Forbes Ecuador
María Cecilia Sánchez
Movimiento Inspirador
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María Cecilia Sánchez es empresaria, formadora, chef, economista, madre de siete hijos y directora ejecutiva de la Fundación Sánchez Aguilar. Lidera desde 2014 la institución que creó su padre hace 35 años. Quiso ser traductora de chino, pero desistió. Ahora está empeñada en que la gente también conozca los proyectos sociales de la fundación que busca transformar vidas.

21 Abril de 2024 06.00

Una tarde de finales de marzo, el mes más caluroso en Guayaquil en lo que va de 2024, María Cecilia Sánchez recorre los pasillos y abre las puertas mientras dejamos la sala principal del Teatro Sánchez Aguilar. Como espectadores no tendríamos el privilegio de cruzar esos pasadizos ni estar a pocos metros del gigante telón rojo. Ella conoce todos los detalles y las características de esa imponente arquitectura de estilo neoclásico, en su fachada, y moderno, en su interior, que se levanta en la parte más comercial del cantón Samborondón, y que en estos días está en trabajos de mantenimiento antes de arrancar la temporada. 

En medio de la sala, entre las 950 butacas, se ubica para la sesión de fotos con Forbes Ecuador. Sin embargo, su deseo no es que todas las luces se centren solo en el teatro, que es el trabajo más visible de la Fundación Sánchez Aguilar, de la que ella es directora ejecutiva desde 2014, sino en otros proyectos que hay detrás de ese telón y que también merecen todos los reflectores. 

“Si este año puedo lograr que la comunidad identifique que la Fundación Sánchez Aguilar cuenta con otros proyectos que tienen como objetivo transformar a las personas, a través de la educación, la formación y la cultura, habré ganado la batalla. Pero todavía falta, la gente tiene que conocer que no solamente tenemos teatro, para mí el teatro es la cereza del pastel, todo lo que es la fundación son sus proyectos sociales, que es el manjar de la torta, es la base, es lo más rico y hay que saborearlo bien”. 

María Cecilia (57 años) recurre al lenguaje pastelero para referirse al legado que comenzó su padre, Carlos Sánchez Aguilar, en 1989, cuando decidió crear la fundación. Lo hizo después de aportar durante muchos años a todos quienes pidieron su ayuda. Hoy el trabajo de la fundación es un abanico de cuatro proyectos. El programa de Becas Académicas para jóvenes, desde octavo grado hasta tercero de bachillerato; el Centro de Capacitación Sánchez Aguilar; el Teatro Sánchez Aguilar, con una agenda multifacética, y la franquicia de la Escuela Jana de Artes Escénicas. 

La fundación cumplirá 35 años en junio de 2024, bajo el lema 'Educar es liberar'. Todo comenzó cuando su padre, un empresario oriundo del cantón Zaruma (El Oro), vinculado a la empresa Anglo Ecuatoriana y a los negocios inmobiliarios, decidió apoyar a unas monjitas de La Providencia con becas de estudios para niñas de la Escuela Santa Ana, en Guayaquil. ¿Cuántos becarios han tenido? Los datos son difíciles de cuantificar, dice, ya que cuando arrancó la tarea, los registros los llevaban a mano. Por eso, en la página web de la entidad hay un mensaje: 'Nuestra familia está incompleta, nos hacen falta nuestros exbecados' y piden registrarse a quienes fueron beneficiarios del programa. “En los últimos años ya empezamos a llevar el registro oficial y actualmente tenemos 75 becarios, durante los seis años que dura la educación secundaria, y también logramos mantener una relación con la familia, que incluso pueden recibir capacitación en el centro”. 

Antes de convertirse en directora ejecutiva de la Fundación y Teatro Sánchez Aguilar, María Cecilia había tenido una vida multifacética desde muy joven. En enero de 1984, al día siguiente de su graduación, tomó un avión para ir a estudiar a Washington una carrera universitaria. Al principio quería ser traductora simultánea, pero no solo se trataba de ser traductora del inglés al español, ella quería ser una traductora de chino. Los maestros le dijeron que si quería lograrlo, debía dedicarse por entero a esos estudios. Pero no estaba dispuesta a llamar a sus padres para consultar la decisión y se autocuestionó que le estaban pagando para que estudiara una carrera, no para que aprendiera chino. Tenía 18 años y desistió, aunque recibió clases de francés, y decidió estudiar Economía. 

En Estados Unidos conoció a Jacques Martinod, un ecuatoriano de padre francés, con quien se casó en 1987 y se quedó a vivir allí un tiempo. En esa época sacó una maestría en Administración en George Washington University. No desistió de sus gustos por la cocina, así que obtuvo el título de chef en L'Academie de Cuisine en Bethesda, Maryland, impulsada por su esposo, con quien tiene siete hijos. De regreso al Ecuador, en 1992, se dedicó a desarrollar un negocio de catering. “Con mi esposo estuvimos abiertos a la vida y los hijos fueron llegando, y ha sido una aventura maravillosa, mi hijo mayor ya tiene 34 años, tuve un rondín de seis hijos que llegaron en 10 años, y después de 10 años llegó mi séptima hija, que tiene 13 años. Entonces, trabajar desde casa en el servicio de catering me daba la oportunidad de estar con mis hijos”. 

Después trabajó durante 15 años en el Colegio Delta en lo que le gustaba: formación y familia. Desde 2000, María Cecilia comenzó a involucrarse en la Fundación, a través de la formación de los padres de familia de los becarios, ya que tiene un máster en Asesoría Educativa Familiar por la Universidad de Villanueva, adscrita a la Universidad Complutense de Madrid. En esa época la entidad estaba dirigida por su papá, ahora retirado por temas de salud, y tenía en propiedad un extenso terreno en Samborondón, pero no estaba dispuesto a construir ningún proyecto inmobiliario ni comercial, quería algo que “transformara vidas”. 

“Siempre nos inculcó el tema de la educación, la cultura y tener una formación amplia, nos cultivó el amor por la música clásica, la lectura, la poesía, era una persona muy culta; le encantaba la historia, era experto en la Segunda Guerra Mundial y nos contaba como una novela, cada viaje que hicimos tenía un propósito para conocer”. Así que su padre dijo que había que pensar en un proyecto de ayuda, de servicio a la comunidad, y tuvo en sus planes un museo, una biblioteca o un teatro. “Yo pensé siempre que cualquiera de esas ideas era una locura. Era demasiado para mí. En una sociedad como la nuestra, ¿cómo íbamos a sacar adelante un proyecto así? Esto era de locos”. Finalmente, en 2010, su padre decidió construir un teatro que estuvo listo en tiempo récord de dos años, se inauguró en 2012, tiene capacidad para 1.300 personas en sus salas y ha marcado el ambiente cultural del Gran Guayaquil. 

Lee la entrevista completa en la edición 17 de Forbes Ecuador. Consíguela en: 

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