Escribió una vez Antonio Muñoz Molina que las revoluciones obreras nunca consiguen sus objetivos o que siempre terminan mal, mientras que sólo las revoluciones hechas por los ricos y poderosos son las que acaban triunfando. Pues los Koch podrían ser un ejemplo de ello. Y con eso nos referimos a los Koch estadounidenses, no a los fundadores del imperio multimedia europeo Koch Media. Estos son los que empezaron con el negocio del petróleo y que hoy son la segunda familia más rica de los Estados Unidos, con un patrimonio estimado de 100.000 millones de dólares.
El origen de la fortuna familiar se sitúa en torno a 1929, cuando Fred C. Koch empezó a invertir en petróleo y en 1940 fundó la compañía Wood River Oil and Refining Company. Esta no tardaría en convertirse en Koch Industries que, aunque debe su éxito al petróleo, no tardó en diversificar sus inversiones en la industria química, la minería, el papel y las finanzas.
Desde su cartel general en Wichita (Kansas, EEUU), Fred observaba con disgusto las políticas sociales del presidente Franklin Delano Roosevelt y expresaba a todo el que le quisiera oír su rechazo al sindicalismo, a la redistribución de la riqueza, a los impuestos y, en suma, a que los Estados Unidos estuvieran gobernados por “un presidente comunista”.
Fred tuvo cuatro hijos, Charles, Frederick, David y William, de los cuales solo Frederick se libró de las tendencias políticas paternas. Cuando este murió, en 1967, Charles tomo las riendas de Koch Industries y los otros tres hermanos heredaron una considerable participación en esta.
Batallas legales dentro y fuera de la familia
Charles se encargó de completar la diversificación con mano firme, mientras a la vez se encargaba de emplear una dura política antisindical y anti medioambiental en todo el grupo empresarial. Las industrias Koch son objeto de innumerables polémicas por sus vertidos ilegales, por estafar presuntamente a tribus indias para extraer materias primas de sus tierras y por pagar sueldos tan bajos que hacen imposible a muchos de sus trabajadores sindicarse o declararse en huelga.
A la vez, de manera discreta, tres de los cuatro hermanos (con la excepción de Frederick), se dedicaron a financiar a candidatos cada vez más conservadores, enemigos de los impuestos y de las regulaciones, en su mayoría pertenecientes al Partido Republicano de los Estados Unidos. Y a la vez, a financiar a grupos de presión y think tanks como la Heritage Foundation, el Cato Institute y Americans For Prosperity, que se consideran las creadoras de la rama más conservadora del Partido Republicano, el llamado “Tea Party”.
Mientras, durante los años 80 y parte de los 90, Frederick y Bill (William) se enzarzaron en una larga batalla legal con sus otros dos hermanos. Bill por hacerse con el control de la empresa familiar y Frederick por su rechazo a la política que se estaba haciendo con respecto a las tribus de nativos americanos. Las batallas legales fracasaron y Bill acabó haciéndose con su propia empresa de carbón y petróleo, Oxbow, y Frederick se retiró para dedicarse a la filantropía y a la promoción del arte y la literatura hasta su muerte, en febrero de 2020.
Mientras, Charles y David continuaron mezclando política con negocios, siendo tal vez su mayor triunfo la elección de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, al que realizaron generosas donaciones y sobre el que, dicen, ejercieron una enorme influencia. Todo ello tras haber gastado cientos de millones de dólares combatiendo las políticas del antecesor de Trump, Barack Obama. Y aunque Trump no era su candidato favorito (se inclinaban más por Jeb Bush o Marco Rubio), se sumaron con entusiasmo a su campaña cuando resultó elegido candidato a la presidencia.
Pero la relación con Trump se agrió después de que este decidiera embarcarse en su famosa “guerra comercial” con China y la Unión Europea, imponiendo aranceles que obstaculizaron el libre comercio internacional. David y Charles se consideran, ante todo, “libertarianistas” (“libertarians” en inglés) y empezaron a denunciar las interferencias de la exestrella televisiva en los negocios.
David murió en 2019 y Charles mantuvo su presión por influir en la política. Las relaciones con Trump, aparentemente, terminaron por saltar por los aires después de que este se negase a reconocer los resultados de las elecciones en noviembre de 2020 y con el posterior asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Ahora, Charles busca formas de entendimiento con la Administración Biden, mientras que su patrimonio neto ronda los 62.700 millones de dólares.
*Publicada en Forbes España