Farid Bitar Larrea proviene de una familia que está vinculada a la actividad avícola desde hace 58 años. Había crecido conociendo la producción a gran escala de huevos y de aves de corral en la Hacienda Granja Bila, asentada en Calceta, Manabí. Hasta que se involucró en ese negocio y, hace cinco años, en uno de los recorridos por la industria descubrió en un galpón unos cilindros metálicos que le llamaron la atención. Cuando preguntó para qué se usaban, le contaron una historia fantástica que le dio un giro a la vida de este joven y fue el inicio para un dulce emprendimiento llamado Honey Farm Bila.
Mis abuelos extraían miel de abeja hace más de 50 años. Se dedicaban a la apicultura y a la cría de conejos. Me contaron que tuvieron que importar una raza de abejas desde Italia y que se modificó genéticamente en laboratorio, pero luego se cruzó con la raza de abejas ecuatorianas africanizadas y se obtuvo una híbrida, más resistente al clima, y con altos rangos de producción de miel. Me puse a investigar cómo las abejas producen un alimento milenario y sabía que tenía que hacer algo. Estaba aburrido de hacer huevos toda la vida y le dije a mi papá quiero emprender en esto y le pedí ayuda para el financiamiento inicial. Arranqué con un plan piloto, recuerda.
Farid narra emocionado esa historia de sus abuelos apicultores. Así como cuenta la llegada de su bisabuelo desde Damasco, Siria, después de la Segunda Guerra Mundial, y cómo se radicó en Manabí. Tiene 24 años de edad y estudia el último semestre de Derecho, en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UESS). Se está especializando en la cata del café, con Gianmarco Ginatta, en Café RUÁ, una tostaduría en Guayaquil. Y es miembro de SCA (Specialty Coffee Association).
Así que se puso a trabajar como obrero en un panal cuando descubrió el mundo de la miel.
Recorrió todo el Ecuador, visitando a los apicultores, para conocer los procesos, cómo funcionaba la polinización y la producción. Dice que una de las problemáticas que identificó es el déficit de producción de miel en el país. Importamos más miel que la que producimos. Quiso hacer las cosas bien y hace dos años fundó la compañía Honey Farm Bila, donde es el CEO, y su socio es su hermano Chafic, arquitecto y diseñador, quien vive en Madrid. Él le ayudó a hacer las etiquetas, los empaques y el branding del producto.
Pero su novia le preguntó ¿qué tiene de innovador tu proyecto que ya no exista en el mercado? Así que empecé a experimentar con la ruta de la abeja y conseguir que mis abejitas pudieran producir de determinadas floraciones. Para eso marcamos a 200 de 15.000 abejas de una colmena, con marcadores posca, para conocer su trayecto. Ese día sufrí más de 10 picadas y me dio fiebre. A la semana se dio cuenta de que las abejas buscan las floraciones de mandarinas, naranjas y limones. Así que mejoró el sistema de riego para generar más floraciones y mantenerlas en esa área.
El resultado cuatro meses después fue una miel con altas notas cítricas multifloral, mandarina, cáscara de naranja y limón. Luego comenzó a trabajar con la floración de un solo origen floral e invirtió en nuevas colmenas. Actualmente la empresa produce miles de litros de miel de un solo origen, manteniendo las propiedades organolépticas en su estado natural, limitando a las abejas a determinadas floraciones cítricas.
Mientras haya abastecimiento floral de un kilómetro a la redonda, las abejas no tienen por qué buscar un árbol de guachapelí u otra especie para polinizar, así se controla la composición cítrica de su miel. Dejamos de regalar naranjas porque quería que únicamente sea el consumo de mis colmenas. Mis abejas están libres porque yo trabajo para ellas, prácticamente lo que necesito es criarlas y mantenerlas felices.
Farid conoce hasta cómo se comunican las abejas entre ellas para saber si están felices.
En las zonas de los apiarios hay parlantes ubicados estratégicamente para colocar música clásica, para que se sientan en un buen clima, y no les moleste el ruido de los vehículos. Para medir que las abejas están felices se ubican sensores de temperatura dentro de las colmenas, si supera los 35 grados se van a sofocar y hay que actuar rápidamente y refrescar con un ventilador. Soy como un papá, necesito que ellas estén felices y cuidarlas, para eso también coloco sensores para humedad.
La inversión inicial del plan piloto fue de US$ 20.000, para equipos, trabajo de tierras, vías de acceso y 20 colmenas. Los apiarios se ubicaron en los terrenos de la hacienda familiar en Calceta. En dos años ya tiene 200 colmenas y una inversión aproximada de US$ 200.000 en activos, terrenos, maquinarias, colmenas, drones y otros equipos tecnológicos. Actualmente laboran 12 personas, pero por temporadas se contrata obreros eventuales, por lo tanto, se genera unas 100 plazas de trabajo indirecto.
A finales de 2020, la producción de la primera cosecha fue de 800 litros de miel de floración tradicional o multifloral y se vendieron en US$ 20.000. Posteriormente invirtió en floración de cítricos y más colmenas. En 2021, en la segunda cosecha se obtuvo 800 litros de miel multifloral y 400 litros de miel de un solo origen, que se vendió en US$ 24.000. Para este año se esperan cuatro cosechas, de multifloral y de un solo origen. La facturación alcanzaría unos US$ 100.000, con la venta de la miel y el polen que se demanda como multivitamínico.
Los planes de Farid son aprovechar las condiciones naturales de la zona para desarrollar apicultura migratoria. Es decir que moviliza las colmenas a floraciones de mango, pitahaya, papaya, sandía. Para eso trabajará en un modelo de negocios con agricultores vecinos para que reciban un porcentaje de la cosecha. Actualmente tiene un contrato similar en Quito de eucalipto. Estoy enfocando esta miel en determinados orígenes como el café, actualmente estoy estudiando para catador de café y eso ha activado mi sentido sensorial en un nivel que puedo determinar el cuerpo de la miel, las notas de cata a percibir, e instruir el sabor y balance que necesito para mi miel. (I)