Rayner David Alba Alvarracin no solo es fotógrafo e influencer, sino que es un cuencano que nos demuestra, todos los días, que los sueños sí se hacen realidad. Gracias a su trabajo ha conectado la bandera de Ecuador con lo más top del mundo artístico a nivel mundial. Como muchos de ustedes, cada vez que sube una historia o postea una fotografía, me quedo fascinada por el alcance que tiene su talento y por las innumerables conexiones que ha conseguido durante más de una década.
Hablar de Rayner es hablar de superación, pero hablar de Phraa es hablar de un ecuatoriano que la está rompiendo en Miami, una ciudad que lo acogió desde hace cinco años. Su nombre artístico es la unión de Ph (photographer) con las iniciales de su nombre (Rayner) y de sus dos apellidos (Alba y Alvarracin). Cerca de 450.000 personas siguen su cuenta en Instagram y están al tanto de todos los famosos que pasan por su lente. Tiene 29 años, un espíritu emprendedor indomable y una motivación que mueve montañas.
Su sueño nunca fue obtener dinero o fama, lo único que quería era demostrar su potencial a las personas que le hacían bullying. Tuvo una niñez y una adolescencia complicadas. En esta entrevista confesó que el suicidio pasó por su cabeza muchas veces. Hoy comparte, con orgullo, estas anécdotas que fortalecieron su carácter y —sobre todo— le dieron las herramientas para construir su propia empresa de marketing digital, Phraanquicia, que supera los US$ 30.000 mensuales en facturación, cuenta con un equipo de 30 freelancers y tiene cobertura en EE.UU., América Latina y muy pronto en Europa.
A los 17 años terminó el colegio y no ingresó a la universidad. En ese entonces no contaba con el apoyo de su padre y comenzó desde abajo. Se hizo amigo de fotógrafos y fue asistente para aprender un poco más del negocio. Literalmente, todo su conocimiento lo adquirió observando. “A los 12 años mi papá me regaló un iPod y hacía fotos de la gente y de los detalles. Después, me regaló una cámara, ese fue su peor error (risas)”. En su feed de Instagram se puede observar la evolución de sus retratos, desde que era muy joven hasta que se convirtió en un “pro”.
Este emprendedor trabajó como mesero, lustrador de zapatos y repartidor de volantes. Lee su historia completa en la última edición impresa. (I)
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