Luis Eduardo Palacios Burneo nació en diciembre de 1958, el segundo de seis hermanos, en una familia originaria de Loja. Su padre, Vicente Palacios, provenía de una línea de lojanos dedicados al trabajo y comprometidos con su comunidad. "Nosotros fuimos seis hermanos, nos criamos muy de cerca con la familia materna. Allí forjamos varias ideas e identidades que posteriormente las desarrollamos".
Durante su niñez, la familia se mudó temporalmente a Quito, donde su padre emprendió un proyecto avícola. A los cinco años, Palacios comenzó su educación en Quito en el colegio Alemán y continuó en el Colegio Borja, antes de regresar a Loja. "Nuestra infancia, y creo que la de todos los lojanos, fue algo muy simpático. Todas las casas tenían patios, tenían animales y árboles frutales".
Después de completar la primaria y secundaria en Loja, en instituciones como el Colegio Técnico, sintió una vocación temprana hacia la medicina. "Yo soñé toda mi vida ser médico, jugábamos de pequeños y yo ya tenía el estetoscopio y el mandil". En su primer año de prácticas, un médico le advirtió que la profesión exigía una dedicación absoluta, lo que le llevó a repensar su futuro. Palacios decidió entonces alejarse de este rumbo, tomarse un año sabático y luego se decantó por la economía y la consultoría, áreas que lo acercarían a su futuro en el desarrollo comunitario.
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En 1991, después de varios años en el ámbito de la consultoría financiera, creó la Fundación Faces (Fundación de Apoyo Comunitario y Social del Ecuador). La idea surgió tras realizar varios estudios en las zonas fronterizas de Ecuador, especialmente en las provincias de Loja y Zamora, donde detectó condiciones de pobreza extrema: falta de vías, de infraestructura básica y acceso limitado a recursos económicos y sanitarios. "Empezamos a generar varias ideas de cómo lograr que estas personas tengan oportunidades y acceso a recursos económicos y humanos. Yo preguntaba, '¿por qué no tienen vías?' y me respondieron: 'Dicen los militares que si hacemos vías nos invaden más rápido los peruanos'. Con esa teoría hubo un retraso muy grande de la provincia de Loja. Además, de dos temas críticos que pasaron entre las décadas de los 60 y 70: un terremoto y la sequía".
Faces empezó con un pequeño capital de US$ 3.000, que en la economía de antes de la dolarización representaba una inversión inicial modesta. "Éramos un grupo de profesionales con mucha pasión, pero pocos recursos. Cuando te metes a algo tienes dos opciones: triunfar porque sigues por el buen camino o desertar y buscar otras opciones. Tocó trabajar 24/7, 365 días e ir avanzando". Al principio, el equipo se concentró en crear alianzas con el gobierno y organizaciones locales, además de buscar apoyo de entidades internacionales.
Uno de los hitos tempranos de Faces fue su incursión en los mercados populares de Ecuador, donde predominaba la idea de que los comerciantes y vendedores ambulantes eran "poco confiables" para recibir financiamiento. "Todas las entidades financieras del país tenían pánico de entrar a los mercados. Entonces nosotros fuimos a conversar con la gente para entender qué pasa. Allí nosotros entramos con un programa de enfoque de género". Es así que Faces comenzó a trabajar directamente con los microempresarios, en su mayoría mujeres, brindándoles talleres de autoestima y educación financiera básica. Además, implementaron un programa de microcréditos y talleres, donde las mujeres recibían capacitación en manejo de negocios, ahorro y salud sexual y reproductiva.
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La dolarización de Ecuador en el año 2000 fue uno de los primeros grandes retos para Faces. La transición redujo en un 50 % el valor del capital acumulado durante sus primeros nueve años de operación, que ya alcanzaba aproximadamente entre uno y dos millones de dólares. "Perdimos la mitad del capital por el cambio a dólares. Para las personas beneficiarias, la situación era aún más complicada porque muchas no sabían reconocer los nuevos billetes y tenían que aprender rápidamente".
Sin embargo, el equipo de Faces encontró formas de adaptarse. Convirtieron sus créditos a dólares para proteger los fondos restantes y organizaron talleres de educación financiera básica para que las beneficiarias comprendieran el valor de cada billete. "Nos sorprendió la rapidez con la que la gente se adaptó porque tenían la necesidad de aprender para mantener sus negocios a flote. La mayoría dominaba la nueva moneda en cuestión de semanas".
En las décadas siguientes, Faces siguió creciendo y abriendo oficinas en nuevas provincias. "Nuestro crecimiento ha sido gradual; en los primeros años abríamos una o dos agencias al año, principalmente en zonas rurales de provincias como Zamora, El Oro y Pichincha". Para 2010, la fundación ya contaba con al menos 100 colaboradores y para 2024, el equipo creció a 240 personas.
En 2020, la pandemia de COVID-19 puso a prueba la resiliencia de Faces y de las comunidades a las que sirven. "La pandemia fue distinta a cualquier otra crisis que habíamos enfrentado porque no sabíamos cuánto iba a durar. Al principio pensamos que sería cuestión de tres meses, pero pronto nos dimos cuenta de que se alargaría".
Su equipo desarrolló una estrategia rápida para mitigar el impacto de la pandemia. Se estableció una prórroga en los pagos de créditos y se organizaron llamadas telefónicas para mantener contacto con los beneficiarios y evaluar su situación. "Muchos de nuestros beneficiarios nos dijeron que querían pagar sus deudas porque, si algo les pasaba, no querían dejar deudas. Fue una muestra de la responsabilidad que tienen".
Uno de los avances más significativos durante este periodo fue la digitalización. Faces desarrolló aplicaciones móviles para permitir que los beneficiarios rurales pudieran consultar precios de mercado, aprender sobre prácticas de agricultura sostenible y mejorar sus negocios. "Creo que los medios digitales no deben ser solamente una moda, sino que tienen que ser información. La gente joven solo se identifica y conoce las cosas por medios digitales, ¿por qué no le podemos dar a la gente de menos recursos estas herramientas?".
En sus 33 años de operación, Faces ha otorgado un total de US$ 500 millones en microcréditos, beneficiando a alrededor de 165.000 microempresarios en el país. "En promedio, cada microcrédito ha sido de unos US$ 3.000 y hemos trabajado con créditos que van desde los US$ 20 hasta los US$ 25.000 para negocios más establecidos". La fundación se enfoca principalmente en sectores como la agricultura, el comercio, los servicios y la pequeña industria.
Palacios destaca que cada microcrédito no solo fortalece una plaza de trabajo, sino que, en promedio, genera 1,2 a 1,4 nuevas plazas a tiempo parcial o completo. "Si damos 30.000 créditos en un año, estamos generando cerca de 45.000 plazas de trabajo en las comunidades. Ese es el verdadero impacto de la microempresa en las economías locales".
Hoy en día, la cartera de Faces alcanzó los US$ 70 millones y su proyección es crecer a US$ 85 millones en 2025. Sin embargo, el contexto económico sigue siendo un reto. Los cortes de energía eléctrica este año afectaron a muchos microempresarios, especialmente en las zonas urbanas, que dependen de la electricidad para operar sus negocios.
Para el presidente ejecutivo de Faces, el objetivo es seguir innovando y adaptándose a las necesidades de sus beneficiarios. Uno de los principales enfoques a futuro es profundizar en la responsabilidad social de los microcréditos, especialmente en temas de sostenibilidad. "Desarrollamos un microcrédito verde que premia con tasas de interés reducidas a quienes cumplen con prácticas ambientales sostenibles, como evitar el uso de químicos o conservar los recursos hídricos".
Palacios también destaca la importancia de la educación financiera y la digitalización para los microempresarios en Ecuador, afirmando que ha visto que cuando una persona tiene la información correcta puede tomar mejores decisiones y prosperar. Además, la tecnología puede cerrar esa brecha y su objetivo es que cada beneficiario tenga acceso a los recursos digitales que necesita para crecer.
Después de más de tres décadas al frente de la Fundación Faces se muestra satisfecho y reflexivo. "Me siento realizado. Estos 33 años he aprendido mucho de la gente, más que los estudios o la información, he aprendido mucho sobre los seres humanos". Con historias conmovedoras como la de una madre que utilizó su primer microcrédito para comprar una máquina para su hija, quien años después se graduó como doctora, Palacios reafirma su convicción de que el impacto de Faces va más allá de los números. "Son esos pequeños detalles los que cambian vidas y son los que, juntos, construyen algo mucho más grande". (I)