Sebastián Ruiz tiene 34 años y se considera de espíritu inquieto y apasionado por la aventura. Le encanta la naturaleza y hace bicicleta. Quizá esto ha sido un impulso para enamorarse de las islas encantadas, Galápagos. Fan de los nuevos retos, el emprendimiento y las buenas ideas, desde que se graduó de la universidad buscó oportunidades para innovar y hacer realidad proyectos.
Su anhelo siempre fue estudiar ecoturismo. Sin embargo, sus padres influyeron en su decisión al considerar que no era una carrera lo suficientemente rentable. Al poco tiempo se embarcó en la Ingeniería Geográfica, convencido de que esta carrera le aportaría una perspectiva más amplia y significativa a su vida. Admite que al graduarse, su promoción fue de las pocas que logró conseguir buenos empleos en esta área. Las actuales, dice, la tienen muy complicada.
Su experiencia laboral inició poco después de hacer una pasantía en la Embajada de Estados Unidos, dentro del Servicio Comercial y también en Recursos humanos, lo que le permitió viajar a ese país y conocer otra cultura. Siguiendo sus instintos, se adentró en la selva ecuatoriana, en Shell, Pastaza, y trabajó como guía turístico en un lodge del sector. Permaneció por dos años en territorio Achuar.
"Era tan biodiverso y me encantaba que no estaba en la oficina, sino en el campo", recuerda. Este fue el puntal para tener una relación de cerca con extranjeros y conocer sus gustos y preferencias.
Su historia continuó en el Ministerio del Ambiente, en donde ocupó el cargo de geógrafo en la Unidad Técnica Yasuní. Era responsable de realizar estudios de impacto ambiental, una tarea que implicaba revisar minuciosamente el desarrollo de los planes de manejo en diversas áreas. Según Ruiz, fue contratado por conocer el sector y estar conectado con las comunidades.
Después de un año y medio, este emprendedor se vio estancado y decidió buscar otros horizontes y volver a la ciudad. "Tengo a mis hermanas que, en ese momento, tenían un taller de sublimación, hacían camisetas y buffs. Le pusimos La buffetada a ese negocio y dije voy a abrir el mercado en Galápagos", resalta. Compró un pasaje de avión con millas y llegó a las Islas Galápagos en 2017.
Con US $10.000 pendientes de pagar por su educación, Ruiz tenía que buscar la forma de saldar esa deuda. Comenzó a vender lo que producían en el taller: buffs, camisetas, etc. En los primeros 10 días, este joven logró vender US $1.500 en diferentes galerías de Puerto Ayora. Luego, instaló una mesa frente a un partido de volley para despachar la mercadería restante y así llegó la oportunidad de abrir un espacio en una tienda local llamada Exótico.
Ruiz tenía muchas conexiones con los comerciantes del sector y en ocasiones ofrecía su producto para que más personas lo pudieran vender. Hasta que un día, un panguero (persona que transporta personas en lancha), le pidió que trajera medias. "¿Medias? En mi mente dije en este calor, medias… así que pensé en quién podía hacerlas", comenta.
De esta manera llegó a Roland y se lanzó a la aventura de vender medias en las Islas Encantadas. Con un capital inicial de US $600, decidió vender las medias por docena, una idea que parecía simple, pero que demostró ser innovadora en el mercado local.
Se plantó en una feria con un amigo quiteño, dispuesto a conquistar clientes. "La primera entrada fue de US $1.500, en la segunda hice US $3.000 y en la tercera US $5.000. Llegué a un punto en el que ya salí de mi deuda", enfatiza. Como un geógrafo que estudia las rutas de un territorio, Ruiz llegó a cada rincón de la isla. Su estrategia era clara: ir a las zonas más concurridas primero, donde el flujo de clientes prometía ser más alto, para luego expandirse hacia áreas de comercio ambulante.
En el transcurso de dos años, las medias que una vez fueron solo de color blanco, evolucionaron notablemente en diseño. Desde modelos afelpados hasta aquellos adornados con diseños sencillos. Fue entonces cuando tomó la audaz decisión de establecer su propia marca: Medias Patas Azules.
Con el nombre definido, inauguró su primer local con sus socios en Galápagos. Juntos, invirtieron la mitad de los fondos para abrir el nuevo espacio. "Se pusieron su jugo de caña y nosotros las medias patas azules", explica. El local, bautizado como "El Trapiche de Don Biche y Patas Azules", representaba el comienzo de una nueva etapa en sus vidas comerciales. La inversión inicial fue de US $15.000 y presentaron los primeros diez diseños temáticos de Galápagos. En esa época, Medias Patas Azules producía alrededor de 700 pares de medias mensuales, lo que representaba ingresos de US $10.000 al mes, sumando la venta de camisetas y buffs.
Después de dos años de operar en la primera tienda, Ruiz comenzó a vislumbrar un horizonte más amplio para su negocio. Con una visión de expansión, se propuso alcanzar una de las principales plazas comerciales de Santa Cruz. Tras un proceso de búsqueda, la marca finalmente logró abrir su segundo local en una ubicación estratégica. El éxito no se detuvo ahí: se ampliaron y la tienda es muy significativa en la actualidad.
Luego llegó un nuevo hito. Ruiz recibió una inversión de por parte de Roland, firma del sector textil, con la condición de que Medias Patas Azules resalte la marca de la firma inversionista. Además, el compromiso es que las ventas de estos calcetines le representen a Roland una determinada cantidad de ingresos anuales durante los próximos cinco años.
El tercer local se abrió en el aeropuerto de Baltra, Galápagos, en 2022, con una inversión de US $ 24.000. Además, Medias Patas Azules ha realizado envíos, a través de su página web, a Estados Unidos, Holanda, México y Australia. La marca emplea a 15 personas entre los tres locales y tiene ventas de más de US $100.000 mensuales. De acuerdo a este emprendedor, Amazon es la siguiente vitrina de las medias patas azules. (I)