Eloy Mera nació en Balzar, Guayas, y desde joven supo que su destino estaba fuera del país. En 2001, con apenas 17 años y un título de bachiller en administración de granja y zootecnia, miró alrededor y no encontró futuro en el Ecuador. "Siempre pensé en grande", recuerda.
Mientras su madre ya llevaba algunos años en España, él decidió cruzar el Atlántico para probar suerte. "Voy un tiempo, y si no me gusta, regreso", pensó. Pero nunca volvió. Aterrizó en Barcelona sin certezas, solo con el hambre de crecer y de no conformarse con ser uno más. Desde entonces, su historia se teje con el esfuerzo que lo llevó a tener éxito lejos de casa.
Entre 1999 y 2000, Ecuador atravesó una de las peores crisis económicas de su historia contemporánea, conocida como el feriado bancario, que llevó al congelamiento de depósitos bancarios, el cierre de numerosas entidades financieras y una desconfianza en el sistema económico. Esta situación provocó una ola migratoria que impulsó a cientos de miles de ecuatorianos a abandonar el país. España se convirtió en un destino que registró un salto de menos de 50.000 personas en 2000 a más de 450.000 en 2005, según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas, Undesa.
Mera y su familia fueron parte de estas cifras. Su madre trabajaba en una casa, como muchas mujeres migrantes de la época, asegura. Él, en cambio, empezó en la obra. Era lo común. La migración del 2000 era distinta: ruda, silenciosa y llena de miedos, cuenta Mera. Los hombres iban directo a la construcción, las mujeres al servicio doméstico. Muy pocos se atrevían a buscar trabajo en hostelería y socializar era difícil. "Era un sin vivir".
Tras dejar la obra, Mera volvió a sus raíces. Su familia siempre estuvo ligada a la cocina. Su abuela tenía un restaurante y su madre heredó ese talento. Por eso, encontraron un local donde empezaron a vender comida ecuatoriana los fines de semana. A la tercera semana, surgió la posibilidad de comprar el traspaso del restaurante que, en esa época, costó 150.000 pesetas (unos 150.000 euros). Era una suma que no tenían, pero que lograron reunir con apoyo de amigos, un crédito bancario y un acuerdo directo con el propietario, que les permitió pagar en cuotas durante tres años. Bellaterra era el nombre.
El sitio estaba ubicado en la calle Padilla 177, en Barcelona. En ese entonces, trabajar duro todavía abría puertas. "Aquí se valoraba el esfuerzo", recuerda Eloy. Aunque el restaurante seguía el modelo clásico de locales 'étnicos' enfocados en la comunidad migrante, él ya soñaba en grande. Siempre le atrajo el mundo empresarial y creía que si se le daba valor a lo propio, a lo auténtico, había espacio para crecer.
En 2007, este ecuatoriano sintió que era momento de crear algo nuevo. Llevaba casi una década en España y notaba que, como él, había una generación entera de migrantes jóvenes que no se identificaba del todo con la comida tradicional ecuatoriana. Eran los que habían llegado con 10, 12 o 15 años y que crecieron entre dos mundos. "La gente quería comerse un chuzo, un choclo, una hamburguesa, una papipollo... y eso no lo ofrecían los restaurantes latinos", recuerda. Así nació El Ñaño, una marca con un concepto de comida rápida inspirado en la gastronomía callejera ecuatoriana. El primer local fue un éxito: bien decorado, bien pensado y con una identidad que trascendía. En poco tiempo ya contaban con dos puntos de venta.
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El nombre "El Ñaño" gustó mucho. Para este emprendedor era más que una palabra. "Ñaño es hermano, y yo quería que todos —ecuatorianos, colombianos, venezolanos— se sintieran parte", cuenta. La comida ecuatoriana, bien ejecutada y bien comunicada, empezaba a ganar terreno. Sin embargo, la crisis económica de 2008 golpeó fuerte. Por inexperiencia y juventud, Eloy cuenta que tuvo que cerrar uno de los locales de El Ñaño. Pero fusionó la esencia de esta marca con la trayectoria de Bella Terra. Así nació su primer local emblemático.
Con la fusión de conceptos, Mera decidió reformular todo desde cero. Invirtió más de 400.000 euros en un restaurante completamente nuevo, desde los cimientos hasta la cocina, para construir un local más grande. La carta también evolucionó, mantuvo los sabores típicos, pero les dio un giro más ágil, más cercano al fast food, sin perder calidad ni esencia.
El resultado fue una propuesta que rompía esquemas y marcaba una diferencia frente a los restaurantes latinos tradicionales, muchas veces asociados a espacios para beber y escuchar música los fines de semana en España. Mera quería que lo suyo fuera distinto, un restaurante ecuatoriano para todos los públicos, con comida auténtica y servicio de primer nivel.
En 2017, con más experiencia, este migrante retomó la expansión. Había probado suerte en varios negocios —una discoteca, una radio, una agencia de viajes, incluso un restaurante venezolano— y aunque todos le dejaron aprendizajes, decidió enfocarse en lo que realmente amaba: su marca. Así nació El Ñaño Caminito a Guayaquil, con una inversión de 150.000 euros y la idea era jugar con los nombres y la identidad cultural de cada rincón del Ecuador. Está situado en la calle Aragón 54, más pequeño —para 50 personas—, pero al que Eloy se refiere como "la joya de la corona".
Esto lo llevó a dar un paso aún más ambicioso. El local original de El Ñaño Bellaterra, ubicado en la calle Padilla, se había quedado pequeño, así que lo trasladaron a la calle Lepanto 203, donde abrieron un restaurante con capacidad para 250 personas.
En 2022, llegó una oportunidad que no podía dejar pasar y abrió un tercer local en el corazón de Barcelona, en la Balmes 18 justo al lado de la Rambla Cataluña, en la llamada "milla de oro" de la ciudad. "Si queremos que la marca crezca, teníamos que estar en el centro". Ese nuevo espacio tiene una capacidad para 180 personas. "No queremos quedarnos aquí. Nuestro sueño es ver a El Ñaño en Londres, en París, en cada ciudad donde haya una comunidad latina que valore lo suyo, pero también para el público general. Sabemos que lo vamos a lograr. Quizás nos tome 15 o 30 años, pero ese es el objetivo".
Los tres restaurantes en Barcelona comparten el mismo menú, pero con una carta que evolucionó a medida que el equipo viajó y exploró nuevos sabores. Aunque partieron de la cocina tradicional "de pueblo" y una fusión con comida rápida, con el tiempo incluyeron platos del litoral ecuatoriano. "Empecé a viajar a Salinas, Puerto López, Quevedo... y de ahí trajimos platos como el chaulafán, que no era parte de nuestras recetas familiares".
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Ese plato, convertido en su estrella, conecta con todos los latinos. La demanda habla por sí sola, se venden más de 8.000 platos al mes en todo el grupo."La menestra hacemos litros y litros y litros. Chuzos hacemos miles. El chaulafán es nuestro top ventas y cuesta 17 euros. Es una locura".
Hace un año y medio vendieron su primera franquicia: El Ñaño Madrid. El franquiciado, un empresario colombiano de Medellín, creyó en el proyecto y apostó por un restaurante que mantiene los valores y estándares de la marca. "El canon de apertura es de 20.000 euros y el royalty es 5+2, como en muchas franquicias, pero montar un Ñaño bien hecho cuesta entre 300.000 y 350.000 euros", explica.
Pero, Mera quiere más. La decisión de cruzar el Atlántico y abrir en Miami, Estados Unidos, no fue al azar. Aunque muchos podrían pensar que Nueva York sería una apuesta lógica por su enorme comunidad latina, el equipo tenía claro que el público objetivo era otro. "No queremos quedarnos solo en los barrios donde hay muchos latinos. En Barcelona, por ejemplo, nos fuimos directo al centro, porque nuestro concepto es que la comida ecuatoriana debe ser para todos. Lo mismo queremos en Estados Unidos", explica. Y Miami, con su mezcla de culturas, su dinamismo y su apetito por nuevas propuestas gastronómicas, se convirtió en el escenario ideal.
El local estará ubicado en el corazón de Coral Gables, en la 339 Miracle Mile. La negociación del espacio tomó casi un año, desde que lo descubrieron a inicios de 2024 hasta que lograron comprarlo a finales de ese mismo año por 560.000 euros, sin contar las obras, que podrían alcanzar entre 400.000 y 500.000 euros adicionales. El plan es abrir después del verano, entre septiembre y octubre de 2025. "Este proyecto es un sueño más", confiesa.
Con más de 20 años de experiencia cocinando para públicos internacionales, Eloy Mera está convencido de que sabrá conectar también con el paladar estadounidense. "Nuestra ventaja es que sabemos cómo adaptar los platos, sin perder la sazón ecuatoriana", dice. Trabaja con un equipo de más de 160 personas y anhela abrir al menos 20 restaurantes El Ñaño en el mundo. En 2024, el grupo logró facturar más de 10 millones de euros y vender miles de platos al día entre sus cuatro locales. Pero como él mismo lo dice, esto apenas comienza. (I)