Mientras los inversores mundiales se fijan en las perspectivas de Estados Unidos y China, no deben perder de vista la zona euro, donde las perspectivas económicas cambiaron este año. Al principio, la opinión generalizada era que Europa se vería perjudicada por su fuerte dependencia del gas natural ruso. En cambio, la economía de la eurozona se mostró resistente al principio, sobre todo porque los precios del gas natural y el crudo cayeron inesperadamente.
Más recientemente, sin embargo, la actividad de la eurozona se suavizó. La economía alemana, que representa una cuarta parte del PIB de la eurozona, se estancó en el segundo trimestre, y el Instituto de Kiel revisó recientemente su previsión para este año a menos 0,5%. Esto refleja principalmente el desplome de la producción industrial y la actividad de la construcción, así como la debilidad del consumo. Según el FMI, Alemania será la única gran economía que se contraerá este año.
¿Qué está pasando en Alemania?
Los problemas de Alemania pesan sobre el euro, que cayó a mínimos de nueve meses frente al dólar tras fortalecerse en el primer semestre (véase el gráfico). Ni siquiera la subida del tipo de depósito del BCE en septiembre hasta el 4% -el tipo más alto de la historia del euro- logró apuntalar la moneda, que se acerca a sus mínimos de este año.
La principal cuestión que se debate ahora es si la debilidad alemana es cíclica o estructural.
Los economistas de UBS sostienen que los problemas de Alemania son más estructurales que cíclicos en su comentario del 8 de septiembre. Señalan que la economía alemana fue a la defensiva de sus homólogas, como Francia e Italia, desde 2019, un año entero antes de la pandemia de Covid-19.
El principal culpable por el lado de la demanda fue la falta de inversión, que se estima que restó un 0,4% al crecimiento anualizado, mientras que el desempeño de Alemania fue particularmente débil en los sectores de servicios por el lado de la oferta.
La economía alemana se está viendo afectada en varios frentes
En primer lugar, se vio obligada a reducir su dependencia del gas natural ruso y a recurrir a fuentes de energía alternativas más caras. El desafío es más evidente en industrias que consumen mucha energía, como la metalúrgica, la del vidrio, la de autos y la de fertilizantes. Un artículo del Financial Times documenta los sacrificios que Alemania y otros países europeos están haciendo para limitar las consecuencias de las presiones rusas, como la reducción del consumo de energía y la sustitución por otras fuentes de energía, incluido un mayor uso del carbón en Alemania.
En segundo lugar, la capacidad exportadora de Alemania se vio lastrada por el debilitamiento de la economía china desde el inicio de la pandemia de coronavirus. Esto es evidente en la cuota de las exportaciones alemanas a China, que cayeron al nivel más bajo desde 2016. Además, a medida que China construye sus propias capacidades en la producción de automóviles -especialmente vehículos electrónicos- podría comenzar a penetrar en los mercados de Europa y otros lugares.
En el informe mensual de septiembre del Bundesbank, el banco central dio el inusual paso de advertir que la excesiva dependencia de Alemania del comercio con China es una de las principales razones por las que su modelo de negocio está en peligro". Aconsejó a las empresas alemanas que "reconsideraran" sus vínculos de suministro y sus inversiones directas en el extranjero.
En tercer lugar, el sector de la construcción, que representa el 12% del PIB alemán, se vio perjudicado por una confluencia de factores que amenazan con dejar a los constructores al borde del colapso, según The Economist. Entre ellos, la subida de los tipos de interés derivada de las medidas del BCE para combatir la inflación, el encarecimiento de los materiales y los trámites burocráticos y energéticos, que dejaron la construcción de pisos muy por debajo de los objetivos del Gobierno.
En medio de todo esto, se están haciendo comparaciones con lo que ocurrió a finales de los años 90, cuando Alemania luchó contra los altos costes laborales y la pérdida de competitividad internacional tras la unificación y fue llamada "el enfermo de Europa". Después, una serie de reformas del mercado laboral en 2003-2005 emprendidas por el Canciller Gerhard Schroeder lograron mejorar la flexibilidad del mercado laboral. Contribuyeron a reactivar el crecimiento económico y a restaurar el papel de Alemania como potencia exportadora que vendía maquinaria industrial y automóviles de alta calidad al resto del mundo.
Según The Economist, la situación actual no es tan alarmante como en los años noventa, ya que el desempleo es mucho menor, en torno al 3%. No obstante, son necesarias reformas estructurales para impulsar la economía, ya que factores como el envejecimiento de la población y la crónica falta de inversión en tecnología e infraestructuras públicas pesan sobre ella.
En cuanto a la tecnología, Wolfgang Munchau, de Eurointelligence, observa que Alemania tiene excelentes científicos e ingenieros, pero se especializó en exceso en tecnologías predigitales. En su opinión, Alemania y otros países europeos se perdieron la revolución digital.
Ante esta miríada de problemas, no será fácil para los responsables políticos alemanes encontrar una solución rápida, especialmente con una coalición de tres partidos en el gobierno. Una transformación estructural de la economía requerirá una combinación de inversión pública y privada, junto con una racionalización de la regulación y la burocracia.
El proceso también requeriría un compromiso financiero considerable. Sin embargo, esto sólo sería posible si Alemania cambiara sus propias reglas fiscales y la Unión Europea ampliara la relajación de sus normas invocadas durante la pandemia. Por su parte, el Canciller Olaf Scholz se opone a aumentar el gasto alegando que podría alimentar un rebrote de la inflación.
Mientras tanto, el BCE se compromete a mantener una política monetaria restrictiva incluso si la eurozona entra en recesión. Christine Lagarde reafirmó en Jackson Hole que "la lucha contra la inflación aún no está ganada", e indicó que los tipos de interés de la UE deberán mantenerse altos mientras sea necesario.
A pesar de ello, las presiones sobre el euro podrían persistir si los inversores llegan a la conclusión de que Wolfgang Munchau tiene razón: El trofeo de enfermo de Europa está, por tanto, a salvo en Berlín en un futuro previsible.
*Con información de Forbes US