Si hay dos cosas por las que los ecuatorianos somos famosos, es una: por ser early adopters (una bonita manera de decir noveleros), que nos llevó a ser de los primeros países en la región, en adoptar la tecnología celular hace casi dos décadas. Siempre estando al día con los nuevos dispositivos, apps y cuantas redes sociales podamos instalar en nuestros teléfonos.
Y dos, por buscar la manera más fácil y rápida de hacer las cosas. El ecuatoriano no quiere complicarse, no quiere el diagnóstico (algunos ni la vacuna), el ecuatoriano quiere la cura. La solución para todos sus problemas, un todo en uno.
Seamos sinceros, tiene mucho sentido. Si tal cosa existe, entonces: ¡venga!
Así lo señala Juan Carlos Salazar, director de Engage.ec, quien en todo este correteo y alboroto de la caída de las redes sociales a escala mundial, se dio un tiempo para decirnos: Calma, calma, que no panda el cúnico.
La buena noticia, es que no solo existe, sino que son tres: WhatsApp, Instagram y Facebook. El ecuatoriano tiene toda su vida en órbita alrededor de esas tres grandes redes sociales, que emulan a tres críticos y complementarios: comunicación, ocio y relaciones personales. Y es bien sabido que cuando uno de estos aspectos falta en nuestras vidas, se produce un desequilibrio muy peculiar y no siempre con los mejores resultados.
Imagina que no puedes comunicarte, no puedes desestresarte o pierdes el contacto con tus seres queridos, por un tiempo indefinido. La palabra imagina es puramente un recurso literario, porque mientras escribo estas líneas, esta sucediendo exactamente eso. Estos aspectos que tradicionalmente están unidos por un cordón de fibra óptica a nuestro cerebro, pulgar y corazón, están cortados. Fuera de línea. Caídos. No tenemos WhatsApp, Facebook o Instagram y para empeorar nuestra ya clásica neurosis de los lunes, no tenemos ni idea cuando vuelvan a estar en línea otra vez.
¿Cuánto tiempo es para siempre?
Es posible que vuelvan en línea en un par de minutos, un par de horas o un par de cientos de años, dependiendo quién este a cargo del maletín con los códigos de lanzamiento nuclear.
Pero de la misma manera en que Alicia le pregunta al conejo: ¿cuánto tiempo es para siempre? y el le responde: a veces solo un segundo. Cada segundo que no estamos en línea, billones de mensajes, billones de fotos y billones de dólares se ven afectados.
Solo para poner las cosas en contexto según el blog de investigación Tech Jury (actualizado al día de hoy 4 de octubre del 2021), se estima que generamos 1.145 trillones de Mb de datos al día. Es decir 1,7 Mb por segundo por humano conectado a internet. Solo en el 2020 generamos 2,5 quintillones de bytes, solo por cultura general el número quintillones tiene 18 ceros.
Hablando de ocio, o más bien del negocio del ocio y lifestyle para sus acérrimos defensores. Instagram tan solo en el 2020 le generó a su propietaria Facebook, 24 billones (US$ 24.000´000.000) en ingresos, a través de publicidad mostrada a sus 1.435 millones de usuarios (al segundo trimestre del 2021), en el que predominan los usuarios de 25 a 34 años, que tradicionalmente son los de mayor poder adquisitivo y sensibilidad de compra.
Por lo tanto, en un solo segundo en esta mega red social, se gana o se pierde mucho. Muchísimo dinero, y esto no es una suposición es una realidad.
¿Pero ese es el costo de la tecnología?
Si y no. Realmente la tecnología y todos los procesos de integración o transformación digital, responden de manera directamente proporcional a la necesidad, la inversión y sobre todas las cosas a la voluntad de quienes los adoptan para su vida u organizaciones.
Quiero aclarar que, si bien es cierto Instagram, no es mi red social favorita y que no tengo nada en contra de ella. Al momento de lanzar una campaña de Marketing, al parecer es la única que existe para la gran mayoría de empresas y emprendimientos. Y es comprensible, porque la simbiosis que existe entre el ecosistema del influencer marketing, la venta informal, los botones de pago, la pauta digital y el creciente mercado del streaming fueron pensados para crear esta dependencia.
Pero en el camino nos olvidamos que la piedra fundamental de la transformación digital es la omnicanalidad. Una buena estrategia de marketing (ventas y comunicación), debe considerar los aspectos de cada uno de los canales y puntos de contacto (y dolor) de su marca, empresa y principalmente los de sus usuarios.
Es cierto que WhatsApp Business se ha posicionado como una herramienta de costo-cero para los emprendedores y empresas, pero es solo eso: una de las decenas de herramientas que tenemos a la mano para cumplir nuestros objetivos.
No podemos pensar que un automóvil será funcional solo porque tiene motor.
Los mismo sucede con los negocios, si una estrategia coherente que integre: activos web propios (que requieren todo un artículo completo acerca del porque deberías tener siempre un website), certificados de seguridad, mailing, profiling, branding, pauta en canales alternativos, blog posts, SEO, SEM, UX/UI, pauta en medios tradicionales, relaciones públicas, influencer marketing, affiliate marketing, inbound, programmatic y hasta la cuasi difunda tarjeta de negocios, es casi imposible hablar de hacer negocios en el 2021.
Mientras juntos leemos este post y le damos cada 20 segundos al botón de actualizar en Instagram, para ver si nos entra un aviso de 10 nuevos Likes. Te dejo esta reflexión: las redes sociales no son tuyas, las puedes usar, las puedes hasta monetizar, pero jamás las puedes considerar como tuyas. Y como reza aquel viejo refrán: no se construye sobre terreno prestado. No pongas toda tu inversión en algo que no te pertenece y repite tres veces: omnicanalidad, omnicanalidad, omnicanalidad. (I)