De niño soñaba con ser futbolista profesional y cuando tenía 15 años viajó a Argentina para ser parte de las divisiones menores de un equipo de fútbol. Daniel Molina comenta que se sentía feliz, no le importaba entrenar tres o cuatro horas diarias los siete días de la semana. Un año después su mamá le dio una dosis de 'ubicatex' y lo trajo de vuelta.
En ese momento sintió que se le derrumbaron todas sus ilusiones, pero no quería darse por vencido. Por dos años estuvo en Deportivo Quito, nuevamente estaba cerca de cumplir su sueño, pero llegó una nueva dosis, porque para su mamá era un factor primordial que tenga una profesión.
Entonces estudió y se graduó de Negocios Internacionales en la Universidad de las Américas (UDLA); empezó su carrera profesional desde abajo, como asistente de call center y analista de crédito en la empresa familiar. Por sus venas corre un espíritu emprendedor, que lo llevó a dejar el trabajo, para fundar Kauzarina Garden, que en quichua significa Empezar una nueva vida.
Justamente hacia allá se enfocaba Molina, sin saber con los obstáculos que tendría que superar. “Tenía US$ 400 para fundar la empresa. Intenté hacer un trading de cacao. Estaba jugando a ser empresario porque nunca me imaginé lo complejo que era. Me di contra el suelo. El mercado estaba saturado por las grandes empresas”. Este tropezón no lo detuvo. Creó la marca de chocolates Llankhay, que quiere decir Caricia. La inversión fue de US$ 5.000. “Mis papás me dieron un empujón. Conseguí venderlos en una cadena nacional de supermercados y en otra de farmacias. Gané tres premios internacionales, a través de un bróker exporté a Kuwait. Pese a todo esto no conseguí sostener la marca por falta de presupuesto”.
Este segundo tropezón lo llevó a pensar que emprender era muy complicado, por lo que optó por probar suerte en el mundo corporativo. Ingresó a Diners Club como ejecutivo de negocios en el departamento de venta de tarjetas de élite. Dos años después el destino lo condujo nuevamente al camino de emprender. Como un buen tomador de café (se sirve 10 tazas al día) pensó que por ahí era el camino. “Las cafeterías me parecían aburridas, todas ofrecían lo mismo, capuchinos, americanos o expresos, nada innovador. Con la idea en la cabeza, mi cerebro empezó a trabajar a mil por hora para esquematizar un plan de negocios para crear una cafetería con un valor agregado, que rompa todos los estereotipos existentes y así nació mi aventura con el nitro”. Corría el 2019.
En este punto, la siguiente pregunta fue ¿qué implica eso? “El nitro es el mejor elemento del mundo. Es una técnica alternativa que te ofrece cientos de opciones para obtener un producto de excelente calidad. El potencial que brinda es ilimitado, porque siempre puedes seguir creando, formulando y diseñando nuevos sabores, jugar con texturas y percibir nuevos aromas”. La combinación entre la ciencia y la gastronomía es el factor diferenciador de este emprendedor. El nitrógeno enfría rápidamente la mezcla, creando una textura más cremosa y suave, debido a la formación de cristales de hielo más pequeños. La peculiaridad de este elemento químico está en que, al entrar en contacto con el ambiente, se evapora y crea un efecto de humo que da la sensación de una explosión química.
La intención de Molina era empezar por Guayaquil, por lo que no dudó en participar en la feria gastronómica Yummy shop. “Con US$ 5.000 importamos los primeros equipos desde Estados Unidos e Italia. No me imaginé la acogida que tuvimos. Ese momento supe que era el camino, que por fin encontré el valor agregado que hacía falta. En tres días vendimos US$ 1.500. Empecé a buscar un local, pero llegó la pandemia y todo se paralizó”.
En julio de 2020 Llankhay Nitro Café abrió su primer local en el centro de Cumbayá. La inversión fue de US$ 15.000. Iniciaron con cuatro sabores de cafés fríos. En seis meses lograron vender US$ 12.000. Para octubre de 2021 este joven emprendedor decidió darle una nueva imagen a su marca. Cerró el espacio que tenía en el centro de Cumbayá para lanzarse con todo a un centro comercial. “Le cambié el nombre a Nitro Paradice. Además de cafés fríos hechos con nitrógeno gaseoso on tap, incluí en la oferta helados preparados ese instante a menos de 196 gados centígrados que los congelas ese momento frente a los ojos del cliente. Cerramos con ventas de US$ 50.000 y tres empleados.
2022 fue para Molina un año de aprendizaje, un tiempo para crear nuevas fórmulas y sabores. De pruebas y errores. Las ventas fueron por US$ 100.000. Tras cuatro años de afinar el concepto Nitro Paradice se abrió a una etapa de escalamiento en el mercado. Con una energía efervescente como el nitrógeno que define sus productos Molina asegura sentirse confiado porque puede involucrar todos sus conocimientos en pos de un propósito.
En 2023 abrió un nuevo local en otro centro comercial. La oferta se incrementó a 200 sabores. A los cafés fríos y helados, se sumaron cocteles y el bubble tea, con perlitas que explotan en la boca. Para Molina estas novedades le permitieron una facturación superior a US$ 300.000 y ocho colaboradores. “Para nosotros es un momento clave, aunque el tema recursos siempre es un limitante, sentimos que tenemos todo para seguir creciendo”.
Molina explica que este método de preparación es ideal para experimentar con ingredientes fuera de lo común. ¿Qué tan difícil ha sido? “Aquí es muy complejo invertir y emprender, pagas impuestos igual que una empresa grande y las leyes cambian constantemente. Hay que superar muchas trabas para conseguir permisos y certificaciones. Es muy importante buscar algo diferente e innovador. Detrás hay mucho trabajo, sacrificio y hasta lágrimas”. En el tercer trimestre de este año abrirá dos locales en el valle de los Chillos y en el sur de Quito. (I)