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Negocios

Las cinco mujeres que pusieron nombre a la cosmética moderna, un negocio de US$ 800.000 millones

Cristina Romero

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Las primeras marcas de cosmética nacieron de la mente y el trabajo de algunas visionarias y emprendedoras que abanderaron el empoderamiento femenino a través de la belleza.

8 Marzo de 2022 06.25

Los orígenes de la industria de la belleza están escritos en femenino. Si echamos la vista atrás, fueron pocas -pero firmes- las mujeres que, en tiempos en los que el emprendimiento resultaba una quimera para media humanidad, se pusieron al volante de la creación y expansión del negocio de la cosmética.

Si a mediados del siglo XIX y principios del XX convertirse en dueño de una empresa era sólo un privilegio reservado a los hombres, que la mujer consiguiera hacerse un hueco generó un eco que a día de hoy sigue resonando.

Tal vez por eso, sea tan importante contar la historia de cinco precursoras que también fueron algo más: auténticas revolucionaras de una sociedad en la que el cuidado de la piel y su belleza se dirigía únicamente a mujeres de alta sociedad.

A veces, por satisfacción propia y otras, para contento del sexo opuesto, muchas de estas emprendedoras quisieron crear un nuevo paradigma: que la mujer empezara a cuidarse para verse bien a sí misma. 

Hechas a sí mismas

Una de ellas fue Sara Breedlove, conocida como Madam C. J. Walker. Hija de esclavos y madre soltera, llegó a convertirse en la primera mujer millonaria de Estados Unidos al hacer de un problema estético su profesión. Afectada de alopecia, copió la fórmula de un 'crecepelo' a Addie Munroe y, con una visión empresarial sin precedentes femeninos, puso en marcha una carrera de éxito internacional. Abanderada de los derechos de las mujeres en el ámbito laboral, luchó por hacerse un hueco en el sector cosmético de la Norteamérica de 1906, copado de figuras masculinas.

Además de levantar un imperio de más de US$ 3 millones y más de 40.000 empleados en Estados Unidos y Centroamérica con su producto Wonderful Hair Gromer, dio voz y poder a las mujeres de color y motivó la inversión en proyectos liderados por mujeres. Esta empresa se mantuvo en el tiempo como líder del sector de la cosmética medicinal y supuso un referente para el resto de empresarias. 

Otro caso de éxito fue el de Elizabeth Arden, quien a principios del siglo XX convertiría el uso del rojo de labios en una señal de empoderamiento femenino. Arden, formada en un laboratorio farmacéutico y con una especialista en belleza y tratamientos para mujeres, supo sacarle partido a sus conocimientos de química para descubrir las posibilidades que brindaba la cosmética. Su forma de entender la belleza coincidió con el movimiento de las sufragistas, que conquistaron las calles reclamando su derecho a voto.

Casos de éxito

Aquella ola de manifestaciones, sumadas a las campañas de publicidad que reclamaban una nueva estética y a su posicionamiento entre la exclusiva jet set, derivó en que para 1929 esta pionera tuviera 150 salones de belleza repartidos entre Estados Unidos y Europa.

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Uno de sus hitos más reseñables fue cuando, durante una manifestación de sufragistas en la 5ª Avenida de Nueva York, la marca decidió regalar barras de labios rojas a todas, convirtiendo su producto estrella en un símbolo femenino e icono de la marca. 

Helena Rubinstein intuyó que el maquillaje, reservado para prostitutas o actrices, se podía convertir en un producto indispensable para mujeres de cualquier clase social.

Belleza inclusiva

Hacerse a sí misma implica idear, revolucionar, invertir y atreverse. Estée Lauder, nacida en Queens en 1906, supo aprovechar su momento para adentrarse en la cosmética más puntera, sobreviviente a su fundadora. Su apuesta basculó entre el poder de la ciencia y la belleza inclusiva.

Ella sostenía que todas las mujeres pueden ser bellas y se empeñó en demostrarlo con una gama de productos dedicados al cuidado de todo tipo de pieles. Empezó regalando muestras de productos a sus clientas para que ellas mismas testaran el olor o la textura y comprobaran los resultados tras su aplicación.

Perfeccionando la técnica y ampliando el porfolio de productos de la firma, consiguió crear una compañía que cotizó en bolsa y que le valió ser la primera mujer americana condecorada con la Legión de Honor en 1978.

Helena Rubinstein (Polonia, 1872) por su parte, desconocía el mundo de los negocios pero ya intuyó a principios del siglo XX que el maquillaje, reservado a prostitutas y actrices, se podía convertir en un producto indispensable para mujeres de cualquier clase social.

Estée Lauder

Un negocio en alza

"Belleza es poder" era uno de sus lemas. Esta atrevida mujer que hacía gala de un cutis perfecto, empezó vendiendo una crema elaborada por su madre y acabó convertida en una de las mujeres más ricas del mundo tras la creación de su compañía de nombre homónimo.

Entre sus creaciones está el cepillo de las máscaras de pestañas y la máscara waterproof, un producto que creó para el equipo nacional de natación sincronizada en 1939 y que aún se mantiene como líder de ventas. 

Según un estudio realizado por CB Insights, en 2023 la belleza y su cosmética generarán más de 800.000 millones de dólares

“Nunca soñé con el éxito, trabajé para alcanzarlo” es una frase que pronunció Estée Lauder en 1946 y que representa a otras mujeres que hicieron de la industria cosmética un nicho edificado con manos femeninas que sigue en pie y sigue creciendo. A nivel mundial, la incursión de nuevos players resulta imprescindible en la industria cosmética.

Según un estudio realizado por CB Insights, en 2023 la belleza y su cosmética generarán más de US$ 800.000 millones, una cifra de facturación que permite seguir innovando fórmulas y creando nuevos productos, y que rinde tributo a todas esas mujeres que un día decidieron romper las reglas y reescribir el futuro de la belleza femenina.

Cualquier mujer puede ser hermosa, sobre todo si el emprendimiento de algunas hace brillar al resto.

*Nota publicada en Forbes España

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