La guayaquileña Ángela Bejarano se radicó hace 41 años en Quito. Era la década de los ochenta y, en medio de esta apuesta, decidió probar suerte con un pequeño emprendimiento: vender camarón por libras a sus amigas cercanas. Empezó trayendo 50 libras del crustáceo por avión. Su hermana en Guayaquil se encargaba de conseguirle el producto. Recuerda que ganaba un 20 % del valor del marisco, que en ese entonces era en sucres, más o menos unos US$ 3 por libra, cerca de 85 sucres al cambio de esa época. El primer año, si la memoria no le falla facturó alrededor de US$ 180.000, unos cinco millones en sucres. Al ver la buena aceptación que tenía entre sus amigos, en 1990, en uno de sus viajes al Puerto Principal se contactó con un pescador para comprarle corvina blanca, así su oferta subió a dos productos.
En un principio, el pequeño negocio funcionaba en la cocina de su casa. Todas las noches tenía que limpiar el pescado que llegaba en planchas, había veces que se amanecía para tener todo a punto para empezar la repartición en una pequeña camioneta apenas salía el sol. En 1990, de dos, subió a cuatro productos, su cocina le quedó pequeña, entonces arrendó un pequeño local, cerca de su domicilio. Al ver el esfuerzo y empeño, su papá le regaló el primer congelador. Trabajaba día y noche, era todóloga, nunca me ha gustado ser vaga, peor la lentitud. Empecé a tocar puertas y conseguí entrar a dos cadenas de supermercados.
En 2003 invirtió US$ 6.000 para construir una planta, con seis congeladores y un diminuto cuarto frío. Esto le permitió ampliar su capacidad de venta a 15 productos de mar.
Trabajadora incansable, apenas cruzó las puertas de Forbes Ecuador se sintió su energía y vitalidad. De un carácter fuerte que evidencia su modo a lo old school para conseguir lo que se propone. En 2015 decidió tomar el toro por los cuernos, para expandirse a la brava. Invirtió US$ 40.000 para ampliar la planta y construyó un cuarto frío industrial. En 2018, Productos Frescos Del Mar facturó US$ 700.000.
Cuando voy a la planta, la gente me teme porque soy fregada. El negocio no ha sido fácil, hay mucha competencia, sobre todo desleal, porque uno tiene que aprender a luchar hasta con la corrupción, este negocio me ha hecho hasta llorar.
Su carácter fuerte se refleja también en su disciplina deportiva. Tiene 72 años, todas las mañanas hace ejercicio y tres o cuatro veces por semana practica natación. En 2022 obtuvo el vicecampeonato panamericano en la categoría máster. Con orgullo cuenta que ha conseguido más de 30 medallas para el país.
El enfoque de la empresa familiar cambió con el ingreso de su hija Sara Jaramillo en 2019. Ella llegó a revolucionar el negocio en el buen sentido de la palabra. Entré a hacer cambios en los procesos, había que digitalizar el negocio, mejorar el control de calidad, educar al proveedor y al cliente. Lamentablemente, las leyes no ayudan mucho a los emprendedores, tuve que hacer cambios muy grandes para disminuir riesgos laborales, crear reglamentos. Mejorar el manejo de inventarios, contratamos consultores externos. Invertimos alrededor de US$ 20.000 anuales por tres años. Para nosotros el cliente es lo más importante.
Jaramillo es graduada de Marketing y Negocios Internacionales con especialización en Economía de South Florida University, tiene un MBA con enfoque en Emprendimiento. En EE.UU. conoció a su esposo. Por cinco años trabajó en una consultora, renunció cuando se quedó embarazada de su primer hijo. En 2018 se divorció y solicitó a la Corte su reubicación internacional para volver al Ecuador ya con tres hijos. Fue un juicio largo y costoso, pero lo conseguimos porque cumplíamos los requerimientos. Los jueces se enfocan mucho en el bienestar de los niños y demostramos que aquí (Ecuador) estaríamos mejor. Mi exesposo no me habría dado nunca permiso para traerles.
La joven ejecutiva cuenta que la pandemia, en lugar de afectarles, les benefició, por tratarse de productos alimenticios. Implementaron el servicio a domicilio, llegaron a tener más de 500 clientes. Ahora cuentan con un catálogo de 75 productos. De Galápagos traen pez brujo, mero, bacalao, palometa y langosta. El salmón lo adquieren de Chile. El volumen de producción en libras supera las 53.000. Entregan a cinco supermercados grandes y cuentan con otros 60 clientes entre catering, hoteles y restaurantes. En 2022, las ventas llegaron a US$ 1 millón. Los planes a corto plazo incluyen una primera exportación a EE.UU. para octubre de 2023. En estos días Jaramillo está finiquitando los detalles con el cliente. El pescado fresco irá por avión y el congelado por barco. El siguiente paso será Panamá. Según proyecciones, este año esperan crecer 30 %.
Madre e hija llevan trabajando juntas casi cuatro años. Paciencia es la palabra que define su relación laboral. Al preguntarles ¿qué tan difícil ha sido la convivencia profesional? La respuesta de Bejarano fue determinante: Ella quiere tener la última palabra, pero no le dejo, mientras yo viva, tiene que respetar mis decisiones. (I)