Forbes Ecuador
Diana Altamirano
Movimiento Inspirador
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Desde Irlanda, la ambateña Diana Altamirano nos cuenta cómo llegó a liderar el departamento de IT del Servicio Irlandés de Transfusiones de Sangre. Con 35 años y una vida ya establecida al otro lado del Atlántico, ha logrado consolidar su carrera en las STEM y ser la primera ecuatoriana en trabajar para Facebook (Meta) en Europa, sede Irlanda.

16 Agosto de 2023 12.38

¿Quién mejor para contar esta historia que la propia protagonista? Diana Altamirano es una ecuatoriana que vive hace seis años en Irlanda y trabaja en el Servicio Irlandés de Transfusión de Sangre (Irish Blood Transfusion Service) como gerente de Integración IT.

Hasta aquí suena como una de las muchas historias que contamos en nuestras páginas, pero no. Altamirano es una de las pocas mujeres que batalla en el campo de las tecnologías, donde la brecha de género no deja de crecer. Así que este relato comienza (en primera persona) desde su niñez, pasando por los momentos que marcaron su vida y la llevaron a construir una familia a más de 8.000 kilómetros de distancia de Ecuador.

"Soy ambateña y crecí en un hogar muy particular. Mi padre, Marco Altamirano, es auditor y mi madre, Marianita Castro, es contadora. Tengo tres hermanos mayores, Gisella, Marco (los dos ingenieros mecánicos) y Marlene, la persona que llegó a cambiarnos la vida. Cuando mis padres empezaron su hogar contrataron a Lucy, una indígena de la comunidad de Salcedo, quien fue desterrada de su hogar tras quedarse embarazada. Fue recibida en mi casa y así gané otra mamá y otra hermana. Ella se encargaba de cuidarnos y de los quehaceres domésticos, mientras mi padre dividía su tiempo entre tres empleos y mi madre, después de su trabajo de maestra, vendía lo que podía: joyas, huevos… Había muchas bocas que alimentar y entre los tres nos dieron una buena vida, muy alejada de lujos que nunca nos hicieron falta.

Ser la menor de todos influyó en mi personalidad. Por un lado, siempre fui alegre, ocurrida, traviesa, amiguera y vanidosa. Por el otro, vivía a la sombra de los logros de mis hermanos, lo que me obligó a ser perfeccionista para intentar alcanzarlos. Yo caminaba por donde otros ya habían transitado y eso no me detuvo para soñar en grande. Nunca fui la número uno, ni en el colegio ni con los chicos. Me costaba mucho sacar un 20 (a pesar de mi esfuerzo) porque lo mío era hablar en público y hacer amigos. Mi madre luchó para que estudiáramos la universidad en Quito y puso mucho énfasis en el inglés. En ese entonces —cuando me gradué— solo quería viajar y ser bailarina.

La frase que más se repetía en mi casa era: 'Si otros pueden, tú también'. Así que tuve que guardar mis cosas y unirme al grupo de provincianos que buscaban nuevas oportunidades en la capital. La educación en Ambato tenía muchas deficiencias y los primeros años fueron complicados. Ingresé a estudiar Ingeniería Electrónica en Telecomunicaciones en la Universidad de las Fuerzas Armadas y pasé de ser una alumna sobresaliente a una que peleaba por no quedarse. No me apasionaba esa carrera, perdí un semestre y muchas veces quise renunciar. Mis papás nunca me dejaron; fue una experiencia que marcó un antes y un después.

Durante estos años fui reina de los prepos y participé en el concurso de belleza de la universidad, una manera muy particular de aprender a desenvolverme en público. También experimenté el dolor de un corazón roto. Sin duda, fui creciendo como persona y como profesional. En 2011, egresé y supe que quería comerme el mundo, pero no sabía cómo.

El primer paso fue ingresar a unas pasantías en Level 3, una multinacional de telecomunicaciones. Me aceptaron como un favor a un primo y tuve que ir área por área preguntando quién necesitaba ayuda. Terminé, junto a otro ambateño, en el data center y tres meses más tarde apliqué a un cargo en el Departamento de Sistemas.

Dividía mi tiempo entre la tesis y el trabajo, por eso me demoré dos años en graduarme. Yo era la que pasaba todo el día con tacones y también cargaba los servidores. Me tocaba hacer de todo, desde trepar escaleras para revisar los equipos hasta cerrar contratos con proveedores. Esta compañía fue una gran escuela para entender la naturaleza del área IT, donde tus clientes son tus propios compañeros.

Muchos colegas no me tomaban en serio por ser joven, mujer y extrovertida. Sin embargo, otros consideraban que era una buena ingeniera, tal vez no la mejor, pero logré ascender y manejar esta área en Ecuador y Centroamérica. En Level 3, aprendí cómo desarrollar proyectos y mejorar procesos. Fueron cinco años de liderar, no solo la parte técnica, sino también la administrativa. Pude descubrir que mi personalidad era lo que me diferenciaba del resto y analicé en qué podía especializarme.

No quería ser técnica y me demoré 48 meses en encontrar una beca, ya que no contaba con todos los recursos necesarios para estudiar un MBA en el extranjero. Mis grandes amigas, del colegio y la universidad, viajaron antes y me mostraron el camino. Con ellas aprendí lo que debía hacer y cómo aplicar a un país en el que pudiera estudiar y trabajar.

Cuando llegué a los 25 años me dio una hepatitis muy severa y fue un año de muchos cambios. Terminé con mi pareja, con quien no compartía los mismos sueños, y empecé a bailar salsa de manera profesional. Durante mucho tiempo tuve una rutina bien complicada. Debía estudiar para el examen de inglés IELTS, me levantaba a las 04:00 y terminaba mi jornada a la media noche. Durante tres años busqué incansablemente becas en Europa y Estados Unidos. ¡El destino me llevó por otros lugares!

Yo le pedía a Dios que me ayudara a encontrar mi maestría y al hombre de mi vida. Siempre decía: 'Me han roto y he roto el corazón, ya no quiero intentar más'. Y —en el momento menos pensado— conocí a Damian Nally, un irlandés que recorría Asia y América del Sur. Nos encontramos por casualidad en Quito y tuvimos algunos días para conocernos.

Nunca perdimos la comunicación cuando se marchó y gracias a él puse a Irlanda en mi radar. Un tiempo después recibí la notificación de que había ganado la beca Women in STEM en la Universidad Wales Trinity Saint David para cursar mi MBA. Esta cubría solo el estipendio por estudio y la visa contemplaba la posibilidad de trabajar.

Me mudé a Dublín en 2017. Me dolió mucho salir del nido y —en el avión— tenía una mezcla de tristeza con satisfacción. Cuando llegué no estaba segura de las intenciones que tenía Damian y tres meses más tarde comenzamos una relación. Tenía 29 años, mis ahorros y una carrera. Ese dinero me ayudó a sobrevivir un tiempo y me dio un poco de tranquilidad hasta encontrar un trabajo.

Saber inglés no era suficiente, debía conocer cómo realizar las entrevistas y entender un poco de la cultura. Preparé dos hojas de vida. La una era inventada, con experiencia en tiendas de ropa, salones de belleza y restaurantes. La otra era la verdadera, la que contenía mi background en ingeniería. Caminaba todos los días por el centro de Dublín dejando mi CV en varios negocios y luego me sentaba, en una cafetería, para aplicar en otras empresas.

Mis padres me enseñaron a trabajar de lo que fuera, pero una cosa es decirlo y otra hacerlo. A los cuatro meses, recibí una llamada para una entrevista en Facebook (Meta). Irlanda es conocida como el Silicon Valley de Europa. La tecnología y las farmacéuticas son las industrias líderes y los procesos de selección son complejos, siempre dan prioridad a los locales. Ser latina no me ayudaba mucho y tuve que pasar por siete entrevistas.

Cuando entré por primera vez a ese lugar me parecía mentira. Es la mezcla perfecta entre un hotel moderno y un parque de diversiones. Pensaba en cómo la gente podía trabajar en medio de mesas de billar, heladerías, máquinas dispensadoras de caramelos… Después, entendí que todas esas comodidades son la "recompensa" por el alto nivel de exigencia.

Debía resolver alrededor de 800 tickets diarios, con un 2 % de error permitido. Trabajaba desde las 18:00 hasta las 02:00, lo cual era perfecto para mis estudios. Mi rol de auditora consistía en controlar la información, es decir, automatizar la herramienta para que detectara a tiempo lo que estaba permitido o no. También revisaba contenido en tiempo real para enviar ayuda de inmediato.

El tipo de contenido era bastante perturbador: pornografía infantil, suicidios, flagelaciones, tráfico de personas, asesinatos o torturas. Fueron más de dos años que, emocionalmente, me dejaron muchas marcas porque jamás pensé que estuviéramos tan dañados como sociedad. Al final, me involucré en un proyecto de pedofilia, en el que detectaba potenciales depredadores y enviaba alertas para proteger a menores. También ayudé a las autoridades de diversos países con la entrega de pruebas e información para juicios.

Fue una gran experiencia convivir con personas de todas partes del mundo y hacer amigos que me ayudaron a adaptarme a este país. Extrañaba mucho a mi familia y sentía que mi cabeza y mi corazón estaban en Ecuador. Traté de llenar ese vacío con un grupo de mexicanos, que me hacían sentir como en casa, y también fui fortaleciendo mi relación con Damian.

Cuando me pidió matrimonio lloramos los dos, arrodillados. Con él conocí el amor verdadero, ese que se alimenta con detalles a diario y se demuestra más allá de las palabras. Nos casamos cuatro veces, dos en Ecuador y dos en Irlanda. La boda principal fue en el Castillo de Clontarf (Dublín), rodeados de amigos y de familiares. Ese día fue imposible no pensar en todo el camino recorrido. No estaba destinada a triunfar, sin embargo, encontré a mi 'príncipe azul' y era parte de una de las empresas tecnológicas más grandes del mundo.

Era imposible no sentirme realizada, pero —al mismo tiempo— me despedí de la posibilidad de regresar a Ecuador. Cuando me casé, me negué a tomar el apellido de mi esposo, Dayana Nally no soy yo. Al terminar mi maestría decidí volver a la rama de sistemas para integrar mis conocimientos de ingeniería y management. Después de una ardua búsqueda ingresé al Servicio Irlandés de Transfusión de Sangre como gerente en Integración de Tecnología.

Un nuevo comienzo en una industria totalmente desconocida y con estándares muy elevados. Ahora, después de tres años, soy parte de la mesa directiva y alcancé un gran nivel de visibilidad. Estoy encargada de que la tecnología implementada permita distribuir sangre y órganos al mayor número de personas. La plataforma está conectada en todos los procesos: recolección, análisis y distribución en los hospitales.

Tengo una gran responsabilidad porque, si existe algún error, muchas vidas están en riesgo. Además, manejo un equipo de 35 personas en Irlanda y 12 en Nueva Zelanda.

Aún no termina su historia, falta mucho por contar. Altamirano regresó a su cargo después de un año de ser ama de casa. La llegada de su hijo Tommy (2020) transformó su mundo y la pandemia del Covid-19 afectó su salud mental, hasta llegar a un punto de quiebre.

No solo tuvo que lidiar con la común disputa entre ser madre y gerente, sino que la cuarentena y las malas noches destruyeron toda la fortaleza que le quedaba. Recibió a su hijo a pocos días de comenzar con el encierro y por seis meses no pudieron ver a nadie. Ella resume esta época como la más dura de su vida. Es un trabajo, de sol a sol, sin paga, sin reconocimiento y sin descanso.

Aprendió el término "sin medida" porque se ama sin medida, se cuida sin medida y se tiene una responsabilidad sin medida. Su vida hasta ahora es un ejemplo de cómo las ecuatorianas, ingenieras y tecnólogas están conquistando el mundo, con altos cargos en diversas industrias. ¡Y lo más importante! No desconectan su parte emocional, familiar y social.

"Como profesional he descubierto que no soy dura o tajante. Por el contrario, mi secreto está en conectar con las personas para explotar su potencial. Como mujer he logrado que mi cuerpo, mi mente y mi corazón estén aquí (Irlanda). He logrado convertirme en fotógrafa, profesora de español, cocinera... Al contar esta historia quiero mostrarme honesta y vulnerable porque para lograr cada sonrisa he tenido que derramar muchas lágrimas.

¿Si soy feliz? Cómo no serlo, si tengo a mi Tommy corriendo por la casa, mientras encabezo uno de los departamentos de tecnología más importantes de Irlanda". (I)

*El artículo original fue publicado en la edición impresa No. 11 de abril de 2023. 

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