En 2010, María Isabel Salvatierra, madre de Felipe Acosta, actual Gerente General de Aquafit, vio en la venta de botellones de agua un negocio con posibilidades de crecimiento. La inversión inicial fue de US$ 1 millón, se contrató cuatro personas, se montó un galpón de 600 metros cuadrados y se adquirió siete camiones repartidores para vender 30 botellones diarios. En el primer año, pasó de ser un negocio de centavos a facturar US$ 100.000, según cuenta Acosta.
Cinco años después, la empresa sumó otros cinco camiones para aumentar su flota, se construyó un nuevo galpón con un área de 900 m2 y la producción se incrementó a 3.500 botellones al día. En 2020 la facturación alcanzó los US$ 2,8 millones, en 2021 US$ 3,2 millones. La rentabilidad está en el orden del 30 % y se espera cerrar 2022 con ingresos de US$ 3,7 millones. La meta es superar en 2025 los US$ 5 millones.
La empresa produce ahora 7.800 botellones de 20 litros diarios, trabajan 100 personas y cuentan con 15 camiones, además de un galpón de 1.200 m2, nueva maquinaria y certificaciones como la ISO 700, que transparenta información por Buenas Prácticas de Manufacturas (BPM) y de punto verde. El portafolio se amplió a otras siete presentaciones dentro de su línea de negocio: galones, botellas de varios tamaños, fundas con dosificador, entre otros.
Citando algunos ejemplos de sus ventas, diariamente se comercializan 3.600 unidades de botellas de uso personal, 800 fundas con dosificador y 600 galoneras, más los 7.800 botellones que representa una venta diaria sobre los US$14.000, solo en su área de influencia, Santa Elena.
Esta empresa mira el negocio del agua con ojos grandes y en julio de 2022 le darán un nuevo giro. Se asociarán con la empresa panameña Aqua Side, creada en 2007 y valorada en US$ 200 millones para distribuir agua 100 % pura, subterránea y que no ha sido tocada por el hombre. La inversión inicial de Aquafit Internacional será de US$1 millón. “Únicamente hay siete marcas en el mundo. Es agua sin gas, Artesiana Water. Vamos a envasar estas aguas para distribuirlas en Sudamérica y el Caribe. Empezaremos trayéndola a Ecuador, Colombia y Perú”, destaca Acosta.
La primera importación al país será de cinco contenedores, con unas 250.000 botellas de uso personal. Una botella puesta aquí costaría US$ 0,85, la utilidad prevista es del 25 %. Según sus cálculos, esta inversión sería recuperada en dos años. “Cuando digo que voy a importar agua me dicen que estoy loco, pero mi intención es cambiar, no solo este negocio, sino de muchas otras industrias tradicionales que han querido internacionalizarse, pero no saben cómo hacerlo”.
Acosta no puede quedarse quieto, por eso durante año de pandemia vio la necesidad de reinventarse, ya que la venta de agua envasada se contrajo. Se le ocurrió crear una nueva línea de negocio, llamada Aquasivo, dedicada a la distribución y venta de productos de consumo masivo, básicamente los que se exhiben en una tienda de abastos como alimentos no perecibles, panadería, dulces, chocolates, detergentes, cigarrillos, cervezas y vinos.
Con una inversión de US$ 150.000, la firma construyó otro galpón de 600 m2 y adquirió dos camiones, para uso exclusivo de esta empresa, porque no puede correrse el riego de que el agua se contamine. Con un año en el mercado, logró una facturación de US$ 1 millón. En Aquasivo, los precios los establece el vendedor o la fábrica productora, por eso la rentabilidad es más baja que el otro negocio y se ubica entre el 11 y 13 %.
Como buen millennial, su cerebro sigue pensando en cuál será el siguiente paso. Tiene en mente la creación de aguas saborizadas y mineralizadas, que espera lanzarlas al mercado en dos años. El mercado local será atacado en diciembre, con una marca premium en envases más amigables que el plástico, con el objetivo de dejar de ser el vendedor de tienda y entrar a grandes ligas como restaurantes, hoteles y cafeterías. (I)