De dormir en camerinos a ser un as de Intel
Sebastián Aguas tiene 29 años y se desempeña como ingeniero de equipo, mantenimiento y desarrollo de programas y máquinas en Intel Corporation, firma considerada entre las top tres de fabricantes de chips del mundo. Su historia es un testimonio de determinación y una muestra de que los sueños se logran con esfuerzo y dedicación.

La vida de Sebastián Aguas ha sido una montaña rusa de desafíos y un ejemplo de perseverancia. Nació en Quito hace 29 años. Estudio hasta tercer curso en el colegio Virgilio Drouet. Su pasión y dedicación por el fútbol le abrió las puertas para conseguir una beca en el Colegio de Liga y jugar en las formativas. 

Corría 2009. Recuerda que su familia vivía una época económica muy complicada. Su padre no tenía un empleo estable, conseguía trabajos esporádicos para solventar los gastos. “Entrenaba todos los días dos horas y luego me tocaba igualarme. Jugaba de lateral derecho. El gol que más recuerdo es en la final de vuelta contra Independiente del Valle, ganamos 2-0”. En su mente también permanecen los cuatro goles que marcó contra el Olmedo en menos de 30 minutos de juego. 

Siempre fue un estudiante destacado y fue el primer jugador de formativas en salir en el cuadro de honor del colegio. A sus 18 años estaba decidido a ser futbolista profesional, pero su papá le puso un 'estate quieto' y le obligó a inscribirse en la universidad. Viendo para atrás sabe que fue la mejor opción para su vida futura. En 2013 ingresó a estudiar Ingeniería Electrónica con mención en Automatización y Control en la ESPE (Universidad de las Fuerzas Armadas).

Pasó el tiempo y en 2016 a su familia se le abrieron las puertas para migrar a EE.UU. “La decisión no fue fácil, significaba dejar a medio camino mis estudios e irme a empezar desde cero. Nuestra situación económica era muy difícil. Llegamos a Phoenix, Arizona donde mis tíos. Mi papá empezó a trabajar de albañil, plomero o mecánico, en lo que había y mi mamá de cocinera en un restaurante”. Aguas consiguió un trabajo como preparador del equipo de niñas de 12 y 13 años en West Valley Academy. Recuerda que ganaba US$ 200 semanales, con lo que apoyaba a sus padres en la manutención de la familia.

Los astros se alinearon para que en su camino se cruzara un entrenador de fútbol y un año después este deporte le abrió las puertas para poder volver a las aulas. Le ofrecieron una beca completa en Phoenix College para estudiar Ciencias generales. “Mi día era súper ajetreado, porque además trabajaba en mi tiempo libre en una lavandería de ropa. Ganaba US$ 12 la hora, me encargaba de todo. Casi no tenía tiempo para  nada. Incluso tenía turnos los fines de semana, feriados, hasta navidad y año nuevo”.

Su lucha por conciliar sus estudios, el trabajo como entrenador de fútbol y sus empleos diversos, así como el desafío de aprender inglés, forjaron una personalidad de firmeza, constancia y tenacidad. Un año después, los astros se volvieron alinear a su favor y obtuvo una beca de estudios en Ingeniería electrónica en Embry-Riddle Aeronautical University. “La beca no incluía estadía y yo no tenía ni para arrendar un cuarto. Entonces unos compañeros del equipo de fútbol me permitieron dormir en la sala de su departamento y les pagaba US$ 100 mensuales. Un año después volvió mi viacrucis, entonces mi entrenador me permitió dormir a escondidas en el camerino. Me tocaba levantarme muy temprano y quedarme en la biblioteca hasta media noche, porque nadie podía enterarse. Seis meses después nos descubrieron y otra vez fui a dormir en la sala del departamento de otros amigos. Ellos me cobraban US$ 50.”

Por su excelente desempeño académico, consiguió que le revaliden materias de Ecuador y se graduó con cum laude y honores. “Un año antes de graduarme recibí la llamada de un reclutador que había visto mi perfil en LinkedIn, para ofrecerme trabajo, le agradecí y con mucha pena le tuve que decir que no. Le expliqué mi situación, por lo que no podía bajar mis notas, ni mis entrenamientos, porque la beca que tenía dependía de eso. Un año después, por cosas del destino me volvió a llamar para ofrecerme el puesto de Manufacturing Technician en Intel Corporation, tercerizado y con  un salario de US$ 45.000 anuales. No contaba con ningún beneficio de ley”. 

A los tres meses Intel lo enroló en sus filas y le ascendió a Engineering Technician. Su salario fue incrementado a US$ 75.000 anuales; profesionalmente Aguas se sentía como pez en el agua.

Intel es uno de los mayores fabricantes de chips o circuitos integrantes del mundo. La tecnológica estadounidense estimaba cerrar 2023 con una facturación cercana a los US$ 60 billones. Está presente en 28 países y globalmente emplea a 130.000 personas.

Su liderazgo y tenacidad no han pasado desapercibidos en la multinacional. Aguas ha escalado rápidamente y hoy se desempeña como Termal Testing Equipment Development and Service Engineer. Su responsabilidad es medir los sensores térmicos de cada chip que se van a conectar para evitar daños. Además, genera un diseño para las tarjetas de prueba donde se va a montar la unidad.

Hoy en día este quiteño que tiene cinco piercings y dos tatuajes no solo brilla en el ámbito profesional en Intel, sino que también continúa en su pasión el fútbol desde otra trinchera. Es asistente técnico en Phoenix College. Además, con su hermano menor, fundó una agencia de asistencia deportiva para guiar a jóvenes talentosos para obtener becas de estudios en EE.UU. “Buscamos facilitarles el camino a chicos para que cumplan sus sueños. Una agencia normalmente cobra unos US$ 6.000, nosotros US$ 2.000. Hemos concretado el proceso de un joven y otros dos están en la fase final. Quiero que muchos ecuatorianos puedan replicar mi historia”.

Por donde se mire, la historia de Sebastián Aguas es impactante: ha demostrado que los sueños, incluso los más ambiciosos, pueden alcanzarse con dedicación y esfuerzo. (I)