En su memoria tiene grabado, como si fuera ayer, el día que llegó al Ecuador. Tenía 19 años y US$ 20 en el bolsillo. Fue un 12 de agosto del 2005. Le habían ofrecido un trabajo que pintaba muy bien, pero fue todo lo contrario. La peluquería era nueva, muy pequeña. Se pasaba los días sentado, no entraban clientes. ¿Quedarse o regresarse a su natal Apóstoles, en Misiones, Argentina?
Miguel Ángel Cavallero, estilista y técnico informático, decidió luchar en tierras ecuatorianas. La mejor apuesta de su vida. Hoy, Corporación Cava es un millonario negocio que para este año proyecta una serie de inversiones que, nuevamente, serán un punto de inflexión en cómo se concibe a la peluquería en el país: como una auténtica industria.
De familia numerosa, de seis hermanos, desde muy pequeño le gustaba peinar a sus tres hermanas para que no lo avergonzaran con sus fachas. Les decía: “No van a ir conmigo, si no van con estilo”. Porque, al final de cuentas, todo se resume en lo que este carismático argentino dice en referencia a la popular cita: “Como te ven, te tratan; si te ven mal, te maltratan; si te ven bien, te contratan'. Trabajador incansable y apasionado por el marketing, se abrió espacio peinando y realizando muchos, muchísimos cortes.
Un salto a la televisión en 2009, para participar en el segmento de belleza del programa La mañana junto a ti le sirvió para darse a conocer a lo grande. “Arriesgué todo, siempre lo hago. Conseguí el teléfono del canal y pedí hablar con la productora. Me ofrecí y me pusieron a prueba. Me quedé. Aunque no me pagaban, fui muy estratega, no todo debe tener un rédito económico, se trataba de una inversión publicitaria más grande, la televisión era la puerta más grande que podías tener”. Ya famoso, con US$ 5.000 abrió el primer estudio llamado Cava, algo que hasta ese momento no existía en el país. Y también un spa, con US$ 900 de capital.
Sin embargo, en 2013 decidió cerrar todo e irse del país. Se afincó por seis años en Miami. Sin mucha suerte, regresó al Ecuador, nuevamente con los bolsillos vacíos, incluso su pasaje fue pagado por una amiga. No se rindió. Empezó nuevamente desde “menos cero”, dice. Así que volvió a la carga, a trabajar, literalmente, como burro. A los pocos meses reabrió el estudio, con US$ 15.000 obtenido de préstamos que le hacían amigos, porque los bancos se los negaban. Los clientes se multiplicaban y las cosas no podían ir mejor.
Nadie contaba con la pandemia. En ese momento había decidido comprar una casa en el exclusivo sector de la González Suárez, en la que invirtió US$ 350.000. Endeudado, los dos meses y medio de confinamiento le pasaron una dura factura al negocio y a sus 15 empleados. Tomándose hasta dos termos de mate por día, peleando con las autoridades por trabajar bajo un protocolo de bioseguridad y metiéndole el 200 % a cada día, poco a poco ha empezado a reconstruir su negocio. Este año se viene con todo.
Según su cronograma, en marzo de este año empezará a construir un edificio boutique de 14 pisos, en la calle González Suárez, en conjunto con Adriana Hoyos. Se llamará Cava Concept, by Adriana Hoyos y se espera que esté listo para finales del año. El edificio contará con 14 departamentos. “Va a valer US$ 2.500 el metro cuadrado. Se diseñará de acuerdo con qué quiera el cliente, cada uno podrá personalizarlo. Adriana hará toda la decoración. Cada piso, un departamento. Y el servicio tendrá inspiración en lo que son los Ritz Carlton, habrá un spa peluquería en la primera planta, un espacio para meditar, etc. Calculamos que la inversión ascenderá a aproximadamente US$ 2 millones”, dice Cavallero.
Otra línea de inversión será vender los productos de peluquería de la marca Cava. Hasta el momento, se han invertido US$ 250.000. Su último producto es un champú que previene la caída del cabello. La fórmula es secreta, pero el efecto positivo es público. El sueño del profesional argentino es montar el próximo año una fábrica en el país que provea al mercado y, por qué no, pensar en exportar hacia otros destinos, dada la fama mundial del estilista. “Nunca quise tener la típica peluquería de barrio. Yo quiero que la peluquería sea tomada como una profesión importante. Empezamos a sistematizar los procesos, a llevar una contabilidad más ordenada. Hoy es una Corporación Cava, con varias ramas de negocio”.
Ese músculo financiero le permite pensar en desarrollar otros proyectos: renovar la decoración del estudio, donde se han invertido US$ 100.000; lanzar Cava School, una plataforma de capacitación en peluquería y temas de administración de negocios, para ayudar a las personas a profesionalizarse, donde se ha invertido US$ 30.000, y adquirir los primeros lavacabezas con ozono de una marca italiana, que serán los primeros en la región, lo que significará una inversión de US$ 60.000, y que estarán listos para servir a las clientas.
No deja de aprender. Según él, la educación es la columna vertebral para llegar a las metas que cada uno se propone. Eso y el trabajo. No por nada, Miguel Ángel Caballero atiende a alrededor de 500 clientes mensuales. ¿Busca una cita? Deberá esperar al menos tres meses por su turno. (I)