Ambato es conocida por sus festividades, así como por su actividad comercial y su creciente parque industrial. También es la Cuna de los Tres Juanes y hogar de emprendedores que impulsan el desarrollo económico de la sierra centro ecuatoriana. Un ejemplo es Eduardo Salazar, emprendedor y empresario ambateño, que apuesta por el sector gastronómico, el servicio y la calidad. Tiene 38 años y es conocido por su espíritu incansable.
A los 20 años se convirtió en padre por primera vez. Se casó y a los dos años se divorció. Buscó oportunidades en Estados Unidos y emigró por ocho años. Estudió Hospitality Management, con especialidad en restaurantes. Salazar asegura que fueron años complicados. Estudiaba y trabajaba a tiempo completo. Inició limpiando mesas, pisos y baños en un bar de Nueva York. Fue escalando, aprendiendo el idioma y llegó a ocupar puestos administrativos. Regresé al país en 2013 porque la vida allá no me gustaba, mi hijo estaba en Ecuador y me enamoré de una ambateña (dice entre risas).
Emprender fue la primera opción cuando volvió a su tierra. Me puse una empresa de organización de eventos empresariales y no funcionó. Aquí las personas no contratan personas para hacer eventos, la idea no duró ni tres meses. Después, invertí en artículos gastronómicos para cocina molecular, pero eran demasiado innovadores para la ciudad. Fracaso es una palabra que conocía y vivía muy de cerca. Sin embargo, con el poco capital que tenía creó el restaurante Ruta 86, que abrió sus puertas por seis años, hasta que llegó la pandemia de Covid-19. Nunca se detuvo y, de forma paralela, mantenía una churrería, un negocio pequeño y estable.
Hoy, Salazar va por una estrella más grande en el mundo culinario. En medio de la entrevista, recordando su trayectoria, asegura que esos momentos duros le prepararon para abrir Lua, una cafetería que en siete meses ha facturado US$ 207.000, con una proyección de cerrar el año con ingresos por US$ 360.000.
El local se encuentra en la concurrida Avenida de los Guaytambos, en el sector de Ficoa, en Ambato. Es una pequeña vivienda, con una fachada minimalista, con grandes vitrales y una terraza exterior. El recibidor tiene un estilo europeo que cautiva a simple vista. El mostrador está lleno de los mejores productos de su panadería y no falta una persona que esté pendiente de cualquier requerimiento. En Lua, apuestan 100 % en el servicio y en crear una experiencia inolvidable. Así aseguran que sus comensales regresen, no solo a disfrutar de un café, sino a degustar todos sus platillos.
El concepto es industrial vintage. No es muy colorido, la paleta es básica. Pusimos detalles armónicos que te invitan a quedarte. Puedes venir a trabajar, a pasar tiempo con tu familia o amigos. Abrimos todo el día, los siete días de la semana. Tenemos distintos espacios para varias ocasiones. Nuestro menú concentra mis ideas, que fueron plasmadas por profesionales en la cocina. Por ejemplo, no vendemos arroz o carnes, pero tenemos una tostada de filet mignon. Hemos innovado y cuidamos de cada detalle.
La inversión total supera los US$ 90.000, entre remodelaciones y el inmobiliario. Salazar enfatiza que tiene un buen gusto y un paladar exigente, por lo que es observador y minucioso. El primer mes que abrimos facturamos US$ 40.000, fue un boom, pero decrecimos el segundo mes (US$ 21.000) por errores en el servicio. Ahora, tenemos, en promedio, una facturación mensual de US$ 29.600. Estamos corrigiendo todos los errores para diferenciarnos de las grandes cadenas.
Este amante del pádel y del turismo expresa que en Ambato la gente es exigente. Por eso, su mayor diferenciador es garantizar sus servicios. Es improbable, por no decir imposible, no salir recargado de esta cafetería, que cuenta con 20 colaboradores internos y externos. Los huevos divorciados o el waffle de verde sin duda ponen de buen ánimo a cualquiera. Tienen 40 diferentes platos y una capacidad para atender a 50 personas.
Su meta a corto y mediano plazo es sentar un precedente en el sector y expandir su local a otras ciudades en Ecuador y Estados Unidos. (I)