Mushuclandia: el sueño de Luis Alfonso Chango
¿Cómo nació su emporio? ¿Cuáles son sus planes a futuro? Conoce una parte de la historia de Luis Alfonso Chango.

A los 22 años, junto a su esposa, Luis Alfonso Chango recorría las calles del barrio Miraflores, en Ambato, para ver los modelos de las viviendas. Soñaba en grande. Hacer una casa de losa, en esa época, en su comunidad era de otro nivel. Dos años más tarde, acudió a un préstamo en el banco de Tungurahua, que en realidad era el chulquero de la parroquia, don Segundino, quien prestaba dinero al 10 % de interés mensual. Esa era su única opción de financiamiento y por ser amigos le dio al 7 %. Pidió prestado a otros familiares y alzó su primera casa, más grande de lo que esperaba. "Mi hija Verónica, la primera, a sus cuatro años cargaba unos bloques livianos y decía: 'Yo hice mi casa'. Uno no tiene las cosas de la noche a la mañana, pero la mente es poderosa. Debes tener una visión a futuro e ir construyendo poco a poco. Yo miraba las casas y ahora tengo las mejores".

Luis Alfonso enfatiza que los indígenas solo acudían al chulco, pagando intereses altos y entregando mano de obra gratuita (debían trabajar gratis una semana para el usurero). Según explica en la entrevista, existía una sumisión, un complejo y una autodiscriminación hacia ellos mismos, por la falta de educación. "La comunidad me veía como vago, hablador, hecho el estudiante, y no me apoyaron. En 1995 empecé una cooperativa en la comunidad, que no se concretó, y bajamos a Ambato para construir este proyecto".

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La Cooperativa de Ahorro y Crédito Mushuc Runa obtuvo sus permisos de operación el 17 de diciembre de 1997, tras dos años de intensos papeleos en la Federación Nacional de Cooperativas, donde las coimas y la corrupción no faltaron. Luis Alfonso comenta que iniciaron con 38 socios, algunos pusieron 20 sucres cada uno y el resto fueron prestanombres. "Había ahorrado seis millones de sucres, quería comprarme un carro, pero invertí la mitad en los consultores, los estatutos y las capacitaciones. Yo fui el que más anduvo. Pedí a mis tíos, a mis papás, a mis familiares sus cédulas para que fueran socios. En un inicio nos aprobaron para ser una cooperativa cerrada, solo para indígenas. Luego de un mes cambiamos". En la actualidad, cuentan con 285.000 socios, de los cuales solo el 40 % son indígenas y el resto son mestizos. "Hemos perdido nuestra identidad cultural. En 1980, un 35 % de la población nos autodefiníamos como indígenas. En 2020, la cifra bajó al 7,5 %".

"La gente no confiaba porque otras cooperativas habían quebrado o se habían llevado la plata de sus depositantes. Nosotros no estábamos en la política, no habíamos quedado mal con nadie. Éramos una nueva generación, con una nueva visión y no queríamos robar. A mí me conocían por mi puesto de secretario y sabían dónde encontrarme". Con esta filosofía pusieron el nombre Mushuc Runa (hombre nuevo), y las primeras reuniones se dieron en el parque 12 de Noviembre, en Ambato. Luego usaron las instalaciones del partido político Movimiento Independiente de Tungurahua, con seis bancas viejas de madera que trajeron de la iglesia de la comunidad Juan Benigno Vela.

Con el crecimiento, arrendaron un local de nueve metros cuadrados, después un departamento de 100 metros cuadrados, con tres oficinas; hasta que casi quiebran en el feriado bancario de 1999, con cerca de 2.000 socios. "La gente sacaba el dinero o no pagaba. Manejaban, en ese entonces, unos 150 millones de sucres y les pedíamos personalmente que no retiraran sus ahorros para controlar la corrida de dinero. Vendí todas mis propiedades para sostener y devolver los depósitos". Una de sus estrategias fue aliarse con los medios de comunicación. "Yo les decía: soy Luis Alfonso Chango, gerente general de Mushuc Runa, vivo en la comunidad de Echaleche y ahí puedes localizarme. Así nació la frase, que todos tienen en su mente: "Luis Alfonso Chango, gerente general".

Luis Alfonso Chango con una maqueta del estadio que se construirá en su complejo. Fotografías: Pavel Calahorrano

Al revivir esta etapa, recuerda que entregaron dos créditos a unos fundadores que no lograron cobrar. "No sabíamos qué era el cooperativismo, la planificación, las proyecciones de presupuesto, los indicadores financieros. Solo sabíamos que no había que robar, había que dar crédito y cobrar" manifiesta Luis Alfonso, mientras agradece el apoyo que recibieron de la Fundación Swisscontact, que apareció en 2001 por casualidad y se transformó en su hada madrina. Les otorgaron capacitaciones, asesoría y pasantías.

Todo se hacía, en ese entonces, con libretas físicas y se escribía a mano. "Nosotros queríamos llegar a ser un banco indígena a nivel latinoamericano". Luis Alfonso, gracias a la fundación suiza, recorrió todas las cooperativas de Bolivia, visitó Guatemala y le pagaron su maestría en Costa Rica. Eran considerados como "un símbolo del sistema cooperativo ecuatoriano". En 2001, contaban con unos 6.000 socios y 24 años más tarde pasaron de tener 3.000 sucres de patrimonio a US$ 82 millones. Su estrategia de capitalizar los excedentes endureció la institución y ahora pueden ofrecer préstamos de hasta seis cifras. Asimismo, pasaron de 20 sucres a US$ 630 millones en activos. Su nómina está conformada por cerca de 400 personas, el 80 % son indígenas y están en las tres regiones, con 32 oficinas.

Hasta diciembre de 2024, su cartera de créditos llegó a US$ 407 millones y, según información publicada en su portal web, en propiedades y equipos contaban con US$ 21 millones. De acuerdo con la segmentación de las entidades del Sector Financiero Popular y Solidario, esta cooperativa pertenece al segmento 1, que son aquellas instituciones con activos mayores a US$ 80 millones. A febrero de 2025, los activos de las entidades de los segmentos 1, 2, 3 y mutualistas sumaron US$ 28.080 millones, mientras que los pasivos alcanzaron US$ 24.600 millones y el patrimonio US$ 3.460 millones.

"Esta cooperativa representa la marca de la identidad cultural. Es un ejemplo de cómo un indígena administra una entidad financiera exitosa, que ayuda a que nuestro pueblo se supere. Ahora tenemos miles de profesionales y Correa (expresidente de Ecuador) se equivocó cuando dijo que solo servimos para empleados domésticos. Nosotros nos transformamos, los ponchos rojos somos poderosos, nos llaman los ponchos dorados. Hice dinero para mi familia, para la institución, para mí, con trabajo serio y profesional. No teníamos títulos, éramos solo bachilleres, pero pedimos plazos (a las entidades de control) y estudiamos. En 2012 cumplimos con todos los requisitos para liderar la cooperativa".

El personaje tiene una colección de trofeos en su oficina en Ambato. Fotografías: Pavel Calahorrano. 

"Luis Alfonso Chango es el causante de este cambio en el sector indígena, les guste o no. Tenemos un corazón cooperativista, pero nuestra mente es banquera. Somos una marca con solvencia, prestigio e identidad". Este personaje confía en que no solo sean casos aislados, sino que todos los indígenas vivan en buenas condiciones, para lo que es indispensable un cambio de mentalidad. "Siempre debes ver con quién te comparas. Si pienso en Donald Trump, yo soy pobre. Si me comparo con Daniel Noboa, con lo que él declara, yo soy más rico [dice entre risas]. La pobreza es mental, toca apoyar al capital humano de Ecuador y acompañarlo. Nosotros, los empresarios, debemos enseñar a pescar y subir los estándares. En mis empresas, yo no contrato porque son mi familia, si cometen errores los boto. Soy enérgico con todos".

"Si piensas que algún día Dios te va a dar casa, carro, estudios... y no sacrificas nada, nunca vas lograr algo" asegura Chango. "La gente debe tomar riesgos. Yo pedí dinero al chulco, pero si no lo hacía nunca hubiera tenido mi casa. Ahora tengo deudas por más de US$ 3 millones y espero llegar a US$ 10 millones para cumplir mis nuevos proyectos". Sus consejos están alineados con el ahorro y el correcto manejo de las finanzas personales. "Los chinos ahorran hasta el 80 % de su sueldo, en Ecuador no se llega ni al 10 %. En China la gente trabaja para aprender y ponerse su propia empresa. Los ecuatorianos buscan solo ganar dinero y pasar el tiempo. El problema es nuestra mente. No puedo creer que existan niños desnutridos cuando en las comunidades hay tierras para sembrar. Nadie te va a dar pensando, mucho menos el Gobierno, cada uno tiene que hacer algo por cambiar".

"A mí me han dicho varias veces que soy el único indígena que piensa en el desarrollo económico de todo el país. Yo no quiero ser político, a mí me gusta pensar en números y salvar vidas". A veces lo tachan de tacaño, no se va de vacaciones y su meta es fortalecer su marca y su identidad. Uno de sus proyectos es su equipo de fútbol, Mushuc Runa Sporting Club. Con 14 años de vida, participa en la Serie A del torneo nacional y se clasificó a la Copa Sudamericana de este año. 

Es un proyecto social que diversifica las profesiones de los indígenas en la industria deportiva. Es decir, busca el desarrollo a través del fútbol, con escuelas formativas, venta de jugadores, copas internacionales... Por el momento, tiene 300 socios que pagan entre US$ 50 y US$ 200 mensuales. Este año se tiene previsto invertir un millón más que en 2024: US$ 3.500.000, entre auspicios, derechos de televisión, taquilla y premios. La planilla mensual de los jugadores está en US$ 250.000 y el sueldo más alto es US$ 10.000. "Esta estrategia posiciona a los ponchos rojos a nivel nacional e internacional. Ya no me piden camisetas, me piden que regale ponchos".

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Otra recomendación de Luis Alfonso es "no poner todos los huevos en la misma canasta". Cuenta con seis empresas: el equipo de fútbol, Mushuc Auto (con utilidades anuales de US$ 12.000), Mushuc Wasi (con ventas anuales de US$ 1,2 millones), el Complejo Intercultural y Deportivo Mushuc Runa (con ingresos por ventas en 2023 de US$ 1,4 millones, según la Superintendencia de Compañías, Valores y Seguros), la inmobiliaria Luis Alfonso Chango (con una utilidad bruta en ventas de US$ 21.000 en 2023) y una embotelladora de agua. "Hoy estamos debilitando algunos negocios porque tengo un plan maestro, no quiero solo hacer dinero, quiero dejar un legado".

"Mushuclandia, yo le digo así. Quiero construir una ciudad satélite, al puro estilo de Disneyland, para recrear las culturas indígenas de todo Ecuador. Se podrá admirar la evolución de su vida y de sus costumbres para atraer a turistas extranjeros, principalmente europeos. Serán 100 hectáreas con juegos mecánicos, un Mr. Chango (Mr. Joy), una estación tecnológica, una granja, una ciudad inca, un estadio para 42.000 personas, canchas para torneos internacionales de tenis y también piscinas para campeonatos mundiales. Existirá una oferta hotelera importante, con diversas actividades para todas las edades". Es un plan para 50 años y Luis Alfonso sabe que sus nietos lo terminarán. Necesita US$ 200 millones de inversión y lleva ya el 10 % invertido en Tisaleo. Sueña, en 10 años, recibir tres millones de visitantes y un millón debe provenir del extranjero. En la expoferia de cinco días que se realiza dos veces al año y recibe más de 160.000 personas, invierte cerca de US$ 500.000. "Quiero ser recordado como Walt Disney. Más que dinero, quiero hacer historia y ser un destino turístico del mundo".

Según sus matemáticas, a sus 80 años espera tener un patrimonio de US$ 30 millones. De sus tres hijos (Verónica, Karina y Junior), el último será su heredero. "Cuando muera voy a tener un nicho espectacular, donde lleguen turistas y escuchen mi discurso. Voy a abrir mi propio museo Luis Alfonso Chango y ya tengo casi el 99 % de las reliquias recolectadas". 

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