La sal, único ingrediente de esta empresa que factura US$ 3 millones
La quiteña Cecilia Freire apostó por la sal como base de Emprosal. Su visión le permitió ser aliada de múltiples industrias en el país y sacar provecho de los 14.000 usos que tiene este elemento. Es madre y empresaria. Espera que su trabajo y su perseverancia sean un legado para sus hijos. También fundó Emproquim.

Cecilia Freire Salinas cambió el significado de estar "salada" y lo convirtió en un negocio que crece con el tiempo. Vía al Valle de Los Chillos, en Quito, se encuentran las oficinas centrales de Emprosal, una compañía fundada hace 19 años por Cecilia Maribel Freire Salinas, quien llegó a la entrevista acompañada de sus dos hijos. Ellos no solo son su "motor de vida", sino que se convirtieron en sus socios y los encargados de traer nuevas ideas al negocio familiar.

Freire es fundadora y gerente general de Emprosal. A sus 44 años está divorciada y —con lágrimas en sus ojos — habla sobre su maternidad y el camino recorrido en estos años. "Soy un poco emotiva" asegura. Sus raíces son ambateñas, pero ella nació en Quito. No tuvo la oportunidad de cursar estudios superiores y su conocimiento lo ha adquirido con sus propias experiencias. Freire confiesa que terminar su carrera es uno de sus planes y espera hacerlo cuando herede el negocio a sus hijos.

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Fue madre por primera vez a los 19 años, mientras estudiaba gerencia y liderazgo. "A veces no escuchamos ni obedecemos a nuestros padres. En ese momento, se truncó mi carrera, pero eso me ayudó a salir adelante con mi hija. Mi padre fue el precursor de que me gusten los negocios. Él era transportista y tenía una compañía que daba servicio a Ecuasal". Así llegó Freire a esta industria, con la consigna de "hacer una vida vendiendo sal".

Con 20 años, su mentor, Nicolás Febres Cordero, le entregó una cartera con 4.000 sacos de sal. "Yo no sabía qué hacer, pensaba: 'dónde voy a vender'. Él me ayudó y me dijo cómo podía comercializar este producto". De acuerdo con el relato de la protagonista, la sal tiene 14.000 diferentes usos en la industria textil, química, alimenticia, petrolera... un sinnúmero de procesos necesita de este elemento y ahí está la clave del éxito de esta emprendedora. "Con la experiencia que tenemos aún me sorprenden los usos que se le puede dar".

Freire explica que sin la sal no se pueden hacer simples actividades como: lavarse el cabello o ponerse gel desinfectante en las manos. "La sal es un ablandador y un desinfectante natural. Su aplicación va desde fijar los colores en las telas hasta lavar el aluminio en la construcción". Y un ejemplo de esos usos son sus oficinas, donde la sal es el principal protagonista de la decoración. En estas bodegas solo se maneja el 10 % del volumen total, ya que se realizan entregas directas a sus clientes.

Comenzó en 2005 en su casa, lo que le facilitó "ser madre, ser padre y ser empresaria". "Les enseñé a mis hijos, el paso a paso, estuvieron siempre involucrados en esta idea". Hoy, afirma que los aprendizajes fueron constantes. En un inicio la venta era muy informal porque nadie le daba el valor necesario, incluso se empleaban sacos reciclados. 

Con la consigna de dar un giro radical, colocó su marca a la sal en grano y ese fue el diferenciador. "Creamos marcas paralelas a Ecuasal porque quisimos dar un servicio agregado. Antes la sal se vendía en los mercados, ahora te damos garantía por certificados de análisis, fichas técnicas, procesos industriales... Nuestra marca es un gran logro y nos posicionamos con fuerza en el mercado".

Actualmente, Emprosal es el distribuidor de sal industrial número uno de Ecuasal y cuenta con tres marcas propias: Sal en Grano Premium, Gemasal y Gemarina. Su sal en grano proviene del trabajo de cuatro organizaciones de artesanos ecuatorianos en la Península de Santa Elena, quienes recolectan diariamente este compuesto. 

De acuerdo con Freire, no son fabricantes, sino productores, al organizar y capacitar a estos artesanos. La empresa cuenta con cuatro bodegas en Santa Elena, el único lugar en Ecuador donde se puede cosechar porque, geográficamente, es un brazo que ingresa al mar y existe una mayor concentración de salinidad.

En 2020, con la llegada de la pandemia del Covid-19, Freire creó otra empresa, Emproquim, con la meta de innovar y no desaparecer. "Yo pensaba: 'qué otra cosa puedo hacer aparte de vender sal y surgió este proyecto'. Tenemos una variedad de químicos como: ácido cítrico y ácido fórmico, que satisfacen las necesidades industriales de nuestros clientes". Esta empresa facturó el año pasado US$ 662.000 y, su hermana mayor, Emprosal, superó los US$ 2 millones. 

En lo que va de 2024, la facturación de Emproquim supera los US$ 800.000 y en el caso de Emprosal la cifra ya está en US$ 3 millones.

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En la nómina de ambas empresas constan 20 colaboradores en la parte administrativa y el número supera las 60 plazas en la parte logística. Freire manifiesta que uno de los retos fue surgir en una industria manejada por hombres. "Una mujer, con botas y casco, no ha sido bien vista. Sin embargo, nosotras también podemos trabajar en lugares fuertes". Nunca pensó que la sal sería su camino. Su proyección a futuro es llegar a ser la empresa líder en servicio y crear más marcas y más plazas de trabajo.

"Nunca dejes de creer en tus sueños. La perseverancia nos lleva lejos y siempre llega una recompensa cuando estás encaminada". (I)