Con el tiempo, Martín Valencia ha demostrado su capacidad para adaptarse y crecer en un mercado competitivo. A sus 33 años está a pocos días de concretar un nuevo sueño, manteniendo su compromiso con la sostenibilidad y la innovación, utiliza armazones impresos en 3D creados con nylon de base vegetal. Con una inversión inicial de US$ 50.000 pone a punto su primera tienda de salud visual integral. Además de ofrecer su gama de gafas, se incluirán servicios de graduación de vista, tratamientos, terapia visual y adaptaciones de lentes de contacto.
Sin embargo, Valencia no se detiene aquí. Con planes ambiciosos para el futuro, su empresa está explorando nuevas fronteras en la personalización óptica. Para 2025 tiene previsto desarrollar gafas personalizadas utilizando escaneo facial, lo que permitirá a los clientes diseñar sus propios modelos según sus preferencias.
Quién diría que el trabajo para una clase universitaria serviría de inspiración a Valencia para formar su empresa. Corría el año 2013 y dos jóvenes alumnos de Diseño Industrial de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) debían hacer un artículo de madera y se les ocurrió fabricar unos marcos para lentes y gafas. “Mi compañero necesitaba unos lentes, te confieso que salieron feos, por suerte no reprobamos la materia. Pasamos dos años hasta que pudimos tener el primer prototipo bien hecho. En 2015 probamos suerte en una feria en La Floresta, teníamos cinco modelos que los armábamos en un pequeño taller en el garaje de la casa de mis papás. Vendimos 10 gafas y vimos que teníamos futuro”.
En el camino, Valencia se quedó solo, pero eso no lo desanimó a seguir intentando porque siempre quiso tener su negocio propio. “El reto era mantenerme en el tiempo, por lo que poco a poco decidí migrar a diseños impresos en 3D. No hay moldes, lo que nos permite ser más ágiles, movernos con las tendencias y enfocarnos en lo que sí funciona y gusta”.
Los marcos de madera ahora son solo el recuerdo de una época llena de desafíos. El camino no ha sido fácil y para llegar a dónde está, Valencia ha pasado altos y bajos, tanto económicos como emocionales. Inquieto y soñador, este emprendedor busca que sus gafas Inti (que en quichua significa Dios Sol), les permitan a sus clientes vivir una experiencia de reconexión con sus raíces, con la naturaleza.
Nueve años después, Valencia produce 1.800 armazones de gafas y lentes al año. Maneja tres tallas, seis modelos en cinco diferentes colores: negro, café, morado, rojo y verde. Para el segundo semestre implementará los colores: baby blue y peach.
“En 2023 conseguimos ventas por US$ 240.000. Este año la vamos a romper. Primero con la óptica, donde ofreceremos exámenes visuales, ocupacionales, gafas con medida, lentes fotocromáticos y otros servicios. Segundo, tengo lista una línea deportiva y en tercer lugar tenemos pensado cruzar fronteras”. Con un entusiasmo que contagia, nos comenta que a través de BenefitHub, un portal de descuentos y beneficios corporativos para colaboradores de empresas multinacionales, sus creaciones llegarán a Colombia, Perú, Venezuela, Bolivia, México y Centroamérica. Para esto tiene calculado producir 2.500 artículos y ventas cercanas a los US$ 320.000
Este amante del ciclismo está decidido a consolidar a Inti Eyewear como una empresa líder en el mercado de productos ópticos. “El siguiente paso es crear una plataforma, es decir, que todo se concentre en una aplicación donde el cliente pueda escanear su rostro y de forma virtual pueda probarse distintos modelos, adaptarlos y personalizarlos a su gusto”. Como soñar no cuesta nada, con una sonrisa asegura que en 2025 pasará la barrera del medio millón de dólares. (I)