Una semilla amazónica es una suerte de 'piedra filosofal' de la empresa ecuatoriana Agroindustrias G2. Los inicios de esta firma se remontan al año 2012, cuando Marco Gaibor, un ingeniero agropecuario, formó parte de un programa gubernamental en donde técnicos jóvenes trabajaban con comunidades indígenas para conocer más sobre sus cultivos.
Gaibor, entonces de 26 años, estuvo a cargo de cuatro productos agrícolas, entre ellos el sacha inchi. Esta planta, aunque parezca nueva, ya era manipulada hace siglos por nuestros antepasados.
Hace una década la información sobre este cultivo era escasa y todo apuntaba hacia Perú, el mayor exportador de derivados de sacha inchi en el continente. Es así que Gaibor decide emprender una aventura hacia este país para conocer todo acerca del sacha inchi. A través de internet, logró contactar a empresas que sabían cómo producir la semilla. El ingeniero agropecuario viajó con sus recursos y el apoyo de sus padres. Su objetivo era aprender y volver a Ecuador para enseñar a los agricultores cómo funciona su cosecha y lograr producir el aceite de semilla.
Mientras cuenta la historia de Agroindustrias G2 Gaibor reflexiona: “Somos muy buenos exportando la materia prima de nuestras plantaciones, pero no sus derivados. Somos los mayores exportadores de banano, pero no de chifle. Igual sucede con el cacao de fino aroma y el chocolate”, asegura que su meta es llevar el aceite ecuatoriano de sacha inchi a más países del mundo.
Este emprendedor recuerda que durante su trabajo con el gobierno hubo un proyecto con el que se construyeron cinco centros de acopio y se sembraron 250 hectáreas de cultivo de sacha inchi. Pero Gaibor sabía que desde su zona de confort no conseguiría obtener nada más de esta peculiar semilla. Por eso, en 2018 renunció a su trabajo para emprender un viaje de investigación y descubrimiento, sin saber lo que lograría al cabo de unos años.
En ese entonces, una empresa peruana se comunicó con él para ofrecerle financiamiento, con la condición de llegar a producir 10 toneladas mensuales de materia prima. “Ellos invertirían en una fábrica en Ecuador, con el trabajo de los agricultores para fomentar una industria. Pero nada de esto se cumplió”, recuerda Marco.
Entre desilusiones y esperanzas, en 2019, Gaibor decidió, finalmente, conformar su empresa junto con sus papás, su hermano y una tía política. La primera inversión fue de US$ 500.000 para construir la fábrica, adquirir maquinaría de Colombia y Alemania. Este financiamiento lo obtuvieron de la Corporación Financiera Nacional.
“La CFN aprobó nuestro crédito porque teníamos un proyecto con un colchón social y porque detrás también estaban más familias ecuatorianas que formarían parte del proyecto junto a nosotros”, comenta y asegura que, en la actualidad Agroindustrias G2 trabaja con 500 familias en la producción de la semilla y en su planta, ubicada en San Miguel de los Bancos, con cinco mujeres del sector.
Actualmente, Agroindustrias G2 exporta seis toneladas mensuales a Perú, que le generan ingresos mensuales de US$ 12.500, solo en materia prima. En lo que es el aceite, esta empresa empezó sus envíos a Estados Unidos en 2022. El primer pedido fue de 150 botellas y hoy exporta 500 botellas, cada dos meses. Cada una tiene un costo de US$ 10. Además, Suma Sach'a –la marca del producto- es vendido en Amazon. Su ingreso a esta plataforma de comercio electrónico se dio luego de que Gaibor y su producto fueran contactados en una feria internacional. A través de esta multinacional, la empresa envía 450 botellas más que se venden en USD 20.
El producto está perchado en el supermercado Phoenicia Specialty Foods, en Texas. Y ahora Gaibor está negociando para ingresar a Costco, una de las cadenas de tienda de servicio más grandes de ese país y México; ya envío las primeras cinco cajas con 150 botellas para establecer su marca.
En Ecuador, se venden alrededor de 900 botellas de aceite de sacha inchi, cada 45 días. Su precio está en US$ 13 y se las puede encontrar en las tres principales cadenas de supermercados a nivel nacional. Con todos estos canales de venta abiertos, la empresa calcula cerra este año con una facturación cercana a los US$ 200.000.
Para Gaibor, su mamá es su principal socia y soporte. Su papá se convirtió en su socio capitalista, sobre todo en momentos complicados. Uno de esos fue cuando la empresa produjo 10.000 litros de aceite para su exportación a Arabia Saudita, pero el Covid-19 lo complicó todo y las puertas se cerraron. Pero no todo fue negativo. El contenido nutricional de su producto abrió mercado durante la pandemia porque ayudaba a que la sangre no se coagulara, algo que sucedía comúnmente en quien portaba el virus.
Gaibor es fiel creyente en que la oportunidad de crecimiento está en los derivados. “El aceite fue la punta de lanza. Ahora hemos puesto en el mercado 17 productos cosméticos: cremas corporales, bálsamos, entre otros”, comenta y cuenta que esta línea tuvo una inversión de US$ 15.000. Ahora iniciará la fabricación de una proteína hidrolizada de sacha inchi, con sabor a fresa, vainilla y chocolate, con una inversión de US$ 8.000 y la primera producción fue de 800 kilos. Su lanzamiento será en noviembre. (I)