposición, según Altamirano, son los shows de moda en Londres.
Con más de 20 años de carrera, Altamirano dice ser un empresario, un artista y empleado de sí mismo. “Me gusta estar en los cortes de las telas, en la confección, pero también en la producción y en las ventas. Hay todo un equipo detrás de cada colección. Entre la producción, las ventas, el equipo de modelaje, los videógrafos y las tiendas somos cerca de 25 personas”. La actividad se mantiene y los ingresos mensuales superan los US$ 60.000.
Ahora Altamirano quiere celebrar los 20 años de Baccio con la apertura de una tienda en Guayaquil, en Puerto Santa Ana. “La tienda la montamos en dos meses y es algo novedoso. Invertí cerca de US$ 70.000. Es una propuesta para romper patrones de la moda de la ciudad y el país”. Su meta es abrir más tiendas y México es el primer objetivo.
Mientras los nuevos objetivos se cumplen, este ecuatoriano se mantiene ocupado desde las 04:00, hora en la que va a su taller a revisar cortes y a tomar fotos que las envía enseguida a su equipo. “Siempre pido opiniones, hablo con el equipo de ventas, coordino las entregas, atiendo a los clientes”. Y busca inversionistas para sus nuevos proyectos. (I)