El denominador común de muchos emprendedores es su fuente de inspiración: la familia. Este caso no es diferente. María Isabel Toasa Cordero es una ambateña nacida en un hogar con escasos recursos, que le obligó -desde los cinco años- a ser capaz de hacer conexiones eléctricas o diseños de máquinas. Tuvo una infancia complicada que le motivó a soñar lejos y hoy, literalmente, se encuentra al otro lado del mundo. Quería ser ingeniera, al igual que su padre, y sentía una gran atracción por las ciencias, el ambiente y las matemáticas. Es así que decidió estudiar Ingeniería Ambiental en la Universidad de Las Américas (UDLA). Yo quería ser la voz del ambiente para proteger su flora y su fauna. El ser humano piensa que puede tomar todo lo que quiere, en cualquier momento, y esto me impulsó a luchar por la resiliencia de la naturaleza.
Toasa conjugó su profesión con el deseo de ayudar. En Ecuador ganó experiencia sobre biorremediación en derrames petroleros y en el tratamiento de metales pesados. Antes de migrar a Australia en 2018, se unió a diversos cuerpos de trabajo, de manera voluntaria, para poner en práctica los conocimientos adquiridos en las aulas de clase. Viajó a Galápagos, en dos ocasiones, durante tres meses, para conocer sobre el manejo de residuos sólidos y el tratamiento de agua. No me pagaban, pero me dejaban ser parte de sus equipos y tomar decisiones. Lo mismo me pasó cuando estuve en el Gobierno Provincial de Tungurahua. Uno decide sacrificar el tiempo libre o los fines de semana para sembrar algo, que ahora está dando frutos.
No solo le gusta bailar salsa, sino que disfruta de investigar y pasar tiempo descubriendo cómo cambiar el mundo. En nuestro país sembró las bases para abrir su empresa, EM Energy, y ser una de las 17 mujeres que forman parte del fellowship Women in Climate and Energy 2022 de Energy Lab, en Australia. Toasa arribó a este país con el deseo de estudiar una maestría, pero primero tuvo que aprender inglés para ser admitida en la universidad. Cuando le pregunté por qué decidió irse tan lejos, la respuesta fue concisa: la conciencia ambiental de las personas y el clima caluroso. Este territorio es conocido, mundialmente, por sus bellezas naturales y por los escasos cuerpos de agua dulce. Se necesita de mucha tecnología e innovación para llevar el líquido vital a los hogares y esto sedujo a Toasa, quien espera replicar lo aprendido en nuestro país.
Es la última de tres hermanas y -según sus propias palabras- quería especializarse en algo que le permita sentirse cómoda y sobre todo disfrutar de su trabajo. Culminó la maestría en ingeniería ambiental y manejo de agua, en la Universidad Tecnológica de Sídney. Al mismo tiempo, creó el startup ALGATEX para comercializar pigmentos naturales, con base en algas, para sustituir los metales pesados que se usan para teñir la ropa. Estos químicos son difíciles de tratar en el agua y son muy contaminantes. El diseño fue un éxito, pero no existió una buena relación entre los socios y se desintegró esta sociedad. Dos años más tarde, en 2021, nació su propia empresa, con una idea que venía incubando desde los 21 años: crear baterías menos contaminantes para la salud y para el ambiente. Hoy, 10 años más tarde, también fue parte del programa Ocean Impact que impulsó su proyecto al ser prometedor, escalable y aplicable en todo el planeta.
Estas oportunidades le empoderaron como mujer y como latina. Además, recibió conceptos básicos sobre negocios para ingresar en un mercado que está dominado por los hombres. A pesar de que estoy en otro país, este tema de tener menos posibilidades por ser mujer es una realidad. Sin embargo, mi idea es sólida y me enfoqué 100 % en producir la batería, hacer las pruebas necesarias y asegurar su funcionamiento, a pesar de que nadie creyó que lo haría. El proceso de creación ya lleva un año y su invento sirve mucho mejor que las baterías alcalinas o químicas. Están hechas con material orgánico, no son tóxicas y cuando ya no se utilizan se convierten en abono para el suelo. En Ecuador aprendí muchas cosas que influenciaron mi investigación. Tuve que irme por teorías que ni siquiera sabía que existían y en campos que no soy especialista. Uní electromecánica, con hidráulica, con remediación… Pasé encerrada en mi casa tres semanas e hice más de 100 prototipos, de los cuales funcionaron dos o tres; entonces entendí que era posible.
Pensar fuera de la caja fue la clave y esta ecuatoriana pudo rediseñar una batería normal. Gracias a diversos enlaces químicos reemplazó los materiales contaminantes, por unos orgánicos que tienen el mismo comportamiento y se encuentran fácilmente en un supermercado. Actualmente, su prototipo está en proceso de registro de propiedad intelectual porque la metodología interna se puede aplicar a gran escala, para cosas pequeñas o para vehículos, paneles solares, turbinas de aire… El siguiente paso, de acuerdo con Toasa, es dar una caracterización al invento para saber hasta qué punto puede almacenar y proveer energía. El reto era grande y debía superar o igualar la capacidad de las baterías convencionales y ahora ya cuenta con una de 14 voltios. Cuando esto sea más formal quiero licenciar el desarrollo para que se produzcan en cualquier lugar; o aliarnos con compañías de reciclaje que nos den el material para construirlas.
Al momento se dedica a brindar consultorías sobre emisiones de carbono. Cuando creas un startup (y no estás vendiendo nada) tienes más gastos que ganancias y necesito una base para invertir y pagar las pruebas. Es así como esta amante de las caminatas y los acantilados se ha dedicado, a sus 31 años, a trabajar por y con la sostenibilidad, abriendo el camino para que más mujeres innoven en este sector. Aquí, siento que tengo más voz como mujer y no soy juzgada al momento de hablar. Me quiero quedar en Sídney para conocer más, pero uno de mis objetivos es elaborar estas baterías en Ecuador, al ser un lugar estratégico en la región.
Para culminar la entrevista, María Isabel fue clara en sus metas y una de ellas es guiar a más personas en el camino del emprendimiento, de la innovación y sobre todo de la migración. Una decisión que no es fácil, pero muchas veces es necesaria. Recuerda, si tienes un buen producto, con una plan sólido, no importa en qué país vivas. (I)