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Paul Guerra Quito - Ecuador
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Paúl Guerra se sumó a la exclusiva lista de guías ecuatorianos que han coronado el Everest en una expedición que costó US$ 120.000. Hoy es parte del equipo oficial de guías para los Himalayas de Furtenbach, una empresa de lujo que opera en estas montañas. Aquí un relato de su ascenso como montañista y como persona.

10 Julio de 2024 11.56

Gracias a las redes sociales podemos sentir y vivir de cerca las hazañas que muchos ecuatorianos realizan alrededor del planeta. En esta ocasión reportamos desde el pico más alto del mundo, el monte Everest, ubicado en la nevada cima de la cordillera del Himalaya, al sur de Asia. Es una frontera natural que divide los territorios de Nepal y la meseta tibetana de China. Según cuentan las leyendas de las comunidades autóctonas, también es el hogar del abominable Hombre de las Nieves.

Su altura alcanza los 8.848 metros de altura sobre el nivel del mar (msnm), 2.585 metros más con respecto a nuestra cumbre más alta, el volcán Chimborazo. Es uno de los retos más atractivos para montañistas de cualquier nacionalidad y forma parte de las conocidas Seven Summits (Elbrus, Kilimanjaro, Aconcagua, Mount Vinson, Denali y la Pirámide de Carstensz). Cada año vemos fotografías de las largas colas de montañistas que intentan llegar a su cumbre y el pasado 22 de mayo de 2024 el ecuatoriano, Paúl Guerra Rodríguez, puso su bandera junto con la primera mujer dominicana en completar esta hazaña, Thais Herrera.

Cumbre del Everest
Cumbre del Everest. Fotografía de Paúl Guerra.

Este compatriota fue contratado por esta deportista para cumplir su sueño, convirtiéndose en uno de los pocos guías tricolores en completar con éxito esta montaña. Nació en Quito hace 43 años y su primera cumbre fue el Pasochoa, a los 13 años. Estudió Turismo en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y siempre tuvo claro que quería ser guía de montaña. La pasión con la que relata sus aventuras son una muestra fehaciente de que, realmente, ama su trabajo.

El año pasado fundó la empresa Alpine Start Expeditions, con la que factura en meses altos hasta US$ 20.000. Guerra asegura que está comenzando y trata de destinar más tiempo a este emprendimiento. Es un workaholic y  antes de subir al Everest, pasaba guiando hasta 280 días al año. Tiene 17 años de experiencia y lo conocí personalmente en una aventura en el Cotopaxi. Hoy, sentado en las oficinas de Forbes Ecuador, confiesa cómo fue subir a esta montaña en 47 días.

Este personaje es parte de la Asociación Internacional de Guías de Montaña que es reconocida en más de 60 países. Esta certificación internacional le permite guiar en montañas en las que nunca ha estado antes. Al momento, cuenta con expediciones en Bolivia, Perú, Argentina, Estados Unidos y Asia. Ha subido ocho veces al Aconcagua, más de 100 al Chimborazo y supera los 300 ascensos al Cotopaxi. Con sus propias palabras revivimos su último gran reto:

Vista del ascenso al Everest. Fotografía de Paúl Guerra.
Vista del ascenso al Everest. Fotografía de Paúl Guerra.

“Conocí a Thais hace cinco años en el Aconcagua. En ese viaje nos volvimos amigos, visitó Ecuador en 2021 y un día me dijo que estaba en planes de hacer las Seven Summits. Ahora le falta solo una y yo le acompañé en tres. Después de volver del Denali, Alaska, que lo hicimos en ocho días, me dijo que quería ir conmigo al Everest. Yo esperaba que todo salga bien porque llevar un guía privado es muy costoso, es más fácil unirte a una expedición”.

Con la empresa con la que realizaron esta aventura, Furtenbach, el costo puede variar entre 75.000 euros y 200.000 euros. Por ejemplo, el plan clásico, el más básico, tiene solo ocho tanques de oxígeno, un sherpa privado, todos los servicios en campo base y no incluye vuelo de salida en helicóptero. Con el siguiente plan te envían una cámara hipóxica por ocho semanas para que puedas aclimatar en tu propia casa (incluso en Ecuador) y tiene un costo de 99.000 euros. Y, el último, que incluye todo lo anterior, cuenta además con guía privado y oxígeno ilimitado, por 199.000 euros. Para Thais la aventura y la logística costó US$ 120.000, de los cuales US$ 25.000 fueron destinados para Guerra.

“Yo hice toda la logística, hablé con un guía argentino que generosamente me contactó con Furtenbach, la empresa más lujosa que opera en el Everest. Tiene operaciones por el lado sur (Nepal) y por el norte (China), que se reabrió este año. El tema logístico es muy importante porque es una montaña donde puedes morir. Llegas al campo base y es una pequeña ciudad, cada compañía tiene sus propias carpas con aislantes y estás muy cómodo, duermes en cama con colchón. Tienes domos para comer, para ver televisión y hasta un domo médico”.

Campo base del Everest.
Campo base del Everest. Fotografía de Paúl Guerra. 

Guerra asegura que disfrutó no solo la comida nepalí, sino pizzas, pastas, carnes… que te ayudan a climatizar. Su idea siempre fue subir por el lado chino, pero la demora en los permisos lo obligaron a cambiar de ruta y subir por la más transitada. “El lado norte es más técnico, pero con riesgos más manejables. Sin embargo, esperamos 12 días, caminamos 120 kilómetros y no pudimos esperar más. No era mi plan original, pero la temporada es solo de mediados a finales de mayo”.

El peligro más grande del lado sur es cruzar el famoso glaciar del Khumbu, por lo que estos aventureros redujeron el riesgo con las aclimataciones previas para pasar por esta zona solo el día del intento a la cumbre. “En el campo base a 5.200 msnm estuvimos esperando una ventana de buen clima, que fue de seis días. El 20 de mayo todas las compañías iban a intentar cumbre y no queríamos estar en esos atascos tan famosos. Las compañías más baratas quieren sacar a sus clientes lo más rápido para tener más utilidad y decidimos subir el 21 de mayo”.

“Llegamos al campo uno, pasamos el Khumbu, fue duro porque hay mucha gente y un estrés de que te caigan cosas encima. Teníamos un sherpa cada uno para el día de cumbre. Debo confesar que es una de las montañas en las que cargué menos, iba muy liviano. Esa noche dormimos a 6.100 msnm y salimos al campo dos, que son tres horas de caminata con una pendiente ligera y pudimos comer sentados en una mesa”. Se quedaron ahí más tiempo de lo previsto porque existió un atasco en el campamento tres. 

Guerra explica que nada sería posible sin los sherpas, personas extremadamente fuertes. Una de las cosas más importantes que cargan son las botellas de oxígeno. Este quiteño revela que utilizando oxígeno se sintió mucho mejor que cuando hace cumbre en el Chimborazo. “En esos días se generó tráfico entre el campo tres y el cuatro, podíamos ver la cadena de puntitos. Nosotros nos quedamos en el campo tres, con otras 25 personas. A la mañana siguiente salimos al campo cuatro. Yo me impacté porque es un lugar hostil y sucio. Es un basurero de equipo de montaña, las personas bajan, no se quieren morir y dejan todo ahí. Por lo menos ahora te obligan a bajar tus excrementos”.

Ascenso al Everest. Fotografía de Paúl Guerra.
Ascenso al Everest. Fotografía de Paúl Guerra.

“Un día antes que nosotros estuvieron más de 300 personas en la cumbre, dos montañistas murieron porque se zafaron para rebasar a un grupo que iba lento. Un pedazo de hielo colapsó, cayeron y desaparecieron. Sin embargo, el día de nuestra cumbre fue perfecto, salimos a las 11:00 pm y llegamos a las 7:00 am. Mejor imposible, vientos de 5 kilómetros por hora, imperceptibles, nos quedamos cerca de 40 minutos. Los colores, el amanecer… es impresionante, vale la pena”. Bajaron, con miedo de caer, pero con la felicidad de haber alcanzado su meta. Ir con un guía privado, de acuerdo con este aventurero, minimiza mucho el riesgo y tienes apoyo 24/7. 

Esta travesía le permitió unirse a Guerra a las filas de Furtenbach, ya que otro de los guías de la expedición era el dueño. Le gustó su trabajo y recibió una oferta. Veremos a este deportista tricolor todos los años en las cimas más altas del mundo. Sus mayores enseñanzas son la paciencia y el respeto a la montaña. “Todo es posible y les invito a proyectarse siempre a futuro. Es importante tener buenas relaciones con los clientes y crecer con ellos”.

“No soy el primero ni el último en guiar en el Everest y eso muestra el potencial de los guías nacionales”. Una expedición puede representar entre US$ 10.000 y US$ 30.000 para este ecuatoriano, que ama la bicicleta, tiene tres perros y un gato. Hoy asegura que su ritmo de vida cambiará porque ya no necesita pasar tantos días en la montaña y dedicará más tiempo a su agencia. (I)

Cumbre del Everest. Fotografía Paúl Guerra.
Cumbre del Everest. Fotografía Paúl Guerra.
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