De bebé, Pablo Vallejo no tenía el biberón entre sus manos, sino una cámara. Nació y creció ungido por los dioses de la filmografía. Lo que parecía un rompecabezas para algunos, para él era natural. Por eso, cuando ganó un concurso colegial latinoamericano de cine de cortometrajes organizado por Microsoft , cuando cursaba en el Intisana, casi nadie se sorprendió.
¿El premio? Una beca del 80 % para proseguir sus estudios, o en la Universidad de La Sabana, en Colombia, o en la Universidad de Buenos Aires, en Argentina. Se decantó por la primera. “Mi papá es mi superhéroe. Es la persona que siempre apoyó mis ideas un poquito locas. En la familia, había abogados, doctores, y salió un loco que quiso ser cineasta y productor audiovisual. Mis padres fueron los primeros en saltar a apoyarme. Me fui a La Sabana, porque era una de las mejores universidades de comunicación de Latinoamérica y se prestaba más para hacer el tema de televisión, ya que en Argentina era mucho más cine. Iba a tener más oportunidades dedicándome a hacer televisión”.
Antes de marcharse a Colombia, y aún en el colegio, Vallejo acumuló un par de experiencias laborales. Ingresó, primero, a hacer una pasantía en el programa 30 Minutos Plus, en Teleamazonas, y luego en Día a Día. “El director de producción del programa, Xavier Aguirre, me dio el voto de confianza. El programa fue mi escuela, literalmente. Las clases en el colegio se terminaban a las 16:00, pero me permitían salir a las 15:00 para correr al canal. Duré dos años, uno de ellos a distancia, me dieron la oportunidad de ser corresponsal cuando estaba en mis primeros semestres de la Universidad. Eso me dio fuerza y madurez, algo que notaron los profesores, porque, por ejemplo, ya sabía editar, algo que no es común en la etapa inicial de la carrera”.
Ya en La Sabana, el mayor de cuatro hermanos alternaba sus actividades de estudiante en Producción audiovisual, con énfasis en cine y videoclips, con su otra pasión, la de DJ, lo que a la vez le permitía generar ingresos. En la movida, conoció a una estrella que empezaba a ganarse espacio: Skinny Happy, de Trapical Minds. Con ellos se involucra como DJ y eso le dio oportunidad para viajar, tocando, por toda Colombia. “Llegó un punto en el que el grupo llegó a estar en el top 5 de los más escuchados en ese país. No llegaba a la fama actual, pero ya nos reconocían. Comencé a meter mano en los temas de videoclips y arrancamos las primeras producciones. Debido al tiempo que dedicaba a las giras, tuve que negociar con la Universidad para que me permitieran seguir. Me permitieron alargar mi carrera, siempre que yo financiara los dos últimos semestres. Fue de una ayuda increíble”.
Sin embargo, el grupo no lograba despegar del todo y la deuda de estudios en Ecuador estaba apretando. Tras nueve años de permanencia y con el título bajo el brazo, regresó a Ecuador. Agobiado, aceptó a regañadientes un trabajo en el Consejo de la Judicatura. Era 2017. “Aprendí de otro tipo de producciones, más institucionales, pero no me llenaba. Mis amigos del grupo en Colombia me habían dicho que esperara, pero las deudas me tenían mal. Al mes, ellos consiguieron su primer contrato con la disquera Universal y su primera canción fue con J Balvin. Entré en una pequeña crisis emocional, lloré mucho. A los seis meses de estar en el Estado, no estaba feliz. Renuncié y monté mi primera productora llamada La Fete Films, que cambiará pronto a High Visual.
Poco a poco, el emprendimiento agarró tracción, al menos en darse a conocer. Y la pandemia llegó para subirlo en la cresta de la ola. Apostándolo todo a las transiciones en la producción audiovisual, algo que Vallejo hacía con asombrosa creatividad, habilidad y facilidad, conectó con la influencer María Karla Gómez, primero, y con el actor de EnchufeTV, Raúl Santana, alias 'Chichico', para quienes producía contenido audiovisual. “Creo que cuando uno le mete buena energía, le mete corazón a algo, los resultados se ven. Fue un salto al vacío y, después de lo que obtuvimos, las puertas se abrieron”.
Fue cuando la originalidad y calidad de su trabajo llegaron a oidos -y ojos- de la Personal Trainer colombiana, Silvy Araujo. “Mi mejor amigo, Happy Bebé, de los Trapical Minds, era en ese momento su novio y él le mostró mi trabajo. Acá en Ecuador estaba a punto de firmar un contrato de seis meses con una marca grande de ropa. Y justo recibí la llamada de ella para irme para Medellín. No lo dudé. Sentía que era la oportunidad perfecta, en ese momento ella se manejaba con dos millones de espectadores y hacía lives con 7.000 personas conectadas. Me fui en busca del sueño artístico, siempre soñé con Medellín”.
A partir de ese trampolín, las cosas solo empezaron a ir cada vez mejor. Llegaron famosos de la talla de la actriz Lina Tejeiro, con quien desarrolló campañas publicitarias para marcas como Samsung y Mini Cooper; los cantantes Greeicy, Mike Bahía, De La Ghetto, Jhay Cortez… Apodado como DJP, Vallejo amplió sus fronteras de trabajo a España y también EE.UU. “En una oportunidad, estaba en Nueva York y me llama de urgencia mi manager, para preguntarme si podría realizar la producción de una campaña para la influencer venezolana radicada en Medellín, Mariam Obregón, pero sin paga. No lo pensé un segundo. La idea era que ese video se viera en la pantalla más grande de Times Square. Lo logramos y eso abrió aún más el radar de mi trabajo”.
Y quizás una de las últimas tareas que más le han emocionado es lo que se logró en la producción de un video promocional turístico para el Gobierno de Venezuela. “José Escudero, mi manager actual me decía que necesitaban un director para la realización de este video que invita a todo el mundo a visitar Venezuela y que se lo difunde en los aviones. Acepté el trabajo, fue una experiencia única de un mes de grabación. Es la primera producción que está en cines en Venezuela. Mi siguiente sueño es hacer algo similar con mi país”.
Actualmente, Vallejo se encuentra de cabeza en varios proyectos, entre ellos el de impulsar su productora en tierras colombianas, que la creó junto a su mejor amigo, y otro audiovisual con la cadena Warner. Amante de la comida ecuatoriana, también participó, sin suerte, en algún momento en las clasificatorias para alguna de las temporadas de MasterChef Ecuador. “La fama simplemente es una plataforma en la que cual puedes demostrar tu trabajo mostrarte como persona. Uno tiene que estar equilibrado. Siempre me preguntan qué se siente estar al lado de estos famosos. Es increíble, es una bendición, porque aprendo mucho de ellos, los escucho cuando me dan un consejo. Voy aprendiendo de los más grandes. Gracias a Dios, ellos me han dado grandes lecciones en la vida, que el dinero y la fama no lo es todo”. (I)