Estos emprendedores descubrieron los mil y un usos para el plástico
Dos ecuatorianos buscan cambiar las reglas del juego en el uso del plástico. Kevin Zurita y Jonathan Ger apuestan por la innovación y la sostenibilidad con armazones para gafas y lentes elaboradas de tapas de botellas plásticas.  La inversión en Raya Estudio supera los US$ 200.000 y este año cerrarán con ingresos por US$ 100.000.

Esta historia comenzó en 2019 cuando Kevin Zurita, un ingeniero mecánico graduado de la Escuela Politécnica Nacional, trabajaba como coordinador en la Agencia Metropolitana de Control del Municipio de Quito. Entre sus responsabilidades estuvo participar en la elaboración de la ordenanza relacionada con los plásticos de un solo uso. 

"Viví un sacudón al enterarme que solo en Ecuador producimos más de 600.000 toneladas anuales de plástico y que incluso en la estación espacial se encontraban microplásticos. Entonces con Marilyn Trávez nos dijimos algo tenemos que hacer. Tras terminar la jornada laboral nos sentábamos a pensar y repensar por donde encaminarnos". Cuando uno piensa en tapas de botellas plásticas, probablemente no imaginamos armazones de gafas y lentes de diseño y biodegradables, pero eso es exactamente lo que hicieron.

A finales de 2022 invirtieron unos US$ 30.000 para darle forma a su idea. Las tapas de las botellas, que nadie tomaba en cuenta serían su materia prima. Luego había que crear un primer molde, que costó US$ 10.000. El tercer paso fue el diseño de una máquina. "Todo 100 % artesanal. El plástico triturado entraba por un canal y con calor lográbamos que se derrita y en el molde se confeccionaba el producto final. Más o menos utilizamos unas 20 tapas por gafa. La primera prueba no fue de lo mejor, tras varios intentos conseguimos un primer prototipo de armazón bien hecho".

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Zurita se emociona al recordar los inicios de Raya Estudio. Producir un armazón para gafa o lente les costaba unos US$ 20 y los vendían en US$ 35.  En seis meses elaboraron unos 200 armazones. 

Corría agosto de 2023 cuando Trávez se retiró del proyecto y Jonathan Ger entró en escena. Ger y Zurita se conocieron en 2016, al ser parte de las brigadas humanitarias del terremoto de 2016 en Manabí. Ger, fisioterapeuta graduado en la Pontificia Universidad Católica de Quito, fue de los primeros voluntarios que llegó a caseríos lejanos a la llamada zona cero, pero que estaban destruidos y desolados. "Me dio al principio un sentimiento de rabia, al ver que a nadie le importaba lo que le pasaba a esta gente, que hasta ahora vive en carpas. Aprendí a ser agradecido de lo que la vida me ha dado. Vivimos en una burbuja con privilegios". 

Zurita añade: "Un ingeniero mecánico no era útil, pero sí la persona. Nos volvimos hasta una especie de psicólogos. Pasábamos horas escuchándolos. Ayudar nos generaba paz".

A sus treinta años estos jóvenes están enfocados en hacer de Raya Estudio una empresa que genere impacto. Están seguros de que llegarán lejos y esa motivación los ha llevado a crear alianzas con empresas para crear productos únicos y personalizados. "Unas 10 industrias son nuestros clientes.  Con plástico reciclado elaboramos souvenirs, botones, pulseras, llaveros, trofeos, lo que nos pidan porque solo la imaginación es el límite". 

De acuerdo a información de la Organización de Naciones Unidas (ONU) anualmente se generan 460 millones de toneladas de plástico. La Fundación Ellen MacArthur alerta que si los actuales patrones se mantienen habrá más plástico que peces en los océanos y por lo menos unas 600 especies estarían en peligro de desaparecer.

Según el Ministerio de Ambiente, en Ecuador se generan más de 627.000 toneladas de residuos plásticos al año, de las cuales solo un 7% se reciclan. En Quito más de 300 toneladas diarias terminan en quebradas y ríos. 

Raya Estudio ha transformado hasta la fecha una tonelada de plástico y más de un millón de tapas en productos biodegradables y reciclables. "Un plus nuestro es la reutilización del producto. Por ejemplo, si ya no es útil o te cansaste, lo devuelves y lo transformamos. Así damos circularidad y trazabilidad a las cosas".

Hasta la fecha la inversión en la puesta en marcha de este emprendimiento supera los US$ 200.000 y este año cerrará con ingresos por US$ 100.000. 

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Los voceros Raya Estudio afirman que lo que hacen no es magia, sino un reciclaje elevado a la máxima potencia, con un toque de creatividad y mucha conciencia ambiental.

Estos jóvenes reflexionan, saben que todavía les espera un duro camino, que la competencia es fuerte, pero eso al contrario de desanimarlos, les da fuerza para seguir con nuevos proyectos. En 2025 empezarán con mobiliario de plástico reciclado, porque insisten que la imaginación es el límite. (I)