“Mi papá fue a estudiar allá (Ucrania), en la Unión Soviética. Se ganó una beca, se conocieron con mi mamá, se casaron y salí yo”. Así empieza la historia de Andrián Romero, Gerente General y cofundador de Sinners. Carolina Barona, Gerente de operaciones y cofundadora, dice, por su parte: “yo soy 100 % producto nacional. Mi familia materna es de Latacunga y mi familia paterna es originalmente de Ambato, pero mi papá nació y vive en Quito toda la vida, yo soy quiteña”.
Su historia de amor comenzó en 2005 en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) mientras ambos estudiaban Turismo. Para Romero, su rumbo académico estuvo lleno de desvíos. Desde Ingeniería Electrónica en Ucrania, hasta Comercio Exterior en la UTE y su breve paso por la UDLA. Pero, para Barona su camino fue claro y conciso, “para mí fue una decisión de una porque siempre me gustó mucho la naturaleza y el medioambiente”.
Se conocieron por un ex novio de Barona, que, a su vez, era amigo de su futuro esposo. “Sucedió una ruptura entre ellos, vi la oportunidad y ¡zas!” (risas). Después de graduarse, con anillo en cada mano y empezando su carrera profesional, decidieron renunciar a sus trabajos para iniciar un viaje por Sudamérica. “En ese momento trabajamos en oficinas, un trabajo de ventas que teníamos que hacer porque tocaba. Entonces dijimos 'basta', queríamos irnos de viaje, renunciamos y nos fuimos”.
En Argentina visitaron Buenos Aires e Iguazú, y en Perú fueron a Lima, el Cusco y Machu Picchu. Este par de rockeros y metaleros de corazón aprovechó para ir a un concierto de Manowar y Aerosmith. “Había dos bandas que nos gustaban mucho, que se presentaban justo en ambos países, fue como una señal del destino. Se alinearon los astros, teníamos que ir”. Inspirados por su travesía, a su regreso empezaron a fermentar su sueño cervecero como un hobbie desde casa.
“Regresamos y en ese entonces en Ecuador no había ni insumos, ni materiales, ni nada. Andrián comenzó a investigar sobre las ollas de cocción e hicimos muchísimas adaptaciones”. Hicieron experimentos con diferentes herramientas como, por ejemplo, botellones decorativos (floreros) de 12 litros donde fermentaban su amateur elixir. “La hacíamos en la casa, venían los amigos y la familia a visitar, y les dábamos de probar. Siempre nos decían: '¿Por qué no ponen una cervecería?' y, afortunadamente, nos convencieron”.
A finales del 2012 comenzaron con el proyecto oficial después de dos años de hacer cerveza en su hogar. “Vimos un lugar que era un garaje de una casa, chiquitito, una planta de 100 litros nada más. Hacíamos cerveza los fines de semana y entre semana, después de los trabajos de oficina. Íbamos a ofrecer nuestro producto a los bares y a los restaurantes para que prueben”. A la par, estos jóvenes emprendedores también se preparaban para estrenarse como padres.
Decidieron nombrar su marca Sinners (pecadores en inglés), “porque somos pecadores, porque rompemos los esquemas, porque hacemos todo a nuestra forma, a nuestra manera, a lo que nos dicta el corazón. También porque en esa época los dioses de la cerveza eran la Pilsener y la Club, y nosotros éramos los pecadores que íbamos a tentar a la gente a probar algo nuevo y diferente, que se atrevan a pecar para probar cervezas diferentes”.
Es así que decidieron lanzarse con todo para sacar adelante su negocio, para pasar de soñadores a hacedores. Oficialmente el primer local abrió sus puertas en 2017, pero durante la etapa de maduración comercial se apoyaron mucho en sus familias. Según Barona, “teníamos que pagar las cuentas y para nosotros siempre ha sido súper importante el poder cumplir con las personas que trabajan con nosotros. Por lo que les pagamos a ellos antes de nosotros. Yo regresé a trabajar en turismo (como guía) para poder mantener la casa”. Durante año y medio sus fundadores no recibieron sueldo de Sinners y mucho del capital invertido era propio.
Sin embargo, en 2018 un fondo de inversión latinoamericano les echó el ojo. Su fundador, Berny Silberwasser, visitó su planta en 2015 y se entabló una relación que se cristalizó en US$ 200.000 de inversión. “Esto nos permitió pagar muchas deudas que teníamos y hacer el pub de la Pradera como queríamos, como está ahora. Cambiamos la planta de producción a Pifo, pero ahora está en el local de la Pradera, ya que económicamente era mucho mejor. Los socios del fondo de inversión son gente que tiene experiencia trabajando en el sector de la cerveza por muchos años y su intención es construir algo que trascienda, que deje una huella”.
En 2019 nació su segundo hijo y un año más tarde decidieron abrir su segundo restobar en el barrio de La Floresta. “Encontramos la casa, botamos una pared y se cerró todo, vino la pandemia. Nos demoramos más de un año en abrir ese local. No despedimos a nadie, mantuvimos a todo nuestro personal. Fue súper duro, pero en diciembre de 2021 abrimos”. Poco a poco, su segundo establecimiento se fue recuperando. “Cada local tiene su espíritu, su alma, su ambiente, cada uno tiene algo especial”.
En 2022, Barona ingresó oficialmente en la parte operativa. “Ahí dijimos: 'Tenemos que organizarnos y seguir creciendo'”. La idea de colocar su tercer local en el centro histórico les hizo clic, “tiene que ser en la Plaza San Francisco, si es que no es la Plaza San Francisco no ponemos nada”. Con un olfato para los negocios, también querían aprovechar el futuro metro que tendría una parada a una cuadra de distancia. Saliendo de un curso cervecero fueron a tomar un café en Minka y a la salida los locales de la planta baja llamaron su atención. El 1 de octubre de 2023 comenzaron la obra de su nuevo Sinners con una inversión de US$ 100.000 y el 8 de diciembre abrieron sus puertas.
Estos empresarios fuera de lo común, que adornan sus pieles con tatuajes de todas las formas y colores, cerraron 2023 con una facturación de US$ 1 millón y este año esperan llegar a US$ 1,5 millones. En el camino sumaron a su sociedad a Andrés Bermeo, con quien trabajaron desde 2015, desde que se graduó de Ingeniería de Alimentos. “En la entrevista le preguntamos: ¿Has probado cerveza artesanal? 'Sí' ¿Has probado Sinners? 'No' ¿Te gusta la cerveza? 'Sí'”. Pronto se volvió un geek de la cerveza y se ganó su lugar en la compañía a pulso. Ahora, sus planes para el futuro se centran en dejar una huella, “sea con un local o con 20, tener trascendencia, que nos reconozcan como una empresa que hace las cosas apasionadamente. El hobbie se convirtió en pasión, la pasión se convirtió en sueño y el sueño se convirtió en negocio”. (I)