Los Rothschild son posiblemente la familia de banqueros más conocida del mundo y durante más de 200 años tuvieron una enrome influencia en la economía europea e, indirectamente, también en la política; aunque en este caso se puede decir que fueron más afectados por la política que protagonistas de ella.
Todo empezó en 1743, cuando el joven orfebre judío alemán Amschel Moser Bauer decidió abrir una tienda de monedas en el gueto judío de Fráncfort. Además de las monedas, decidió -como muchos en la época- ejercer también de cambista. La tienda de Moser tenía un cartel con un águila romana roja (el escudo del Sacro Imperio Romano Germánico, aún vigente). Como “la tienda del escudo rojo” comenzó a ser muy conocida, los Amschel pasaron a ser conocidos por el nombre de su tienda (Rotes Schildzelt en alemán o Rotes Schild, “escudo rojo”, a secas), que pasó a abreviarse como Rothschild.
Moser tuvo cinco hijos (Amschel Mayer, Salomón Mayer, Nathan, Karl y Jakob) que tuvieron la obligación de estudiar desde muy jóvenes, algo muy poco común para el resto de los europeos de la época. Amschel (el mayor) quería ser rabino, pero fue obligado por sus padres a entrar de aprendiz en un banco, donde enseguida demostró que se le daba muy bien y fue, de facto, el fundador de la dinastía.
Y es que Amschel, que empezó a ejercer de banquero personal de Guillermo IX de Hesse-Kassel, descubrió que las casas reales del revolucionario siglo XVIII necesitaban préstamos para hacer la política de la época. Y así comenzó la tradición familiar de ejercer de banqueros de las casas reales. Liderados por Amschel, que permaneció en Fráncfort, el resto de los cinco hermanos se distribuyeron por el resto de Europa, siendo los fundadores de las diferentes ramas de los Rothschild. Nathan abrió sus oficinas en Londres en 1804, Jakob se estableció en París en 1811, y Salomón y Karl abrieron oficinas en Viena y Nápoles, respectivamente durante la década de 1820.
Las revoluciones estadounidense y francesa, así como las posteriores guerras napoleónicas, suponían préstamos que las casas reales necesitaban urgentemente para financiar sus guerras, que les eran proporcionados por los Rothschild, que además invertían en comercio de productos clave como algodón y trigo. La familia tuvo mucho que ver también con que Napoleón no fuera capaz de vencer al Reino Unido, debido a que financiaron las campañas de Wellington contra el emperador francés, e incluso se dedicaron al contrabando para sortear el bloqueo naval que Napoleón pretendía imponer a los británicos.
Pero, digan lo que digan, la paz es mejor para los negocios que la guerra y los Rothschild prosperaron más aún durante la paz, invirtiendo en la Revolución Industrial, financiando y adquiriendo acciones en los sectores de la metalurgia, el carbón y los ferrocarriles. En España, se hicieron con la minera Río Tinto e invirtieron en la modernización e industrialización del país. Aunque la posterior competencia bancaria, especialmente de los bancos británicos y estadounidenses, les haría ir perdiendo el liderazgo. Algo que, por otro lado, tampoco les obsesionaba. Ya que los cinco hermanos acordaron tomar todas las decisiones conjuntamente y adoptar un perfil discreto, que no fuera tan voraz en la búsqueda de beneficios el resto del capitalismo de la época. También comenzaron con sus proyectos de donaciones y de filantropía.
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Si la primera generación de Rothschild era considerada extranjera hasta en su propio país (aunque el emperador de Austria les concedió baronías a los cinco hermanos), la segunda generación de Rothschild ya era considerada como ciudanía respetable en sus respectivos países. Así, fue un Rothschild el primer parlamentario británico judío y otro Rothschild el primer judío en obtener un título de Lord. La rama francesa también se dedicó al negocio de los vinos de lujo con las bodegas Mouton-Rothschild. Y los Rothschild italianos eran los banqueros del Papa.
Pero la religión de los Rothschild y su éxito como banqueros e inversores eran el combustible perfecto para los antisemitas, que les relacionaban con todos los males de la época y estaban en el punto de mira del partido nacionalsocialista alemán. El ascenso de los nazis al poder en Alemania y de los fascistas en Italia, supuso la persecución de la rama austriaca de la familia, además de la confiscación de sus propiedades, el saqueo de sus casas y el ser obligados a vender el banco familiar por un precio ridículo. Pese a la complejidad de las ramas familiares por entonces, la familia se las apaño para permanecer unida y librarse del Holocausto en su mayor parte, huyendo muchos de ellos a los Estados Unidos y al Reino Unido. Elisabeth de Rothschild fue apresada por la Gestapo en Francia y murió de tifus en el campo de Ravensbrück antes de que este fuera liberado.
Todavía hoy los Rothschild son el objetivo de múltiples teorías de la conspiración, que los acusan de instigar guerras o de dominar las finanzas mundiales. Tampoco hace falta rascar mucho para detectar el antisemitismo que hay detrás ellas.
Aunque la familia nunca se ha recuperado del todo de las consecuencias de la guerra y del saqueo nazi (del cual aún intentan recuperar inmuebles, obras de arte y objetos), las ramas francesa y británica siguen siendo activas en los negocios, aunque muchos otros Rothschild se han dedicado a la ciencia, a la filantropía y al arte. Y los franceses, casi dedicados en exclusiva los vinos en la década de 1980, después de que el gobierno de François Mitterrand les incluyera dentro de las nacionalizaciones de bancos que hizo al llegar al poder.
En 2003 las ramas británica y francesa se volvieron a unir, tras 200 años, en el Rothschild Group. Y, pese a no ser como antaño, aún mantienen el negocio bancario, sobre todo en inversiones y banca privada, como Edmond De Rothschild y Rothschild & Co.
