Negocios bajo presión: cómo la geopolítica redefine las estrategias corporativas
Las tensiones globales dejaron de ser una variable externa. Infiltradas en los directorios, las decisiones políticas reconfiguran modelos de negocio, prioridades y discursos. Mientras algunos se blindan, otros redefinen el juego. ¿Qué pasa cuando la geopolítica entra y otras agendas salen?

Durante tres décadas, las empresas operaron bajo la ilusión de una globalización ininterrumpida, donde los negocios fluían con eficiencia quirúrgica y los mapas geopolíticos eran apenas ruido de fondo. Esa era terminó. "Hoy las empresas en general tienen el enorme desafío de incorporar el factor geopolítico a su planning de estrategia a nivel global", advierte Luis Alejandro Aguilar Rodríguez, CEO y fundador de Freenance, y añade: "el impacto económico es inmediato, tanto desde la oferta como desde la demanda". La volatilidad ya no es una posibilidad remota, es una constante.

Los directorios se ven obligados a incorporar expertos en geopolítica, crear unidades internas de inteligencia para anticiparse a nuevas regulaciones y tomar decisiones bajo presiones invisibles hace apenas un lustro. "Las empresas ya se encuentran incorporando la geopolítica a los procesos de toma de decisiones y brindando formación geopolítica al directorio", señala Marcos G. Bazán, Lead Partner de Strategy, Risk & Transactions en Deloitte Cono Sur. En ese marco, deja una frase que debería figurar en cualquier minuta de directorio: "la seguridad económica y la autonomía estratégica marcan la agenda global".

El Informe sobre Riesgos Mundiales del Foro Económico Mundial enumera una serie de amenazas "antiguas" y nuevas, que van desde la inflación y las guerras comerciales hasta la baja inversión global y la desglobalización. Según el informe, los CEOs ya no navegan una economía previsible sino "una década única, incierta y turbulenta". La última Encuesta Global de McKinsey agrega que las tensiones geopolíticas ya superaron a todos los demás factores como el principal riesgo para el crecimiento económico. El orden global colapsó en tiempo real. Y las empresas aún buscan una brújula.

Directorios al límite: decisiones que redibujan el mapa corporativo

La guerra comercial detonada por el regreso de la administración Trump no solo impacta en los precios globales: redefine qué proyectos se financian y cuáles mueren antes de nacer. "Este aumento de costos muchas veces puede terminar siendo la diferencia entre la luz verde y la luz roja de un proyecto de inversión", subraya Aguilar Rodríguez, y añade: "En Estados Unidos veremos consolidaciones internas y reagrupación de operaciones para satisfacer las demandas de la política 'America First'".

El Consenso Económico y Empresarial de PwC, que corresponde al primer trimestre de 2025, sostiene que estas tensiones tendrán efectos en el crecimiento mundial, en la inflación y en los resultados empresariales. Aunque moderado, el impacto es ineludible. Según el Informe de Riesgo Político 2025 de Marsh, las empresas que comercian con países conectores para eludir sanciones están especialmente expuestas. Y alerta: incluso bienes que contengan componentes de países objetivo podrían ser bloqueados por nuevas barreras comerciales. El fantasma de la fragmentación global ya no es hipotético: es operativo.

Bazán advierte que "la evaluación de mercados, la dependencia energética, la volatilidad del turismo y la necesidad de políticas de ciberseguridad robustas son factores que hoy se colocan en el centro de la agenda ejecutiva". A esto se suma un nuevo frente: el dominio tecnológico y las disputas por datos e inteligencia artificial. "Podemos estar ante el advenimiento de un muy fuerte proceso de refuerzo legal con respecto a leyes de datos y propiedad intelectual debido al aumento de la importancia e injerencia de la IA", plantea Aguilar Rodríguez. Y deja una advertencia: las reglas del juego están por escribirse, pero no todos tendrán lapicera.

Una agenda desplazada: cuando el silencio también dice algo

En los pasillos corporativos se habla en voz baja, pero se habla. La geopolítica, con sus tensiones e incertidumbres, ha desplazado otras agendas que durante años ocuparon el centro del discurso empresarial. "La renegociación de la agenda verde, el giro de la guerra en Ucrania, el renovado protagonismo de la seguridad y la redefinición de políticas industriales bajo criterios geopolíticos son los nuevos temas en agenda", reconoce Bazán. Y mientras tanto, la diversidad y la sostenibilidad, alguna vez bandera, comienzan a perder visibilidad en la superficie.

La reversión de políticas ambientales y de diversidad en Estados Unidos marca un punto de inflexión. Jorge Figueroa, Director de Public Affairs & Sostenibilidad de Randstad para Argentina y Uruguay aclara que "el compromiso de las grandes organizaciones fuera de Estados Unidos con la diversidad e inclusión es suficientemente fuerte como para que persista en el tiempo", aunque también admite que la demanda social no ha desaparecido. "Los cambios recientes en una de las principales potencias pueden generar un efecto dominó en la narrativa corporativa global", añade Figueroa, y se pregunta: "¿qué prioridades resistirán cuando la agenda se acorte por presión externa?"

Mientras algunos equipos se blindan, otros exploran la creación de valor en medio de la disrupción. Ya no se trata solo de resistir, sino de rediseñar. "Es fundamental tener un equipo financiero que mitigue riesgos cambiarios, uno legal preparado para nuevas regulaciones y uno operativo que diversifique las cadenas de suministro", plantea Aguilar Rodríguez. La estrategia ya no es un Excel: es una mesa de guerra. Y en ella, la resiliencia no se improvisa.

Cerrar los ojos no es una opción

La irrupción de la geopolítica en las mesas de directorio está redefiniendo qué se considera relevante, qué se posterga y qué se sacrifica. Lo que hasta hace poco eran pilares del relato corporativo —diversidad, sostenibilidad, propósito— hoy conviven con nuevas urgencias. No se trata de elegir entre una agenda u otra, sino de entender que sin estabilidad no hay narrativa que aguante. Y que esa estabilidad ya no depende solo de los fundamentals del negocio, sino del modo en que el mundo se reorganiza.

"Son preferibles las malas noticias a la incertidumbre", dice Aguilar Rodríguez, y en esa frase se condensa el nuevo paradigma. Vivimos en una era donde la política exterior de una potencia puede redefinir cadenas de suministro, cortar inversiones, modificar leyes laborales o reconfigurar los liderazgos internos de una empresa. A diferencia de otras crisis, esta no se ve: se infiltra por las decisiones más rutinarias y también por las más estratégicas.

Lo que hoy está en juego no es la capacidad de mitigar riesgos, sino de asumir responsabilidades. No es solo ver venir el cambio, es liderarlo sin cinismo, sin discursos de ocasión. Las empresas que elijan callar cuando deben actuar quedarán desconectadas de su tiempo y de sus comunidades. Las que se animen a enfrentar la disrupción con sentido estratégico, ético y humano no solo sobrevivirán: marcarán el rumbo.