Cuando nos ponemos una vacuna contra el covid de Janssen, usamos aceite para bebés o nos ponemos una tirita, contribuimos -aunque sólo sea un poco-- a aumentar la fortuna de una familia que comenzó su aventura en los negocios en 1886, y que hoy abarca desde la medicina y la cosmética hasta la política y el fútbol americano.
Robert Wood Johnson, nacido en 1845, entró a los 16 años como aprendiz de farmacéutico en la farmacia que uno de sus tíos tenía en Poughkeepsie, Nueva York. El joven Robert, atento y espabilado, se empezó a interesar por los avances en la asepsia y en crear vendajes más eficientes. No tardó en empezar a trabajar para empresas más grandes, en las que avanzó en la creación y venta de materiales estériles, así como en la promoción de que las cirugías de la época se realizaran en entornos asépticos y se curasen con vendajes que previnieran infecciones.
En 1886, a los 41 años, decidió que era el momento de trabajar para sí mismo en la promoción de estas ideas y se asoció con dos de sus hermanos, James Wood Johnson y Edward Mead Johnson, para crear Johnson & Johnson. La empresa, que empezó con los tres hermanos, ocho mujeres y otros tres hombres como empleados, se dedicó a la producción y venta de materiales estériles para cirugía, así como manuales médicos y vendajes asépticos que serían los antecesores de las actuales tiritas. Con enorme éxito. En 1894 ya contrataban a más de 400 empleados y la empresa se extendía por 14 edificios.
Mientras, sus manuales de primeros auxilios y sus botiquines portátiles tenían un enorme éxito, siendo objetos comunes en la expansión de las florecientes industrias de la época, cuyos trabajadores se exponían a riesgos lejos de cualquier tipo de asistencia médica. En ese mismo año empezaron a fabricar sus primeros productos para bebés y kits específicos para la maternidad, con productos para curar el ombligo, polvos de talco, vendas asépticas y pañales, así como los manuales sanitarios, seña de identidad de la empresa por entonces.
Robert y sus hermanos no dejaron que el éxito les alejara de su interés por la ciencia y fueron activos promotores de la vacunación. Los Johnson se aseguraban de que a sus empleados no les faltara ninguna vacuna durante la epidemia de sarampión de finales del siglo XIX, fabricaron y promocionaron mascarillas durante la epidemia de la llamada “Gripe Española” y, además, promocionaron y contrataron a mujeres, siendo estas la mitad de la plantilla y liderando un tercio de sus departamentos, algo enormemente inusual para la época.
Al mando del General
A Robert le sucedió en 1918 su hijo Robert Wood Johnson II, apodado “El General” por habérsele concedido ese rango durante la Segunda Guerra Mundial. Robert II, que aprendió trabajando en la propia empresa y estaba muy familiarizado con todos sus departamentos y procesos, se encargó de convertir a Johnson & Johnson en líder mundial en productos sanitarios y de higiene. Incluso tomando decisiones que, a primera vista, podían parecer malas para los negocios. Durante la Gran Depresión decidió subir el sueldo a toda la plantilla y abogó públicamente por la responsabilidad social de las empresas, que tenían obligaciones “más allá de conseguir beneficios”. Apoyó públicamente los planes sociales del presidente Roosevelt y abrió más instalaciones para crear más empleos. Con la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, en 1941, Robert II no eludió su llamada a filas, como otros ricachones de la época, y se encargó de que todos los hombres y mujeres de la empresa que fueran reclutados por las fuerzas armadas conservaran su trabajo a la vuelta.
Durante la guerra, Robert ejerció de General de Brigada en el departamento de logística y suministros, supervisando los contratos públicos con más de 6.000 empresas. Su gestión fue enormemente polémica, con acusaciones de las empresas más pequeñas de ser ignoradas a la hora ser proveedores militares y con acusaciones de los militares, a los que no les hacía gracia que Johnson priorizase los suministros más baratos y fáciles de fabricar, por encima de otros que podían tener mejor uso militar. En 1943 decidió dimitir del cargo alegando motivos de salud y volvió a presidir Johnson & Johnson. Mientras tanto, su empresa ya había creado la cinta adhesiva, que se usaba ampliamente en el frente y los vendajes adhesivos resistentes al agua, lo que hoy conocemos cono tiritas.
Robert II se encargó de redactar un “credo” para su empresa que aún sigue vigente, de preparar su salida a Bolsa y de comprar la empresa farmacéutica Janssen en 1961, siete años antes de su muerte. No tuvo ningún reparo en despedir a parientes, si pensaba que no rendían lo suficiente, como hizo con su sobrino John Seward Johnson en 1961 y con su propio hijo, Robert III, en 1965. Cuando murió, en 1968, dejó una fortuna de 400 millones de dólares de la época (más de 3.700 millones de hoy), que fue en su mayoría a una fundación, aunque se encargó de que sus parientes tuvieran sus necesidades cubiertas.
El embajador y sus «comentarios inapropiados»
El heredero más notable de la fortuna de los Johnson es hoy Robert Wood Johnson IV, conocido cono “Woody”, hijo de Robert III (el que fue despedido por su propio padre) y dueño de los New York Jets. Woody es un conocido donante del Partido Republicano de los Estados Unidos y un acérrimo partidario de Donald Trump, que le nombró embajador en el Reino Unido en 2017 sin experiencia diplomática previa.
Woody se caracterizó por la polémica, abogando por el Brexit, presionando para que el British Open de golf se celebrase en un club propiedad de Trump y denunciado por el personal de la Embajada por sus comentarios “racistas y sexistas”. La administración Biden le cesó al poco de ser elegida.
La familia Johnson sigue siendo de las más acaudaladas de los Estados Unidos, con una fortuna estimada de 10.700 millones de dólares y ocupando el número 37 en nuestro ránking de familias más ricas de los Estados Unidos.
*Publicada en Forbes España