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Matías Campos
Negocios
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Matías Campos fundó Astralintu, una firma de logística espacial. Con una inversión de un socio estratégico, que oscila entre US$ 3 millones y US$ 5 millones, el propósito es desarrollar la primera estación terrena comercial. Este ecuatoriano Under 30 tienen una maestría en Ingeniería Espacial, con una especialización en Robótica, y se ha enfrentado a todo tipo retos, un incendio incluido, para cumplir sus sueños.

26 Marzo de 2025 09.43

Desde que era un niño, Matías Campos siempre miró al cielo con la misma mirada curiosa y determinada que los astronautas tienen en las películas. En su imaginación ya construía cohetes, recorría el universo y soñaba con un futuro en que el espacio fuera accesible para todos. Este quiteño a sus 29 años asegura que ha traspasado las fronteras para que Ecuador sea parte del escenario espacial global.

Estudió en el Liceo Internacional, donde se destacó como un excelente estudiante con pasión por las matemáticas y la física. Su participación en varios concursos nacionales lo llevó a obtener el segundo lugar en un concurso de Física en 2014, con un experimento en el que midió el campo magnético de un electroimán. Decidido en sus objetivos, sabía que con esfuerzo y dedicación uno puede ser el mejor, sin importar de donde venga. "Todos me decían que estaba un poco loco, que eso no era para nosotros, sino para europeos o norteamericanos, siempre me rehusé a aceptar esos argumentos. Un día estaba con Willy Ureña, mi ahora socio, en su casa. Él tiene una fábrica de muebles y yo le ayudaba. También armábamos carros de madera para participar en las carreras en las fiestas de Quito y otros objetos. Un día me dijo: 'Anda estudia, gradúate y a tu regreso hacemos satélites'".

Se graduó en Worcester Polytechnic Institute, en EE.UU., donde obtuvo la licenciatura y la maestría en Ingeniería Espacial, con una especialización en Robótica. También obtuvo una licenciatura para enseñar física en Massachusetts. "En EE.UU. no podía trabajar en la industria por ser extranjero. Por suerte se me abrió una oportunidad en Silver Antena Electronic Systems, en Múnich, Alemania. Me encargaba de fabricar tarjetas de control electrónico para aviones, es decir, el software que permite que la aeronave funcione correctamente mientras vuela en piloto automático".

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Su película favorita es The Martian, de Andy Wier, porque retrata, utilizando física, cómo sería la vida de un ser humano en Marte. Para este Under 30 los límites están en la mente. Al poco tiempo, tenía claro que Ecuador, al estar sobre la línea ecuatorial, contaba con una ventaja única para la exploración espacial. Así, su sueño empezaba a hacerse tangible: construir las herramientas necesarias para explorar el espacio. Las naves, los sistemas y las antenas, todo lo necesario para conectar a su país con el cosmos.

En 2019 participó en el Congreso Mundial de Astronáutica en Washington DC, como parte del comité de países emergentes de la Federación Aeronáutica Internacional. "La experiencia me abrió los ojos y entendí que no hacía falta estar en Europa o Estados Unidos para ser parte de la industria. En el vuelo de regreso a Múnich redacté mi renuncia, llamé a Willy y aterricé en Quito el 9 febrero de 2020, sin ningún plan de negocios, solo con la decisión en firme de poner al Ecuador en el mapa global". 
Con una inversión inicial de US$ 3.000 fundó Astralintu, con un concepto básico: conectar el Ecuador con el futuro. La empresa se especializa en logística espacial y operaciones del segmento terrestre. En palabras sencillas, sus servicios facilitan un acceso rápido, sencillo y confiable al espacio, a las operaciones espaciales y al uso de los datos recopilados para empresas, gobiernos y organizaciones educativas. Campos usó el colibrí como símbolo, porque, según la mitología inca, esta ave representa la conexión entre tres mundos: el cielo, el presente y el inframundo. "Me decían que el espacio era para millonarios, pero yo estaba convencido de que podía demostrar lo contrario".

Comenzaron desarrollando placas de control de satélites, cuyo precio puede ser de US$ 500, si nunca han estado en el espacio, y sobre los US$ 5.000 si ya están validadas en el cosmos. En 2021 lograron vender dos estructuras de aluminio para satélites y probaron que podían fabricar componentes para los astros. "Los vendimos en US$ 800 porque el cliente era dueño de los modelos, sino podrían costar unos US$ 10.000".

Este joven visionario es parte de una generación que sabe aprovechar las oportunidades y desafiar el statu quo. Fue nombrado líder espacial para los países emergentes y, en 2022, organizó en Quito la Conferencia Global sobre Desarrollo Espacial en Países Emergentes (GLEC 2022). "Estuvieron los cracks, cientos de autoridades de todo el mundo para ver de primera mano las bondades de Ecuador. Para entonces estaba claro que el camino era la construcción de estaciones terrenas".

Audaz, decidido, atrevido y comprometido en diseñar un camino a seguir, logró asociarse con D-Orbi, una empresa aeroespacial privada con sede en Italia que opera en el mercado de los remolcadores espaciales. "Las piezas de la antena llegaron a Quito y nos faltaban US$ 10.000 para sacarla de aduana. Yo me encontraba en París participando en el congreso mundial y no lo vas a creer, ¡ganamos el primer lugar al mejor emprendimiento! Lo que convenció al jurado fue el alto valor agregado de nuestro proyecto y, casualmente, lo que necesitábamos fue el valor del premio".

Armar la antena les tomó casi un año. En marzo de 2023 hicieron las primeras señales de prueba y tres meses después estaban bajando paquetes con data. La antena espera en el horizonte que pase el satélite a 500 kilómetros de altura, capta la información y luego la transmite. El minuto de servicio vale US$ 6 y cada proceso dura unos 10 minutos. "Lo que armamos fue un auto y lo que necesitábamos era un taxi, para dar servicio. Nos faltaba el desarrollo del producto alrededor del activo que creamos. El siguiente paso fue armar el software".

Este quiteño vive intensamente el camino de cada experiencia que se le presenta. No puede ni quiere quedarse quieto, su cabeza está en continuo movimiento, pensando en lo que viene a continuación. Levantó US$ 100.000 entre amigos y familia para desarrollar el software, adquirió otra antena y mejoró la recepción de la señal.

Campos es un firme defensor del desarrollo de ecosistemas espaciales. Actualmente es vicepresidente del comité administrativo para promover la colaboración entre países con capacidades espaciales, y lidera las iniciativas para fortalecer la participación de América Latina y el Caribe en la industria aeroespacial.

Mientras el mundo intentaba comprender como esta empresa de un país pequeño se abría camino entre los grandes, Matías fortalecía su determinación de expandir sus horizontes. Con una sonrisa asegura que en el espacio siempre hay lugar para más. Para 2024 Astralintu contaba con tecnología de punta para dar servicio a operadoras satelitales globales B2B. En julio de 2024 colaboraron con la Agencia Espacial Europea (ESA) en el tracking del Ariane 6, su último cohete enviado al universo.
El siguiente paso era levantar capital para expandirse. "Abrimos una ronda de US$ 4 millones, empezamos a tocar puertas en distintos países, solo recibíamos un 'no' de respuesta, pero no iba a darme por vencido. Llegué hasta Arabia Saudita, donde me encontré con la presidenta del comité de uno de los fondos más grande del mundo, sus palabras fueron un sacudón: 'En el mercado hay interés por lo que haces, pero si no hay apoyo desde tu país, es casi imposible que nosotros le apostemos a una realidad que no conocemos'". 

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Matías regresó con las manos vacías y sin una luz en el horizonte. En septiembre de 2024 vivió el peor momento, cuando las llamas del incendio en el cerro Auqui estuvieron a punto de reducir toda su empresa a cenizas. "Dejamos de operar tres meses desde Ecuador, pero no estaba dispuesto a fracasar. Logré una alianza con empresas de Ghana, Colombia y las islas Canarias. Eso me dio un respiro, mientras buscaba un socio estratégico". 

La suerte no llega sola, se busca, y Matías la encontró. "Logramos un acuerdo vinculante con uno de los holdings empresariales más influyentes del Ecuador, que ahora se suma como socio estratégico clave. Con una inversión entre US$ 3 millones y US$ 5 millones desarrollaremos juntos la primera estación terrena comercial en la provincia de Imbabura. El plan es colocar siete antenas. Los primeros años nos dedicaremos a recuperar la inversión, para 2030 proyectamos una facturación superior a los US$ 6 millones".

Lo que comenzó como una idea sin recursos ahora es una empresa valorada en US$ 17 millones. Y ahora, cuando mira al cielo, sabe que, con el esfuerzo y la pasión, él y su equipo no solo han tocado las estrellas, sino que están creando un camino para que otros también lo hagan. (I)

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