No es de extrañar que las palabras vida, libertad y búsqueda de la felicidad hayan sido inmortalizadas durante todos estos siglos. Dale a cualquier ser humano el tiempo, el espacio y el dinero para hacer lo que quiera y perseguirá la felicidad.
Pero para pensar y buscar la felicidad en relación con los negocios, primero debemos definirla. Volvamos atrás y tomemos prestada algo de filosofía de Aristóteles. El filósofo griego, que hizo contribuciones significativas a muchas áreas del conocimiento humano, planteó cuatro niveles de felicidad: laetus, felix, beatitudo y sublime beatitudo. Así es como los veo trabajando en un contexto empresarial.
Nivel uno: laetus
Laetus se traduce como simple búsqueda de placer. Esta es la gratificación sensual basada en cosas externas: un refrescante chapuzón en una piscina en un día de calor abrasador o el primer bocado del postre favorito. Cada vez que nuestros sentidos se complacen con un estímulo externo, este es laetus.
Nivel dos: felix
Felix es la gratificación de nuestro ego. Una explicación demasiado simplificada puede ser sustituirla por la palabra ganar. Cuando logramos una meta a corto plazo y sentimos una sensación de logro, experimentamos a felix. Cuando recibimos un ascenso, elogio o reconocimiento de algún tipo, nos estamos beneficiando de este segundo nivel, como lo define Aristóteles. Felix es la razón, corporativamente hablando, de que existan plataformas de recompensa y reconocimiento.
Nivel cuatro: sublime beatitudo
Voy a salirme del orden acá y describiré la sublime beatitudo a continuación. Esta forma última, sostenida y final de felicidad sólo puede pensarse en el ámbito de lo espiritual o trascendente. Por lo tanto, este nivel de felicidad, por definición, no puede ser alcanzado explícita o directamente en masa por un grupo diverso de personas. Se puede buscar esta forma de felicidad a través del arte, la filosofía, la religión o la espiritualidad. Como líderes de personas y líderes de empresas, creo que debemos alentar y hacer espacio para que nuestra gente busque la felicidad sublime como mejor les parezca.
Nivel tres: beatitudo
Dejé esta forma de felicidad para el final porque creo que beatitudo es un punto de reunión ideal para la búsqueda de la felicidad dentro de un mundo corporativo. Se basa en el deseo humano de conectarse, entablar amistad, hacer el bien y mostrar compasión. Los seres humanos experimentan este tipo de felicidad cuando miran más allá de sí mismos hacia el bienestar de los demás.
Esta alegría, tal como la defino acá, no es permanente y sin interrupción. La alegría no trasciende el tiempo y el espacio porque los seres humanos vivimos en un mundo lleno de personas imperfectas y relaciones imperfectas. Pero a pesar de estos reflujos en el flujo de alegría, este nivel de felicidad puede ser profundo y duradero.
Beatitudo es la razón por la que las empresas tienen una misión y una visión. Tenemos un deseo central común de hacer del mundo un lugar mejor a través de nuestro trabajo. Sería justo traducir misión o visión a "propósito" cuando se habla de individuos. Es este propósito, en última instancia, el que debe establecerse para que tenga lugar cualquier búsqueda de la felicidad. No solo nos ayuda a establecer una meta, sino que también nos brinda un marco por el cual juzgar las acciones como alineadas o desalineadas con nuestros deseos.
Felicidad y trabajo
Ahora que hemos establecido lo que entendemos por felicidad, ¿qué tiene esto que ver con el trabajo? O, más específicamente, ¿por qué los ejecutivos y líderes deberían preocuparse por facilitar e influir en sus empleados para que sean felices? La respuesta es triple: reciprocidad, contagio y productividad.
Reciprocidad
Tomemos primero la reciprocidad. Ya hemos establecido que beatitudo, o alegría, es un sentimiento de satisfacción profundo, significativo y duradero. Este sentimiento se deriva directamente de un esfuerzo por impactar a otros. Por definición, la alegría es relacional. Si los líderes de la empresa, o cualquier líder de personas en cualquier contexto, desean experimentar la alegría por sí mismos, primero deben buscar el bienestar, la prosperidad y la satisfacción de aquellos a quienes lideran.
Pensá en la última vez que te ofreciste como voluntario o te esforzaste explícitamente para servir a otra persona. ¿Quién se beneficia? Ciertamente, aquellos que son atendidos son beneficiarios en estos momentos, pero casi universalmente, aquellos que hacen el voluntariado o el servicio reportan un sentimiento de profunda satisfacción y son cambiados para mejor por su experiencia. Si queremos sentir alegría, debemos difundir alegría.
Productividad
Pero, ¿qué pasa con el resultado final?, los CFOs intervienen. No teman, la felicidad también es una gran ayuda para la productividad. La felicidad está estrechamente relacionada con objetivos comerciales como el reclutamiento, la retención y la productividad. Según un estudio del MIT, la felicidad autoinformada es una medida predictiva de la productividad de los empleados.
Contagio
Similar a la reciprocidad, la alegría puede actuar como un código de trampa y propagarse como un reguero de pólvora. Así como entendemos que los empleados felices son más productivos que otros, años de encuestas dentro de mi empresa han demostrado que los empleados felices también son más leales.
Sin embargo, los beneficios no terminan con los empleados. Una empresa llena de empleados felices se traduce en una empresa con clientes felices. Como consumidor, nuestra perspectiva sobre una marca se basa en cómo nos hace sentir una compañía. Por supuesto, es probable que los empleados alegres no salven un mal producto o servicio, sin importar qué tan bien traten a los clientes, pero incluso un producto o servicio promedio puede sentirse como una experiencia de élite si la alegría contagiosa del proveedor del servicio llega al público.
*Con información de Forbes US