Marcela Amoroso Crespo nació en Cuenca, ciudad de la que salió a los 18 años para estudiar una licenciatura en diseño de interiores en Fashion Institute of Technology (FIT) en Nueva York, EE.UU.
Recuerda que desde niña siempre le llamó la atención redecorar su dormitorio o pintar las paredes con colores y texturas. Durante los cinco años que vivió en la Gran Manzana tuvo la oportunidad de explotar a fondo su creatividad al decorar vitrinas y escaparates de almacenes como Macy's o Sacks Fifth Avenue.
"El trabajo era duro, nos tocaba empezar desde cero. Una vitrina que me encantó fue en Halloween, la decoración era con calabazas gigantes que con la iluminación parecía que tenían vida y adquirían un movimiento especial para resaltar una colección de Valentino".
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Con todas estas ideas locas en su cabeza, volvió a Ecuador en 1994. Decidió radicarse en Quito porque en ese entonces sentía que Cuenca le quedaba pequeña. Su sueño de tener algo propio debía esperar. Casada y con una hija, sentía que tenía que aportar a la economía familiar. Trabajó cuatro años en las agencias de publicidad Maruri y otros tres en Equigrupo. Paralelamente entró a estudiar diseño gráfico en la Universidad Metropolitana en Quito.
Amoroso habla con pasión y recuerda que cuando nació su segundo hijo decidió hacer una pausa en su vida profesional para disfrutar de la maternidad. "Tres años después me jalaba de los pelos en la casa, entonces una amiga me propuso que le diseñe unos recuerdos para la primera comunión de su hija. Todo el mundo preguntaba donde los hicieron. A partir de ahí mi vida dio un giro de 180 grados y me lancé a ciegas a crear mi propio emprendimiento. Sin saber para nada el know how".
Su espíritu aventurero le llevó a invertir US$ 800 para confeccionar alfombras a mano que simulaban pétalos de rosas. Recuerda que pasaba horas quemando los filos para que no se deshilen. Todas las semanas iba al centro histórico a comprar material.
Una marca de diseño de muebles le contactó para vender sus alfombras. "Me pedían unas cinco alfombras al mes, eran costosas, más o menos se vendían en US$ 2.500 cada una. Todo era hecho a mano. También empecé a elaborar cojines y carteras, que las vendía entre US$ 80 y US$ 120 dólares. Los cojines los entregaba a una diseñadora y se vendían más o menos en unos US$ 20.
Así nació Pomarosa, en 2010. El nombre viene de una fruta común en el sur del país, pequeña de tamaño, de sabor dulce y olor a rosa, que le encantaba a su mamá. Ese año las ventas del naciente emprendimiento llegaron a US$ 10.000.
Según Amoroso todavía había mucha tela que cortar y es quizás por eso que nunca desmayó pese a los altibajos. Curiosa, resiliente y extrovertida, en 2013 decidió levantar capital. "Nos preparamos mucho en la forma de vender nuestro emprendimiento. Mi esposo me ayuda hasta ahora en la parte financiera, soy cero en eso. Supimos que había interés en invertir. El capital semilla fue de US$ 40.000, pero además nos dieron todo el know how que nos hacía falta. Fue un coaching de dos años. Nos enfocamos en cojinería, porque era más masivo,"
Para crecer, cuenta esta emprendedora, la estrategia fue trabajar con cadenas. "Producíamos unos 3.000 cojines mensuales, contaba con 12 colaboradores y ese año logramos ventas de US$ 103.000".
Los años venideros fueron de un constante crecimiento. Poco a poco se fueron sumando otros artículos de hogar como manteles, servilletas, individuales, cosmetiqueras o adornos de tela. Nada era imposible para Amoroso y esa actitud, que la mantiene hasta ahora, es lo que le permite seguir escalando. En 2015 las ventas superaban los US$ 350.000 anuales.
Lo que empezó como una pequeña operación familiar, ahora cuenta con 30 colaboradores, todas mujeres, cabezas de familia. "Ellas aportan habilidades únicas al equipo, son el eje principal de la empresa. Conozco cada detalle de su vida, sus problemas y necesidades. Tengo una psicóloga, nutricionista e incluso una financiera para que les guíe. Si ellas están bien, nosotros también".
No deja de sonreír durante la entrevista. En cada palabra se evidencia la pasión que siente por lo que hace. Recuerda que en 2021 tenía un contenedor de 20 toneladas lleno de muestras y retazos de cojinería. Su hija le ayudó a subir a redes los productos y se vendieron en un abrir y cerrar de ojos. Para ella las oportunidades suelen aparecer en los momentos más inesperados y hay que saber encontrarlas.
En pandemia sus ventas bajaron a US$ 137.000 anuales y decidió incursionar en moda. "Dije es el momento de sacudirme o no salimos. Con una pequeña inversión empecé a crear conjuntos que sean cómodos, ligeros y causales. Habíamos salido de pandemia y la moda cambió. Buscábamos confort y eso es lo que yo les ofrecía ese momento". Y no se equivocó: las ventas entre sus artículos de hogar y sus colecciones de moda le permitieron cerrar 2021 con una facturación de US$ 390.000.
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Amoroso lleva más de 15 años creando y cada pieza tiene una historia detrás, ninguna se parece entre sí. Como ella resalta son sueños que se vuelven tangibles. ¿Qué les ha permitido mantenerse en el tiempo? "Tuvimos un mentor que nos sugirió no repartir utilidades, eso nos ha permitido superar las épocas de las vacas flacas. Buscamos crecer sin riesgos financieros elevados y encontramos nuestro nicho de mercado, al que lo vamos mejorado constantemente. Hemos logrado un equilibrio. A los jóvenes emprendedores les digo que se lancen, pero que es básico tener clara la fase financiera sino es un fracaso seguro, en eso mi esposo fue mi puntal. Soy audaz, uno no debe estancarse, siempre hay que ingeniarse".
En su taller, ubicado en el valle de Tumbaco, pone a punto sus últimos pedidos del año. Actualmente sus productos de hogar se venden en cinco cadenas de retail. Las ventas cerrarán este 2024 sobre los US$ 400.000.
Disfruta visitar su ciudad natal una vez al año. Ni bien se baja del avión, avanza unos metros para disfrutar de uno de sus platos favoritos: el mote pillo y en la noche camina por las orillas del Tomebamba. Finalmente, con picardía, afirma que hay Pomarosa para largo, porque quiere ser protagonista de hacer un mundo mejor. (I)