Las habitaciones de las residencias universitarias han sido cuna de grandes empresas tecnológicas como Facebook, Yahoo! o Microsoft, por mencionar tres ejemplos. En esos espacios, entre libros, apuntes, malas noches, comida rápida y mucha creatividad, han surgido y seguirán surgiendo firmas que han marcado un antes y un después.
En Ecuador, Forza Láser puede decir con sano orgullo que también surgió en una residencia universitaria. Sus fundadores son los lojanos Fabricio Reyes y Diego Aguinsaca, quienes estudiaron electrónica y mecatrónica en la Universidad de las Fuerzas Armadas-ESPE. Ellos se conocen desde la niñez y ambos dejaron su tierra natal y emprendieron juntos.
Como universitarios tenían varios sueños y el más grande era tener una impresora 3D. Pero ese sueño era inalcanzable porque uno de esos 'juguetes' costaba US$ 3.000. Era el 2014 y en el país recién se hablaba de la impresión 3D, pero ellos ya querían emprender en este campo. Entonces apelaron a sus talentos.
Aguinsaca era un as de la robótica y siempre participaba en concursos académicos, donde con frecuencia sumaba premios. Fue así que tuvo la oportunidad de viajar a México, al Tecnológico de Monterrey. Coincidió que Reyes estaba allá por un intercambio académico. Nos inscribimos en dos concursos, competimos con estudiantes de maestrías y doctorados. Y no les fue mal porque obtuvieron dos premios: una impresora 3D y US$ 1.500. Negociaron y pidieron que en lugar del premio económico les dieran una impresora 3D más grande. Así alcanzaron su sueño. La desarmamos, la trajimos y emprendimos bajo el nombre de Sais 3D, en enero del 2015.
El emprendimiento funcionaba en la habitación que compartían en la Universidad de las Fuerzas Armadas-ESPE. Dábamos servicios de impresión en tres dimensiones a otros estudiantes. Imprimíamos proyectos de tesis, piezas para sistemas de ventilación, prototipos… Era el gusto de imprimir, la pasión que teníamos. Dos camas y una mesa de trabajo fueron los testigos mudos del trabajo de estos pioneros que empezaron con un capital de US$ 2.000 de ahorros y ayuda de sus familias.
La habitación quedó pequeña y los emprendedores alquilaron un local al frente de su casa de estudios. Se turnaban para atender a los clientes, sin descuidar las clases. Empezamos a fabricar impresoras 3D y en esa temporada vendimos unas 300. Nos dimos cuenta de que podíamos fabricarlas cuando hicimos ingeniería inversa de una impresora que habíamos comprado. Era un modelo de hardware open source, lo mejoramos y empezamos a fabricar. Las máquinas 3D son sexis y la gente iba al local a ver cómo funcionaba el negocio. En el proceso de fabricación había un proceso de tecnología láser para cortar piezas. A través de otro concurso accedieron a una cortadora láser, cuyo proveedor les ofreció un servicio pésimo. Pero ellos, como buenos emprendedores, aprendieron sobre esta tecnología y así descubrieron una nueva posibilidad para su futuro profesional. Empezaban a recorrer un nuevo camino.
En el 2015 el negocio de estos lojanos facturó US$ 12.000 y al año siguiente la cifra creció a US$ 42.000. Reyes y Anguisaca seguían apostando por la impresión 3D, pero cada vez sentían mayor atracción por el corte láser y un día, en un documento de un proveedor que recibieron por error, vieron que había grandes oportunidades con el tema láser. El equipo ya sumaba ocho personas y el emprendimiento se aceleraba.
Tras una mala experiencia en el local que ocupaban el negocio se mudó a Quito en 2017. Sais 3D se instaló en el barrio de La Floresta en un local de unos 250 metros cuadrados. Era agosto de 2017 y empezaba una nueva etapa. Con el cambio de domicilio llegó un nuevo nombre Máquinas EC. Además Kevin Yaulema, a quien conocían de la universidad, se sumó al equipo en la parte de marketing.
Con el crecimiento llegó la idea que tiene todo 'entrepreneur': internacionalizarse. Los emprendedores recuerdan que en el 2018 tuvieron un cliente en Bolivia que decidió importar su máquina. Tras algunos contactos el negocio estaba por concretarse a finales de 2019, pero en el 2020 llegó el Covid 19 y los planes se frenaron, no así el trabajo.
El 2020, con la pandemia, fue un caos al principio, pero pasaron cosas increíbles. Dejamos de lado el corte con láser y nos enfocamos en otro giro de negocio: la producción de protectores faciales. Estábamos con una deuda de US$ 200.000, sin trabajo, con 25 personas en el equipo, sin inventario y las deudas. No sabíamos qué hacer, hicimos varios experimentos, pero nada cuajaba. Vimos que a escala mundial la industria de 3D empezó a imprimir protectores faciales para hospitales y un día nos escribieron a pedir 10.000 protectores faciales. Nos lanzamos y empezamos a producir, cuentan sin esconder su emoción.
Para poder trabajar y cumplir con los pedidos que se multiplicaban a diario el equipo se mudó a una planta de 1.000 metros cuadrados en Amaguaña, en las afueras de Quito y usaron el nombre Nanox 19. Pero nunca nos dimos cuenta del mercado, la gente estaba muy asustada, el producto se vendía por miles, despachábamos 25.000 protectores diarios. El boom fue hasta agosto de 2020 cuando la gente dejó de usarlos. Fue el año que más trabajamos y facturamos US$ 1,4 millones. Con la caída de las ventas dejaron de producir estos artículos y volvimos a lo que hacíamos antes de la pandemia: los cortes láser.
Esos meses de locura fueron un tremendo aprendizaje para estos emprendedores. Volvimos al láser con más experiencia. Empezamos de cero, pero con lo vivido estábamos listos para todo. Desde agosto a diciembre de 2020 nos concentramos en estrategia. Hicimos varios fodas, creamos procesos, establecimos un organigrama, recontratamos gente. En diciembre recuperamos salarios y teníamos claro qué hacer.
El corte láser era el norte y en abril de 2021 nació oficialmente Forza Láser. Se retomó la idea de la internacionalización luego de que a finales del 2020 fueran incluidos en el programa de la aceleradora Endeavor. Allí tuvimos mentores que nos motivaron un montón para buscar mercados afuera. Hicimos un 'go to market' para ver que país era más viable, por la pandemia el panorama de años pasados era diferente. Al mismo tiempo realizamos un lanzamiento del producto mínimo viable en Bolivia, Perú, Colombia y México. Obtuvimos resultados favorables en Bolivia y decidimos viajar para encontrar buenas conexiones y hablar con más clientes reales. Después fueron a México, donde se encontraron con un mercado más agresivo, pero igual de atractivo para probar el carácter de la empresa. Así fuimos tomando vuelo con otros países, hablábamos con muchos clientes, pero mientras no se concretara una venta con dinero en el banco, todo era hipótesis. El proceso fue bastante caótico porque al mismo tiempo que analizábamos datos llegaban más clientes, desarrollábamos mejor el producto e iba creciendo el equipo. Pero como veníamos de sobrevivir una pandemia ya estábamos en esa onda.
Para el 2022 Forza Láser se consolidó y tuvo ventas por US$ 2 millones. Este año Forza Láser está montando una planta de producción en México y Perú. El plan es abrir la planta de México en julio y la de Perú hasta finales de año. Con activos valorados en cerca de US$ 6000.000 la empresa calcula cerrar el 2023 con ingresos por US$ 4 millones.
¿Con todo este recorrido, cómo se definen? Somos un equipo de trabajo de jóvenes talentosos y soñadores, convencidos de que podemos conquistar el mundo. Creamos tecnología, creamos máquinas y ese es nuestro pilar. (I)