La guerra arancelaria de Trump sacude al comercio internacional y entre los países en los que aplican estas medidas está Ecuador. Si bien la recesión todavía no es una realidad, existen indicadores de que la economía global se está dirigiendo hacia ella.
Jorge Altamirano, decano de la facultad de Economía y Gestión Empresarial de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), explica que existen señales como el aumento de desempleo y una disminución drástica del consumo (en especial productos que no son de primera necesidad). "Las personas tienen la prioridad de cubrir sus necesidades básicas. La ropa queda en un segundo plano", asegura este académico.
En este contexto vale recordar la teoría de George Taylor en 1926, llamada Hemline Index. Allí se dice que el largo de una falda se conecta con el bienestar financiero. Así, una falda corta es sinónimo de una economía en auge y mayor poder adquisitivo. Una falda larga, todo lo contrario. Es un asunto de comportamiento del consumidor.
En la actualidad, entre las últimas tendencias de moda se encuentran los blazers, camisas, pantalones y las faldas "maxi" cuyo largo llega al tobillo. "Compras una minifalda para utilizarla cuando hay mucho calor o para una situación en específico, pero no en un evento formal. Mientras que una falda larga te sirve para una reunión de trabajo y también en otros eventos menos formales. El consumidor ya no busca comprar ropa de temporada, sino atemporal. Prendas duraderas que se puedan utilizar en diferentes eventos", explica Altamirano.
Queda claro entonces que la economía va de la mano con la historia de la moda. En 1947, la casa de modas Dior sacó una colección de faldas largas hasta el tobillo y en 1949 hubo una recesión. La minifalda se introdujo en 1960 justo antes del boom de los millonarios en los 80. Y posteriormente las faldas largas volvieron en 1987 después de la crisis del petróleo de la década de 1970. No es que los diseñadores predicen los problemas económicos, pero si adecúan sus prendas a las preferencias del consumidor.
Un consumidor consciente de su presupuesto prefiere colores neutrales, el minimalismo, pocos accesorios y un outfit corporativo. José Luis Holguín, director de Nuevos Negocios en Kantar Worldpanel, explica que, en 2023, de cada US$ 100 que gastaba un hogar ecuatoriano, la ropa superior (blusas, camisetas, polo, chaleco, chompa, tops) representaba US$ 35. En los últimos seis meses, decayó un 15 %. La ropa de vestir (camisas, los pantalones de vestir, blazers, trajes, vestidos y faldas casuales) en 2023 representaba el 20 % de las compras. Y en los últimos seis meses aumentó a un 40 %. "Los rubros más importantes de este segmento son las camisas y los pantalones de vestir que representan el 50 % de las ventas de la ropa de vestir".
Según, Holguín, otro indicador de una posible recesión es la venta de pijamas. "Un buen indicador del comportamiento del consumidor es la ropa de dormir. Si no tengo dinero, puedo dormir con una camiseta o ropa interior". Según datos de Kantar, el estrato social alto es el que más gastó en ropa de cama durante estos últimos seis meses. Este rubro representa un 6 % de la compra de ropa. Por otro lado, el estrato social bajo solo gastó solo un 3 %. "El estrato social bajo es el que más sufre durante una recesión o un golpe a la economía".
Las compras de vestimenta bajaron paulatinamente. En 2023, el 81 % de los hogares compraban ropa, en 2024, el 77 % y en 2025 el 54 %. Con relación al presupuesto, en 2024 el hogar ecuatoriano destinaba US$ 142 en ropa y hoy US$ 98.
Los economistas siguen en el debate de si existirá una recesión este año o no. Pero la moda es un fuerte indicador de las tendencias sociales y los hábitos del consumidor. Las prendas que lleva una persona dicen mucho del estado de ánimo y comportamiento colectivo durante momentos de incertidumbre económica. (I)