Guerra de chips entre EE.UU. y China: el nexo entre la alta tecnología y la geopolítica
Nunca hubo tanto en juego, con cada nación compitiendo por controlar la narrativa global.

Hace una semana, el 16 de agosto, el gigante tecnológico estadounidense Intel canceló un acuerdo de adquisición de Tower Semiconductor, con sede en Israel, por valor de 5.400 millones de dólares, tras no alcanzar el acuerdo necesario con los reguladores chinos. China es uno de los mercados más importantes para Intel. Esta cancelación, última salva de una serie de hostilidades que dura ya varios meses, supone la continuación de la implacable táctica china en su guerra de chips contra Estados Unidos y sus aliados. 

El 3 de julio, Pekín exigió licencias a los exportadores de galio y germanio, metales de tierras raras utilizados en la fabricación de tecnologías de semiconductores, como chips informáticos, satélites espía e inteligencia artificial. La exigencia de tierras raras respondía a las crecientes restricciones impuestas por la administración Biden a las exportaciones de microchips a China.

Joe Biden

La guerra de los chips se debe en gran medida a la preocupación de Estados Unidos por el uso que hace China de la tecnología de semiconductores en su ejército. En 2022, el Presidente Xi Jinping presentó su visión para el establecimiento de un ejército chino de "talla mundial". Según el Informe sobre el Poder Militar de China en 2022, Pekín pretende desarrollar tecnologías avanzadas de doble uso que podrían superar a las de Washington

Aunque todavía no está claro el alcance de la capacidad militar de China, su poderío tecnológico la sitúa como una fuerza a tener en cuenta: TOPP500, una clasificación de los 500 superordenadores más potentes del mundo, señala que mientras que Estados Unidos ocupa el primer puesto con 150 superordenadores, China le sigue de cerca con 134.

Sin embargo, la industria militar china presenta una debilidad crítica: las aportaciones tecnológicas extranjeras, incluidas las exportaciones de microchips, son la base de la mayoría de sus aplicaciones de vanguardia. Según un informe, China produjo apenas el 5,9% de los semiconductores que utilizó en 2020, mientras que otro informe reveló que China importó semiconductores por valor de 350.000 millones de dólares en 2020, más que el valor total de sus importaciones de petróleo crudo. En 2021, China fue el mayor consumidor mundial de equipos de fabricación de semiconductores, con un 26% de la demanda mundial.

En su afán por reducir el riesgo de su relación con China, el gobierno estadounidense ha instituido diversas restricciones a la exportación de microchips que han mantenido a raya el rápido desarrollo tecnológico de Pekín. En octubre de 2022, Biden impuso un requisito de licencia de exportación que limitaba el acceso de China a las tecnologías de semiconductores producidas por empresas estadounidenses.

 Desde entonces, Biden ha convencido a otros actores mundiales para que sigan su ejemplo. Concretamente, en julio de 2023, Japón prohibió oficialmente la venta de 23 tipos de equipos semiconductores a China. Las restricciones de Japón son mucho más amplias que las de EE.UU., y obstaculizan la producción en China de chips avanzados, así como de chips básicos utilizados en tecnologías como los automóviles y los teléfonos inteligentes.

Además, el 1 de septiembre, los Países Bajos empezarán a frenar sus exportaciones de tecnología de semiconductores a China. Esta nueva normativa impedirá a la holandesa ASML exportar tecnologías avanzadas de fabricación de chips sin obtener previamente licencias aprobadas por el gobierno. ASML produce actualmente los equipos de escáner fotolitográfico más avanzados, esenciales para la fabricación de microcircuitos utilizados en dispositivos informáticos de alto rendimiento.

Estos controles a la exportación han obligado a Pekín a tomar represalias. A principios de este año, el gobierno chino prohibió la importación de chips fabricados por la empresa estadounidense Micron e impuso sanciones comerciales y de inversión a Raytheon Technologies y Lockheed Martin . La última regulación china sobre las exportaciones de galio y germanio sirve de contraataque directo a los socios globales de EE.UU. Los datos sugieren que, en 2022, Japón y los Países Bajos se encontraban entre los principales importadores de productos de galio de China.

Sin embargo, esta regulación no tiene por qué tener graves repercusiones a largo plazo. Incluso antes de que Pekín instituyera la normativa, existía una amplia red de contrabando de metales de tierras raras. En 2009, el contrabando representó el 40% de las exportaciones chinas al extranjero y, en su punto álgido, el tamaño del mercado negro de tierras raras pudo haber sido cercano a la mitad de todas las transacciones.

 Las medidas represivas adoptadas por China en la última década han sido ineficaces: en 2014, los contrabandistas exportaron supuestamente hasta 40.000 toneladas de metales de tierras raras fuera del país. Teniendo en cuenta la incapacidad histórica de China para controlar el contrabando, es probable que las ventas ilícitas se intensifiquen en los próximos años a medida que disminuya la oferta de galio y germanio en el mercado.

Además del contrabando, el aumento de la diversificación de las importaciones también puede limitar la eficacia de los nuevos controles de las exportaciones chinas. Japón, de hecho, ya ha tomado medidas para minimizar el impacto de las sanciones chinas, habiendo alcanzado acuerdos de desarrollo de tierras raras con Australia, Mongolia y Vietnam. Y aunque la diversificación de las importaciones plantea limitaciones temporales y monetarias, un esfuerzo conjunto encabezado por una coalición de países podría marcar un punto de inflexión en el futuro del mercado de las tierras raras.

Semiconductores, Acciones, Nvidia

Aunque los controles chinos sobre las tierras raras pueden acabar siendo contraproducentes, la normativa estadounidense sobre los chips también puede tener consecuencias imprevistas. Sin apoyo tecnológico extranjero, las empresas chinas deben unirse y desarrollar enfoques innovadores para la fabricación de semiconductores. Las sanciones de Biden pueden acabar estimulando el crecimiento a largo plazo del sector tecnológico chino.

Otros países también pueden sufrir ramificaciones. El acuerdo fallido entre Intel y el gobierno chino obstaculizará la capacidad de fabricación de chips de Israel. Además, dado que China produce el 40% de los chips de memoria de Samsung y el 40-50% de los de SK Hynix, los gigantes surcoreanos del chip pueden sufrir escasez de suministro a raíz de las recientes restricciones a la exportación.

 Las implicaciones son más graves para Taiwán. Dado que produce más del 90% de los microchips más avanzados del mundo, Taiwán se enfrenta a un riesgo potencial de conflicto militar si la guerra de los chips lleva a China a tomar la ofensiva en un futuro lejano, pero no inminente. Sin embargo, el ex asesor de seguridad nacional Robert O'Brien sostiene que Estados Unidos destruiría las fábricas de semiconductores de Taiwán antes que dejarlas caer en manos de China en caso de una inminente invasión. La guerra de los chips ha arrinconado aún más a Taiwán en una posición incómoda en el cambiante panorama geopolítico.

Los últimos meses han dado paso a un sinfín de incertidumbres en torno a la industria de los semiconductores y el papel del gobierno federal en el desarrollo tecnológico. Sin embargo, hay algo que está muy claro: la guerra de los chips es una cuestión que afecta a la comunidad mundial, no sólo a Estados Unidos y China. Si las tensiones siguen aumentando, la guerra de los chips podría extenderse más allá de los semiconductores a industrias como las tecnologías de los vehículos eléctricos, en las que China lleva ventaja. Así pues, ambos países deben pensárselo dos veces antes de introducir nuevas restricciones que podrían tener implicaciones mucho más amplias de lo previsto.

Está claro que está en juego el futuro de la alta tecnología.

Un agradecimiento especial a Jeffrey Xu por su excepcional trabajo de edición, contenido, investigación y gráficos cuantitativos. Jeffrey Xu es analista de verano en CJPA Global Advisors y estudiante de primer curso en la Universidad de Princeton.

 

Nota realizada por Forbes US