La educación financiera está de moda. Las redes sociales nos muestran constantemente a influencers compartiendo recetas sobre cómo tomar control de nuestras finanzas en formatos ágiles y novedosos. Aunque siempre hay ideas por descubrir, el verdadero acelerador de toda educación financiera es el cambio de actitud hacia el dinero y no el scrolling insistente en busca de la "fórmula mágica".

Según mi experiencia, pero también según lo que me contaron miles de mujeres, creo que la conjugación entre educación financiera y género femenino exige, antes que nada, un desbloqueo de viejos prejuicios.

Hay toda clase de tabúes alrededor de las mujeres y el dinero y la mayoría gira alrededor de la confianza. No la confianza en el dinero, sino la confianza en nosotras mismas. Los tiempos cambiaron y, como recita Shakira en su popular canción, "las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan". 

En Estados Unidos, por ejemplo, un estudio de Bank of America encontró que el 87% de las mujeres se siente segura al manejar un presupuesto, pero, a la hora de invertir, ese porcentaje retrocede hasta el 53%. Ese "bloqueo" inevitablemente pone a las mujeres en desventaja a la hora de pensarse no sólo como inversoras, sino también como emprendedoras.

Entre "unicornias" e inversoras

Una de las principales barreras que frena la educación financiera de las mujeres es la creencia de que hay habilidades que son innatas: se tienen o no se tienen. Esto aleja a millones de mujeres la posibilidad de detectar oportunidades de inversión.

Lo cierto es que la mirada de inversora se entrena con casos concretos y guiada con las preguntas indicadas. Desde que creamos Unicorn Hunters, fui testigo de valiosas lecciones de educación financiera relacionadas con la inversión. La primera de ellas es que muchas mujeres se atreven a invertir en otras mujeres porque su narrativa les resuena y porque empatizan con sus recorridos a la hora de emprender.

Por nuestro programa pasaron mujeres de negocios con perfiles variados: una ingeniera enfocada en la reinvención de la luz orgánica, una experta en marketing que creó una aplicación para compras minoristas, una pionera en virtualizar el fitness. A pesar de sus diferencias, todas mostraron un camino de innovación muy estimulante para otras mujeres.

Son ejemplos poderosos porque implican una ruptura de viejos tabúes y sus protagonistas son de carne y hueso. Ponerse el traje de inversora sigue siendo un reto para muchas mujeres y está claro que hay muchos factores que frenan ese cambio de actitud. 

En este contexto, es claro que necesitamos una educación financiera que aleje a las mujeres del facilismo de las fórmulas y del conservadurismo de los presupuestos y las conecte con las startups que están marcando los próximos horizontes en materia de inversión e innovación.